Previa: Extravíos semánticos
Sólo desde la pedantería institucional puede tratarse el dilema de los presos políticos.
Transformados, verbalmente, sin excederse en el ingenio, en “políticos presos”.
Los románticos con perplejidad se extravían en la semántica de las diferencias formales.
Interpretaciones libertinas.
Entre el preso político, estampilla incómoda, y la paquetería que alude a la “detención arbitraria”.
Lo que no se acepta, por clara hipocresía, es que los presos políticos, los políticos presos o los detenidos arbitrarios, ya fueron electoralmente indultados por la sociedad.
Carolina Mantegari
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Desde 2003, Néstor Kirchner, El Furia, impuso «la pasión recaudatoria».
Trátase del insumo básico de la concepción simple y revolucionaria del poder. Merece una tesis científica. Se la espera.
La “pasión” de referencia indica que, para construir “poder”, para emanciparse, resulta indispensable el dinero. Para “la política”.
Para que el proyecto a encararse no dependa de ningún capitalista.
Del interesado inversor que, por el vulgar acto de ponerla, se reserve la parte del león.
El riesgo teórico tiene que ver con la patología de la práctica. O con la desviación.
Consiste en quedarse, a partir de la plata atrapada por “la política”, con las empresas privadas.
Asociarlas, primero, y luego captarlas. El experimento en alguna ocasión resultó para el demonio.
El producto intelectual deriva en la base sólida del Sistema Recaudatorio de Acumulación. Diseñado durante el primer kirchnerismo.
Parroquiales. Fue punto de partida temático para dos libros prematuramente clásicos del director del portal.
(“La marroquinería política”, 2006, y “El Descascaramiento”, 2007).
El mecanismo aceitado del Furia funcionaba sin grandes imperfecciones.
Se registraban rutinarios vuelos semanales hacia el sur, recargados con bolsones de melancólica espiritualidad.
En simultáneo, se consolidaba como un líder de culto. Adicto al dogma de la justicia social.
Mientras tanto Alberto Fernández, El Poeta Impopular, ocupaba el rol de Premier. Jefe de la administración.
La Doctora, infinitamente más que una Primera Dama, lucía su verba como senadora.
Felipe Solá, Cuadro Ejemplar del Felipismo, era Gobernador de Buenos Aires, La Provincia Inviable. Y hasta Gustavo Beliz, Zapatitos, era el inicial Ministro de Justicia.
La serie evocada debe completarla el Grupo Clarín, que se destacaba por el absoluto silencio.
El posteriormente temible Grupo Clarín se encontraba en la etapa de la docilidad.
Fielmente acurrucado por el anhelo de la primera megafusión (Cablevisión-Multicanal), que El Furia debía autorizar.
Entonces El Furia lo llevaba de la mano a Héctor Magnetto, El Beto. Como si fuera un niño hacia el colegio.
Le decían “Presi”, con afecto. Almorzaban tristes churrasquitos hervidos.
En 2005 El Furia, con La Doctora como candidata al senado, le perforó la provincia (inviable) a Eduardo Duhalde, el Piloto de Tormentas (generadas).
Desde entonces tuvo la totalidad del poder público en el bolsillo. Y lo mantuvo aún en 2007, cuando cedió el bien ganancial del poder a su esposa, La Doctora.
Ella se encargaría de la tarea menor del gobernar mientras, como Primer Señor, El Furia la hostigaba, aceleraba los conflictos y proseguía con la sigilosa artesanía de la recaudación.
Con alguna desviación hacia la patología continuaba el ciclo acumulativo.
Hasta que El Furia cometió la severa irresponsabilidad de morirse y dejar un tendal.
La tobillera
Alberto, ya presidente, anunció la ficción amable. Recuperar la mística del primer kirchnerismo.
Fábula colosal. Porque ni Alberto, ni La Doctora, y menos aún Santiago Cafiero, El Nietito, o el mismo Zapatitos, no sirven para recaudar monedas con una canasta en el epílogo de una misa.
Sin Julio De Vido, El Pulpo, el significado de la mística fundacional es apenas una utopía.
Sin -incluso- El Neolopecito. O sin Ricardo Jaime, El Señor de los Subsidios (que resultaban fundamentales para la épica).
Sin ánimo de agotar el debate instalado, basta con subrayar que, desde la ciencia política, es inadmisible que persistan kirchneristas presos.
Justamente cuando el kirchnerismo resultó legitimado, en elecciones democráticas, por la sociedad.
Con Alberto de presi y La Doctora de vice, De Vido no debiera depender de ninguna tobillera para desplazarse.
Cuando presidía Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, el manejo de la Justicia se aventuraba en la fulminación moral del adversario.
Tiempos en que a De Vido se lo podía entregar sin culpas.
Había Macri en el horizonte para varios lustros. Pero pronto el Ángel se iba a caer como un piano de cola hacia el vacío.
Hasta transformar el macrismo en el desperdicio ingrato de una pausa.
Mientras tanto Amado Boudou, El Descuidista que alcanzó la vicepresidencia de la república, se prepara para reiniciar pronto su vida con una guitarra de concierto nueva.
Como la guitarra que Emmanuel Macron, El Principito de Saint-Exupery, le regaló a Alberto (hay una estampita de referencia).
Lo confirma el autor de “El paraíso de The Old Fund”.
Fue la primera nota dedicada al fondo improvisado, encargado a enternecedores atorrantes que llevarían al Descuidista a radicarse en Ezeiza.
Cuesta aceptarlo. Pero los que fueron presentados como corruptos, por los medios dominantes y por la justicia dominada, les ganaron, en las elecciones, a los inútiles que los mismos medios defendían.
«La tensión del bolso supera, en la práctica, el relajo de la reposera».
Justicia y Poder
Los principistas institucionales se irritan cuando se sostiene que la Justicia depende, en gran parte, de quien contenga el poder político.
¡No debiera ser así!, reaccionan los recatados. Con razón.
Pero el analista no está para darle consejos a la humanidad ni decirle cómo debe ser.
La franqueza hacia el destinatario induce a contarle lo que es. Nunca lo que debiera ser.
Son verdades siniestras que no terminan de convencer a La Doctora. La dueña del negocio y vicepresidenta de la república.
Trasciende que La Doctora se muestra ostensiblemente ocupada en ordenar el Parlamento, asegurarse el control de parajes importantes y resolver sus entuertos judiciales.
Para deparar tranquilidad, en especial, a su hija, la cineasta que protagoniza la autobiografía del film atormentado.
Una veterana de guerra, con tantas batallas como La Doctora, sabe que su montonera de causas abiertas, en caso de lograr cerrarlas con sobreseimientos, perfectamente pueden reabrirse.
En especial si Alberto se estrella con el paredón de la economía.
O cuando el “frepasito tardío” comience a desvanecerse, hasta perder el poder político.
No hace falta recurrir a Maquiavelo: lo único que importa, en definitiva, es conservar el poder.
Única garantía para mantener siempre cerca de sus posiciones a los administradores de justicia.
Es admirable entonces que La Doctora lo deje a Alberto marcar el rumbo. Que decida la línea política que nadie, al cierre del despacho, dibuja.
Pero si Alberto, con prudente elegancia, se desliza hacia la piña, la factura histórica se la van a pasar a la Doctora.
Es a quien pacientemente esperan para encerrarla. En cuanto el poder, como la legitimidad, se le diluya.
(Conste que aquí no se trató el caso de la presa políticamente emblemática, la señora Milagro Sala, protagonista del Caso Sala.
Porque el gobernador Gerardo Morales, El Milagrito, triunfó en Jujuy. Y siempre se debe respetar el federalismo).