El sorpresivo incremento en los combustibles so pretexto de un impuesto a la emisión de dióxido de carbono CO2, pone en evidencia que el congelamiento de las tarifas está dañando seriamente el patrimonio de las compañías petroleras que operan en el país.

Sin embargo, si YPF lideró los aumentos es evidente que es la compañía con más necesidades financieras y de su flujo de caja depende también el repago de sus pasivos financieros que representan gran parte de su patrimonio neto.

Pero esto tiene otro impacto. YPF como posición dominante en el mercado de lidera la venta de combustibles líquidos y cualquier movimiento de precios es seguido por el resto de los competidores.

Este movimiento lleva a un incremento generalizado de los costos de las empresas, en especial de la logística y con ello del precio final de los alimentos.

Si bien esto mejora el flujo de caja de la petrolera estatal, y menores aportes del Tesoro a la compañía. Es un disparador para el aumento de precios generalizado, una bomba que el gobierno quiere desactivar antes de que la inflación se espiralice.

A la falta de buen humor entre YPF y la Casa Rosada debido fundamentalmente a los juicios que tiene YPF ante el CIADI por la estatizacion de 2008, se le suma este incremento inoportuno.

Pero el principal problema que afronta la administración de los Fernández, es la falta de confianza que manifiestan los inversores en el gobierno argentino.

Esa performance de los políticos, choca contra la necesidad de contar con un escenario económico de tranquilidad y amigable con los mercados, en momentos en que se decide la renegociación de la deuda con acreedores privados y con organismos financieros internacionales.

La movida de YPF tendrá una repercusión a nivel precios que, aunque moderada, podrá movilizar los índices de inflación en marzo, un mes tradicionalmente caliente por su fuerte estacionalidad y en vísperas del inicio de las negociaciones paritarias.