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Infancia en alerta: según el Ministerio de Salud, 3 de cada 10 niños están estresados

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La sobrecarga de tareas, las exigencias familiares y la falta de juego son los principales causantes de la patología
La sobrecarga de tareas, las exigencias familiares y la falta de juego son los principales causantes de la patología

“De 7.30 a 17.00hs voy al colegio. Pero cuando salgo no vuelvo a mi casa: los lunes, martes y jueves tengo danza hasta las 21. Bailo jazz, contemporáneo, clásico, español y árabe. Los miércoles hago patín. Los viernes, francés. Y la tarea, la termino a la noche”, relata con verborragia G.S.N, una niña de 9 años. En su agenda, la pequeña, destina 14 horas diarias a cumplir obligaciones.

 

Según un informe elaborado en 2019 por la (por entonces) secretaría de Salud, los diagnósticos más frecuente en los niños son los Trastornos Neuróticos, de Estrés y Somatomorfos (síntomas de una enfermedad que no responden a una cuestión orgánica) .Dicha estadística, realizada con datos aportados por la Dirección Nacional de Salud Mental, señala que el 39% de los chicos de entre 0 y 4 años están estresados, mientras que 3 de cada 10 niños, de entre 5 y 14 años, también. De todos modos, Argentina no es el único país en presentar este tipo de problemática. En España, por ejemplo, la OMS (Organización Mundial de la Salud) indica que el 34% de los pequeños refiere sentirse presionado por la cantidad de deberes y actividades extracurriculares.

“El gran problema que aparece con los niños, en diferentes clases sociales y de distintos modos, es que están por demás ocupados. Algunos por los múltiples estudios y otros por tener que trabajar o cuidar hermanitos”, expresa Beatriz Janin, psicóloga y presidenta de la Asociación Civil Forum Infancias. El exceso de compromisos le quita a la niñez espacio para el juego y aquello no es un dato menor ya que, conforme afirma Janin, los chicos necesitan jugar: es la vía para tramitar situaciones difíciles y para expresar fantasías. “Estamos en una época en la que no se considera a la infancia como tiempo de aventuras y cuentos. Se les dice a los chiquitos que sólo adquiriendo diferentes aprendizajes podrán subsistir en la madurez. Por lo tanto, la idea de prepararse para un futuro terrible termina arrebatándoles la posibilidad de pensar el conocimiento como un mundo a descubrir. Se supone que debemos ser productivos desde temprana edad.”, sentencia la psicoanalista.

“No quiero ir más al colegio, quiero jugar como antes. No quiero aprender inglés, ni ir a natación, ni nada. Quiero estar en mi casa mirando los dibujitos o dormir en el sillón con Tuqui”, afirma con convicción M. C., un niño de siete años que, cuando habla de Tuqui, se refiere a su perra.

Por su parte, una docente de un jardín maternal de la CABA, observa que si bien los alumnos del rango inicial tienen mucha energía, de todos modos sienten el cansancio y lo demuestran, principalmente, con el cuerpo: “Los chicos con una fuerte carga horaria suelen estar fastidiosos o hiperactivos. No pueden parar.”, asegura la maestra. Y añade: “Hay una realidad, muchos padres tienen una jornada laboral full time y por ello necesitan ubicar a los hijos en un sitio. Es allí cuando nos encontramos con pequeños gigantes: chiquitos que son preparados para sostener el ritmo de la vorágine adulta. Cuando regresan a sus hogares, caen rendidos”.

 

Estrés infantil. Qué es y cómo se manifiesta

El estrés es una reacción psico-fisiológica producida a causa de presiones y exigencias. En los chicos en edad escolar se presenta de diferentes maneras: sensaciones de angustia, desmotivación, baja autoestima, cansancio, irritabilidad, excitación, agotamiento psíquico, cambios significativos de carácter e incluso modificaciones en la alimentación. Un aspecto que también despierta preocupación es el impacto en las funciones cognitivas, ya que por ejemplo genera distracciones, olvidos, falta de concentración, aburrimiento y disminución en el rendimiento académico. Ahora bien, padecer estrés también puede acarrear consecuencias físicas en los más chicos, como ser alteraciones en el sueño (insomnio o hipersomnia), variaciones en el peso, cefalea, sequedad en la boca, problemas digestivos, sensación de ahogo, tartamudez, descenso de la fluidez verbal, taquicardia o temblores.

Según infiere la médica y psicóloga Claudia Amburgo, otra cuestión alarmante es que ni los padres (porque están muy ocupados en sus cosas) ni el colegio (por la cantidad de alumnos que tienen) advierten los síntomas de la patología en el niño. Lo complejo es que es muy difícil que un pequeño imponga un límite a aquello que lo abruma, y si además los adultos no registran qué es lo ocurre, todo puede complicarse. “En casos extremos se detectó depresión y hasta ideas suicidas o intentos de llevarlas a cabo”, explica la Dra. Estela Zappulla, ex jefa del área de Pediatría del Hospital Santojanni. En la misma línea, Amburgo agrega, “Si bien el niño por su edad no puede decodificar lo que le está pasando y menos aún plantear un ‘basta´ (como lo entendemos los mayores), sí puede hablar acerca de su malestar. Padres, abuelos, maestros; no importa con quién, lo importante es que se exprese”. En este contexto, cobran relevancia las vacaciones: los chicos necesitan cambiar las rutinas, descansar, jugar y dormir.

Qué hacer. “La mirada de los padres es fundamental en todo momento, pero más aún ante diagnósticos de ansiedad”, analiza Felisa Widder, médica pediatra y psicóloga. Al parecer, propiciar espacios de diálogo con los pequeños y escucharlos, es la mejor vacuna tanto para prevenir el estrés como para tratarlo. Asimismo es menester tomar conciencia del valor de las consultas periódicas médicas, porque en ellas están previstos –entre otros aspectos- el control del crecimiento, las inmunizaciones y la promoción de medidas anticipatorias tendientes al adecuado el desarrollo infantil. Ahora bien, si jugar a los niños les permite sortear el estrés de la vida cotidiana y les abre la posibilidad de crear otro mundo efectivamente placentero, entonces ya se ha encontrado la respuesta. Como diría la ensayista y poeta Diane Ackerman, jugar es la forma favorita de nuestro cerebro para aprender.

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Me recuerda sl sufrimiento de los argentinos en este crucero. Están desolados porque ven agua por todos lados. https://www.google.com/amp/s/www.infobae.com/coronavirus/2020/03/14/lo-unico-que-ves-es-agua-estamos-desolados-el-relato-de-un-argentino-varado-en-altamar-por-el-coronavirus/%3foutputType=amp-type

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