Sólo transcurre media hora entre la Argentina unida y la agrietada. La que aplaude y la que cacerolea. La que apoya y la que insulta.
A las 21 horas, cada noche, todos los argentinos salen a las ventanas, balcones y puertas a aplaudir en un gesto humanitario, apoyando de forma mancomunada a quienes prestan el servicio médico necesario para tratar la problemática del Coronavirus, arriesgándose y exponiéndose a un eventual contagio.
Es ese el momento en que cada uno de los compatriotas que encuentran de acuerdo, y es lógico. ¿Quién podría estar en desacuerdo de, cuanto menos, intentar acariciar el alma de aquellos que se sacrifican para mantener a todos cuidados?
No obstante, solo 30 minutos después, el eco de puteadas trasciende, se enfrenta. Entre balcón y balcón, vecinos se disputan por ideologías políticas. Discuten sin sentido elocuente. “La pudren al pedo” dirían los más jóvenes.
“Grande Alberto!” se escucha desde un balcón, mientras que en otro aledaño se puede oír: “Andate a la c….. de tu hermana”. Otro más sigue echando leña al fuego: “Aguante Macri la p… que te parió”, mientras un cuarto osa poner la marcha peronista.
Esa es la imagen de la Argentina. Tan antagónica e ilógica que pasa del “abrazo a la distancia” al insulto y la ofensa en tan sólo media hora.
Baste pararse en una esquina y prestar atención, distinguir entre las cacerolas y la voz humana, para oír tal aberrante forma de expresión, para comprobar la intolerancia que evocan los vecinos.
¿Qué pasará cuando finalice este aislamiento social obligatorio? ¿Cuál será la reacción entre vecinos enfrentados por ideologías políticas ante un eventual (y casi inminente) cara a cara?
La disyuntiva es obvia: ¿Cuál Argentina es la más promisoria?
La respuesta también es obvia: la de los aplausos, la antigrieta, la unida, la racional. Es mejor que los pensamientos idiosincráticos sean emitidos en las urnas ya que, como deja expuesto el cacerolazo de las 21:30, son muchos los que no pueden debatir de forma razonable y respetuosa.
No hay que dejarse llevar por los juegos impuestos por la dirigencia política, es necesario dejar de ser obsecuentes a las divisiones ofrecidas desde la órbita del poder.
Si se continúa siendo funcional al partidismo político, la Argentina continuará siendo manejada de forma discrecional, ya que, como aseveró el ex diplomático, filósofo y escritor italiano Nicolas Maquiavelo en su obra El príncipe, “divide y reinarás”.