Nada menos que 45 años atrás, en 1975, el gobierno de la entonces presidenta María Estela (Isabel) Martínez, rompió amarras con la tradición popular del peronismo y fue precursor del luego mal llamado "neoliberalismo", al asumir como su ministro de Economía el ingeniero Celestino Rodrigo en reemplazo del histórico economista peronista Alfredo Gómez Morales, quien ya había ocupado ese cargo en los años 1950.
Rodrigo -que, como algunos otros personajes después, viajaba en subterráneo- era un hombre de confianza del entonces todopoderoso ministro de Bienestar Social, José López Rega, quién lo encaramó al cargo pero, no siendo estrictamente un técnico en la materia, recurrió para la elaboración de su propuesta a Mansueto Ricardo Zinn, el mismo que luego tuvo una tarea similar para la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz.
Un día como hoy, el 4 de junio, dos días después, el plan, conocido como ¨El Rodrigazo¨, fue anunciado. El mismo contenía, entre sus principales medidas, una devaluación del signo monetario nacional del 160 por ciento, un incremento de los combustibles del 181 por ciento y otro de las tarifas de los servicios públicos del 75 por ciento. Un golpe descomunal sobre el nivel de ingreso de la población y una corrección brutal de los precios relativos de la economía.
Frente a los reclamos el gobierno ofreció un ajuste de salarios del 38 por ciento que fue rechazado por los sindicalistas que abandonaron las paritarias que venían funcionando, al día siguiente, e iniciaron un plan de lucha por el que en diferentes gremios lograron incrementos de hasta el 160 por ciento. Ante ello la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), de López Rega, apareció persiguiendo a los sectores más combativos del sindicalismo y a la izquierda política.
Así el 29 de junio "Isabel" Martínez anuló por decreto los aumentos obtenidos y fijó un tope del 50 por ciento. Ricardo Otero, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) renunció a su cargo de ministro de Trabajo, en tanto que el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Casildo Herreras, denunció las prácticas oficiales ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Ginebra, y luego viajó a Montevideo para reunirse con Lorenzo Miguel, líder de la UOM.
Desde la capital uruguaya convocaron a un paro general para el 7 y 8 de julio con movilización a la Plaza de Mayo. El rotundo éxito de la medida de fuerza terminó no sólo con ¨El Rodrigazo¨ sino con el propio ¨Brujo¨ López Rega. El comandante en jefe del Ejército, Alberto Numa Laplane, se negó a reprimir a los trabajadores, por lo que la presidenta tuvo que convalidar los aumentos salariales obtenidos por los sindicatos.
En cambio los militares forzaron la salida de López Rega el 11 de julio quién debió abandonar el país. Rodrigo duró hasta el 22, ya sin ningún poder, momento en el que se encontró un sucesor efímero en Pedro José Bonanni, quién había sido ministro de Hacienda de Juan Domingo Perón entre el 4 de junio de 1952 y el fin de esa gestión provocado por el golpe de septiembre de 1955 de la autodenominada "Revolución Libertadora".
Tras ese breve ensayo los mismos grupos económicos que habían estado detrás de "El Rodrigazo" llegaron a la conclusión de que la desintegración del sistema social argentino y la construcción del nuevo orden no eran posibles bajo las formas de la democracia. El golpe era indispensable como dijo Martínez de Hoz en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires poco después. La nueva economía debía surgir de una dictadura sangrienta. La guerrilla fue una excusa.