Durante el primer kirchnerato, hace más o menos 10 años, el que hoy fuera en principio designado como uno de los interventores de Vicentin, Luciano Zarich, mantuvo una reunión con empresarios del sector alimenticio en su carácter de Director de uno de los engendros derivados de la ONCAA, (básicamente una oficina burocrática inútil que te entregaba unas papeletas que te autorizaban a operar en el comercio agropecuario a cambio, obviamente, de pagan el emolumento correspondiente –un robo). Pero, bueno: el país al que le temía Alberdi.
Continuemos. Zarich cita a este grupo de empresarios a su oficina para pegarles una apretada atómica, argumentando que su oficina los estaba controlando minuto a minuto, que se iban a tomar severas medidas en el caso de verificarse lo que a su juicio fueran anormalidades, etcétera, etcétera.
Más allá de algún amague de alguno de los empresarios por levantar un poquito la voz frente al atropello, todos se fueron al mazo, nadie se le atrevió a Zarich aun cuando su audiencia era la flor y nata del comercio de productos alimenticios del país.
Antes de ayer, sin embargo, Zarich tuvo que salir corriendo bajo una lluvia de huevos que le lanzó el pueblo de Avellaneda, en la provincia de Santa Fe, que ni siquiera lo dejó acercarse a las puertas de la empresa.
La anécdota sirve para que saquemos una gran lección optimista de ambos episodios: mientras los poderosos arrugaron y tuvieron miedo, el pueblo se autoconvocó e impidió el atropello aun cuando Zarich contaba con todo el poder cristinista, del presidente y de La Cámpora para llevar adelante su cometido.
Se trata de una historia aleccionadora. Las agallas demostradas por el pueblo de Santa Fe deberían hacernos pensar en que no todo está perdido a manos del populismo fascista. La gente común de Avellaneda entendió que, de alguna manera, si permitían lo que estaba por suceder, un día vendrían por ellos también. Que es mentira el verso de la defensa de los que menos tienen; que a esta gente no les importa nada lo que ocurre con los que menos tienen: esta gente solo desea acumular poder propio y ocuparán cada rincón que eventualmente se les presente si nadie les hace frente.
Y el pueblo decidió hacerles frente. El mismo pueblo del que se vale la demagogia del fascismo se paró de manos y dijo “¡alto!”. Si los argentinos pudieran discernir el peligro que hay detrás de cada impostura del populismo y desenmascararlo como lo hizo el martes, habría muchas esperanzas para recuperar la república.
Sin un convencimiento claro y completo de lo que hay en juego, el kirchnerismo tendrá una enorme ventaja. Sobre ella, justamente, han avanzado y han anclado su poder.
No hay dudas que se necesita un mínimo de apego a la libertad y al sistema de derechos para que ello ocurra; resulta muy difícil una reacción de esa magnitud si no se justiprecia el valor de la libertad.
Y ese valor deriva de cierta educación. Por eso la democracia está en peligro cuando los niveles educativos decaen. Y por nivel educativo no me refiero a que los chicos vayan a la escuela: hoy en día, en más de una, se verifican actos de adoctrinamiento inaceptables, hechos que tergiversan la historia y le meten a los alumnos en la cabeza un germen de odio y de resentimiento que luego es muy difícil detener. Por eso, repito, por “educación” no me refiero a un conjunto de chicos yendo al colegio. Me refiero a que esos chicos sean educados en los valores de la libertad y de la Constitución porque solo esa formación les permitirá ser conscientes de sus derechos para que cuando un atropello se intente ellos lo detengan y lo impidan.
El problema es que esta lógica justamente fue dinamitada por el populismo al que no le conviene ni que exista ni que rija. Como es el populismo el que educa, lo hace para arrimar ovejas a su rebaño; no para que mañana se le paren de manos frente a sus avances imperiales.
Me pregunto si esto hubiera ocurrido dentro de veinte años, cuando quienes deberían haber salido a las calles de Avellaneda fueran los chicos que hoy están en los colegios de la Argentina. ¿Lo harían? ¿La educación que recibieron (que están recibiendo ahora) les hubiera indicado que sus propios derechos y su propia libertad estaban en peligro? ¿O dentro de veinte años con la educación que están recibiendo los chicos hoy el fascismo tendrá más allanado aún el camino de la dominación?
¿Y qué hubiera ocurrido si Vicentín no fuera una empresa de Avellaneda, Santa Fe (un pueblo con la sangre de los gringos tanos y gallegos que vinieron aquí a trabajar) sino un establecimiento ubicado en el conurbano bonaerense? ¿Habría salido la gente de igual manera a defenderla? ¿Y eso no nos demuestra, acaso, que el modelo que más le cierra al fascismo kirchnerista para seguir restringiendo derechos y avanzar sobre la libertad es el modelo del conurbano bonaerense?
Sé que se me puede decir de todos por ser tan gráfico en mis ejemplos. Pero, ¿son exagerados?
Tomemos por lo pronto la parte positiva de la historia y celebremos que un conjunto de hombres del campo que tienen bien puesto lo que hay que tener bien puesto, le pusieron un freno a lo que 10 años antes un conjunto de poderosos no quiso enfrentar.