El 1º de julio de 1974 fallecía el entonces Presidente Tte. Gral. Juan Domingo Perón. Ese mismo día el peronismo que él creó, moría para siempre.
Que fuese luego una franquicia de usos múltiples en los años posteriores, es otra historia.
El 27 de octubre de 2010 fallecía el ex Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner. Ese mismo día el kirchnerismo puro desapareció de un plumazo.
La articulación de un sistema para gobernar las instituciones y apropiarse indebidamente de fondos públicos tuvo una impronta diferente con la aparición del cristinismo.
Hasta fines de 2013, por cierta inercia del crecimiento que existió hasta el 2011, el país -en el campo económico-social- se sostuvo a duras penas.
Los principios republicanos se fueron desvaneciendo aceleradamente, pero ese no fue nunca un aspecto que le importe a la mayoría de la sociedad.
Alberto Fernández conoce de sobra esta historia.
Como suelo ejemplificar al analizar escenarios delictivos “las primeras declaraciones, los primeros hechos visibilizados son los verdaderos”.
Luego los mismos se distorsionan por manipulaciones, conveniencias, agregados, olvidos, negaciones, encubrimientos, etc.
Es decir, ya sea por acción u omisión el escenario cambia notablemente.
El actual Presidente fue sumamente claro en las expresiones vertidas en su famosa nota “Hasta que el silencio aturda a la Presidenta” refrendadas en diversos reportajes posteriores que brindó a los medios de comunicación.
Esa es, a mi criterio, la íntima convicción que tiene Alberto Fernández respecto a su Vicepresidente, más allá que una y otra vez trate de borrar con el codo lo que escribió con su mano.
El actual mandatario viene construyendo poder lentamente, y como afirmé en varias notas no hay que olvidarse que él maneja la lapicera.
Obviamente que tiene una socia a la cual no puede ignorar y que le resulta inconveniente no escucharla y/o no acceder a ciertos reclamos que ella le efectúa. Es comprensible.
Pero no nos confundamos, no se trata del famoso “Soy yo, Cristina …” seguido del epíteto que todos conocen dirigido de manera soez a un secretario a quien manejaba a su antojo. El trato que le dispensa a Alberto Fernández es absolutamente diferente.
En esta segunda mitad del año seguramente se vendrán cambios en el gabinete tal y como estaba previsto desde un comienzo.
Ahora, los gobernadores del PJ y el sindicalismo afín tendrán mayor presencia y capacidad de manejo en las diferentes áreas gubernamentales.
Hasta posiblemente aparezca alguna figura importante en uno o varios ministerios claves que pueden no formar parte de la tropa propia.
En instancias críticas ciertos consensos van a ser indispensables.
Alberto Fernández se las ha ingeniado bastante bien para obstaculizar el avance y la toma del poder que la Vicepresidente y sus seguidores buscan desde hace rato.
Haber presentado el tema de Vicentín como una “expropiación” a través de un DNU de intervención, es realmente un error con daño controlado.
Profesionales del derecho y con experiencia política como Vilma Ibarra y Marcela Losardo no suelen cometer un desatino de tal magnitud.
Cualquier expropiación planteada en esos términos iba, irremediablemente, por vía muerta.
Hasta posiblemente se haya medido la reacción que una decisión de esta naturaleza provocaría en los “hombres del campo” y mayor aún en la ciudadanía que llamaba por las redes a convocarse el 20 de junio de manera multitudinaria. Nada parece inocente.
Ni los medios de comunicación, ni la clase política supieron interpretar los dichos del Presidente del viernes 26 de junio cuando expresó en una teleconferencia: "Ya no tengo a Néstor (Kirchner), no te tengo a vos Lula, ni a Pepe (Mujica), ni a Correa, ni a Lugo, ni Michelle, ni a Evo, ni a Chávez. A duras penas somos dos los que queremos cambiar el mundo, uno está en México, Andrés Manuel López Obrador", planteó Fernández en el diálogo con el brasileño.
Alberto Fernández fue muy claro, no es posible hacer ninguna revolución al estilo Foro de San Pablo cuando los dirigentes que lo conformaron están dispersos y no tienen poder.
Y fue muy preciso al “avisar” que su alianza es con López Obrador (conocido como AMLO) en esta nueva etapa, a sabiendas que el actual mandatario mexicano ha tejido una excelente relación con Donald Trump (a quien AMLO llama Sansón) con el que pretende cerrar un mega acuerdo y que incorpore también a Canadá (TEMEC) para atraer las empresas que hoy operan en China y así disminuir el poder del gigante asiático después de la pandemia.
Putín se mantiene prescindente y en rigor de verdad contempla con mayor beneplácito un acuerdo con EEUU que con China, con quien tiene cuentas pendientes.
Todo ello explica el apoyo explícito del FMI a las negociaciones que Argentina mantiene con los bonistas acreedores para que se llegue a un acuerdo y el país no caiga en un default definitivo.
Alberto Fernández tiene en claro que necesitará imperiosamente del último tramo del préstamo que el organismo internacional le otorgó al gobierno de Mauricio Macri. Hasta el propio Trump está involucrado para que todo concluya de la mejor manera para Argentina.
Nuestro Presidente sabe de sobra que no puede salir “por izquierda” de esta crisis.
La actual situación del país, y fundamentalmente el escenario internacional que presagia un posible alineamiento de Maduro con EEUU, preferible a una caída estrepitosa, en función de las declaraciones que el testigo Alex Saab prestará en el país del norte apenas se conceda su extradición y que podría comprometer a varios mandatarios de la región (y Argentina no estaría exenta) señalan el rumbo a tomar.
La situación geopolítica que Alberto Fernández imagina lo vincula directamente con los preceptos que EEUU disponga para toda américa. Todo lo demás, son fuegos de artificio.
Hasta la peligrosa jugada de prestarnos a experimentos con la vacuna contra el Covid 19 muestra claramente en que liga se pretende jugar.
Las mediciones reales a nivel nacional muestran que Cristina Fernández posee un caudal de seguidores propios de apenas unos puntos por encima del 20%, cuando se la toma escindida del PJ histórico.
En cambio, Alberto Fernández suma al PJ tradicional un número importante del sector independiente que lo coloca claramente por encima del cristinismo puro y que crece aún más cuando el primer magistrado se aparta de la tropa comandada por La Cámpora.
Asimismo, ha logrado tejer un entramado con figuras del Pro-Cambiemos por su buena relación con Mauricio Macri y últimamente con Rodriguez Larreta a quien elogia de modo indirecto cuando suelta frases como “mi amigo Horacio”, dicha públicamente hace unos días.
La multitudinaria marcha del 9 de julio, a lo largo de todo el país, terminó de convencer al Presidente que no hay futuro alguno con más cuarentena rígida, sencillamente porque no existe ningún peligro de desborde sanitario respecto de un virus que a partir de octubre habrá desaparecido prácticamente del planeta, como suele ocurrir con los virus manipulados en los laboratorios.
Por eso entiendo innecesario hacer pruebas con vacunas experimentales que terminan por costar cientos de vidas humanas que dentro de diez años los laboratorios especializados indemnizan, como ha ocurrido muchísimas veces.
Lo que sí debería preocupar al gobierno es el desafío que enfrentará después de esta “pandemia”: cómo hacer para que los índices de la economía salgan de “terapia intensiva” sin necesidad de tener que colocarle un respirador artificial para evitar que nos hunda en la miseria a todos.
Alberto Fernández sabe que el año electoral que viene nadie se acordará, ni lo aplaudirá por las supuestas muertes que evitó con esta larga cuarentena.
Sí lo juzgará por los efectos nocivos que produjo en los bolsillos de millones de argentinos con una medida que siempre fue más política que sanitaria.
Y para esa epidemia económica nadie le va a facilitar ninguna vacuna.
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