Al analizar la nueva “movida K”, se acentúan nuestros recelos respecto de un tema que se intenta resolver por un supuesto “clamor popular”, favorecido por la tozudez de una mayoría de ciudadanos de poca memoria, que votó a los candidatos del gobierno en diciembre creyendo en sus promesas de haber regresado “mucho mejores”.
Gracias a ello, el kirchnerismo avanza hoy sintiéndose libre para recomenzar sus inciertos y tradicionales viajes al país de “nunca jamás”, mientras nos mantienen amordazados dentro del baúl del anticuado vehículo con el que se transportan habitualmente.
Son los mismos que nos llevaron al fracaso una y otra vez (las estadísticas impiden que se nos acuse de exageración al respecto), tratando de dilucidar —¡una vez más!— las diferencias que existen entre la verdad, la falsedad y la incertidumbre, voceando, como siempre, algunas consignas carentes de certeza alguna.
Ellos son, en realidad, quienes han contribuido a afirmar la denominada “grieta”, profundizada por su cerrada negación a permitir cualquier debate político plural, abierto y sin sectarismo alguno, a fin de establecer un orden mínimo que favoreciese, al menos, la igualdad de oportunidades para todos, “de acuerdo con la capacidad natural de cada uno” (como pregonaba la Revolución Francesa); y el cultivo de un esfuerzo colectivo “aséptico”, imprescindible para fortalecer la convivencia dentro del disenso, abandonando así una lucha sin cuartel donde se considere al opositor como un enemigo.
“En cuanto al método (para que ocurra el orden señalado), se entiende por ello algunas reglas ciertas y fáciles cuya exacta observancia permite que nadie tome nunca como verdadero nada falso, y que, sin gastar inútilmente ningún esfuerzo de inteligencia, permita llegar, mediante un acrecentamiento gradual y continuo de ciencia, el verdadero conocimiento de todo lo que sea debido conocer” (René Descartes).
Todo esto se logra, por supuesto, sin poner nada sospechado de falsedad en el lugar de lo verdadero, abocándose a descubrir anticipadamente las características de cada asunto, “para no actuar a destiempo y al azar, antes de conocer el particular de las cosas”, como agrega el mismo autor.
En medio de un escenario crítico donde nos sacude una pandemia aún incontrolable, el gobierno acaba de presentar “su” propuesta de reforma de la justicia, buscando interrumpir quizás el protagonismo menguante del conteo diario de enfermos y muertos provocados por aquella, poniendo una vez más el carro delante del caballo.
Porque aún para el más desprevenido, dicha propuesta aparece como una burda pretensión para abroquelarse detrás de una velada impunidad específica.
En efecto, no hace falta ser demasiado sutil al respecto y solo basta analizar algunos conceptos vertidos por el pretencioso “comunicador delegado” de Cristina:
a) “Vamos a ponerle fin a la designación de jueces amigos”, dijo en su alocución Alberto; (¿De qué manera señor Presidente? ¿Aumentando “a piacere” la cantidad de juzgados “de un saque” sin haber diseñado previamente los concursos para elegir a los nuevos jueces –lo que llevará en el mejor de los casos un año, año y medio, o quizás algo más-, designando “a dedo” subrogantes “moldeables” durante el interregno?
b) “Terminar con jueces dependientes de poderes inconfesables de cualquier naturaleza”, agregó; (¿Qué tipo de poderes? Su partido, ¿no ha demostrado históricamente formar parte de esos presuntos poderes señor Fernández? ¿No sería mejor enjuiciar sin más a los magistrados que actúen de modo arbitrario, utilizando a tal efecto las disposiciones legales ya vigentes?)
c) “Impulsar un reordenamiento de la justicia federal que evite el cajoneo o la activación de expedientes en función de los tiempos políticos”; (¿Podemos creer en la seriedad de sus intenciones señor Fernández al ver de qué manera presentó su renuncia el ex Juez Canicoba Corral luego de haber enjuiciado, casi ex post, a dirigentes de Juntos por el Cambio, mientras su partido elaboraba esta propuesta, supuestamente “purificadora”, entre gallos y medianoche?
d) “Acabar con la arbitrariedad en materia de detenciones” (¿Una velada alusión a la posible excarcelación de innumerables corruptos del Frente para “Todes” que esperan sentencia por sus ya probadas tropelías financieras?)
e) “Evitar la concentración de procesos que el ‘oligopolio’ (¿?) de los jueces federales ha permitido” (Señor Presidente: según la RAE un oligopolio es un término que atañe específicamente a la economía, aludiendo a la concentración de un sector industrial y comercial en un reducido número de empresas. ¿Se trata acaso de otro lapsus de su habitual retórica extravagante?)
f) “Los problemas de la Argentina no se resuelven con menos justicia, sino con más y mejor justicia” (¿En qué consistiría dicha obtención según lo ve Ud. señor Presidente? ¿En embrollar el sistema hasta convertirlo en un elefante ingobernable y por ende más dependiente del poder de turno?)
g) Al aludir a un consejo “asesor” para ajustar los objetivos de la reforma, dijo finalmente el “comunicador” de la supuesta buena nueva: “este Consejo estará integrado por las más prestigiosas personalidades del mundo académico y judicial, y será un cuerpo consultivo del Poder Ejecutivo para otras transformaciones de fondo (¿?) en nuestro Poder Judicial” (¿Personalidades elegidas por quién? ¿Por Ud. en soledad, señor Presidente; acaso con la connivencia de su asociada y mandante, la señora Kirchner, quien le obligó a incluir en el mismo a su abogado defensor? ¿Para que favorezcan la discrecionalidad que ha demostrado Ud. en sus siete meses de gobierno? ¿En consulta con qué otros representantes de las fuerzas vivas de nuestro país? En cuanto a las “otras transformaciones” (sic), ¿no hubiera sido importante describirlas sin dejar la pelota picando en el aire a todo evento? ¿Se tratará de un nuevo conjunto inorgánico de expertos a los que se presionará para que convaliden lo que se resuelva de antemano en el ámbito del Poder Ejecutivo?
Finalmente, sería bueno que se nos informe qué olla deberá raspar el gobierno para financiar el enorme paquete de traslados, compensaciones, nuevas locaciones de trabajo e insumos suficientes para realizar las tareas del nuevo universo que se creará (algunos economistas mencionan la cantidad de 5.000 millones de pesos; otros algo más), mientras estamos asistiendo a una emisión monetaria que augura un desborde inflacionario de proporciones gigantescas.
En fin, bien dice el vulgo que para muestra basta un botón. Aquí señalamos algunos más, elegidos al azar, dejando la parte técnica del proyecto para el análisis de los expertos en ojales y botones, por decirlo con humor. Es decir, juristas probadamente sabios e independientes.
Por lo expuesto, no deberíamos confundirnos ni por pienso, porque cuando se enfrenta a un animal de cuatro patas y poco porte físico, bigotes finos, cola larga, ojos amarillos y pelo sedoso, que maúlla y ronronea mientras se enrosca zalamero en nuestras piernas, se trata del mismo gato de siempre.
En nuestro caso, un gato fascista y despilfarrador.
Será conveniente que comencemos a practicar entonces, desde ahora mismo y a todo evento, los versos de una popular canción de moda: “Resistiré…etc.”, porque estamos totalmente de acuerdo con lo señalado hace unas horas por el prestigioso economista Juan Carlos De Pablo sobre el escenario político actual: “tenemos dos problemas, el coronavirus y el gobierno”.
Bastante densos y amenazantes, por cierto, agregamos nosotros.
A buen entendedor, pocas palabras.