Hace ya unos cuántos años que se viene repitiendo el concepto «desclasado» para referirse a personas que no se comportan como otros seres humanos esperan que se comporten.
Muchos quedan pedaleando en el aire, con la boca abierta o perdidos en el laberinto mental en la búsqueda de qué le quisieron decir.
Por ello, desde aquí buscaremos abordar el tema de una forma sencilla para que usted, estimado lector, sepa a qué se refieren cuando escucha esta palabra dirigida hacia su persona o a otro que vio pasar por allí en alguna red social o en algún programa de tevé.
Breve abordaje al concepto
La Real Academia Española ha definido al «desclasado» como un adjetivo referente a alguien que «no está integrado en ninguna clase o grupo social». Sobre esta base podemos inferir que, para variar, quienes utilizan la palabra no tienen la más pálida idea de su significado. O sea: según la RAE lo más cercano que podemos hallar a un desclasado es un linyera que no es pobre ni vive en la calle por falta de herramientas para una mejor subsistencia, sino por estar totalmente en otra, por decisión o locura, como los viejos crotos de antaño.
Pero como cierto sector de la humanidad siempre gusta de otorgarle un nuevo significado a las palabras, nos damos a la misión de explicar qué quiere decir “desclasado” para quienes utilizan este concepto.
Comenzó a leerse y escucharse cada vez con más ímpetu con las sucesivas marchas en protesta contra el gobierno de Cristina Fernández en 2013, 2014 y 2015, cuando desde los aparatos oficiales de comunicación descubrieron que los manifestantes no eran todos ricos. Como la sola idea de imaginarse a un sujeto de clase media protestar contra un gobierno nacional y popular no cuadraba dentro de ningún parámetro lógico, apelaron al adjetivo «desclasado» sustantivizándolo. Así, se coló en reemplazo del ya gastado «clase mierda» que resultaba un tanto más violento.
Lo curioso del asunto es que la mayoría de quienes utilizaban el término «clase mierda» eran por definición, historia, genealogía y poder adquisitivo, más clase media que la familia de Mafalda. Lo mismo ocurriría en el futuro –hoy nuestro presente– con los «desclasados» pero de una forma más amplia, dado que aplicaba a varias clases sociales. «Clase mierda» no les resultaba lo suficientemente englobante porque notaron que los pobres no aglutinados en ninguna Organización Social S.A. tampoco querían mucho al gobierno de Cristina.
El golpe fue duro y debe haber sido realmente violento notar que los colores del mapa de circunscripciones electorales determinaba que el entonces Frente para la Victoria perdía las elecciones presidenciales en zonas con abundancia de pobres, en los barrios más marginados, allá por 2015.
Tardaron en asimilar el golpe. ¿Cómo los pobres van a votar a los chetos millonarios de Barrio Parque en lugar de a los chetos millonarios de Puerto Madero y Recoleta? La palabra «desclasado» finalmente adquirió un uso cada vez más masivo para poder definir de forma precoz e insultante a cualquiera que se manifestara a favor ya no de Mauricio Macri, sino en contra de cualquier político del kirchnerismo.
Problemática de la terminología
El gran inconveniente a la hora de hablar de desclasados es que se la ha otorgado un nuevo significado no reconocido por la RAE: el de la persona que forma parte de una clase social pero se cree de otra, obviamente, superior.
Puede resultar anacrónico que hablemos de clases sociales en un mundo en el que las sociedades tienden a ser líquidas y la lucha de clases se ha ido al tacho con el primer tipo que entendió que, si a un pobre se le da a elegir entre matar a un rico o ser rico, probablemente optará por la segunda.
Pero los ejemplos de acusaciones han ido en aumento y, por ende, el significado de la palabra mutó y fue aceptado.
Los problemas que atañen a esta nueva definición son numerosos, siendo el primero de ellos el enojo del emisor. El enojo no es cosa fácil, porque cuando se ve maximizado por un hecho puntual –como el fracaso de los políticos por quienes el emisor se ha puesto la camiseta– suele acarrear situaciones difíciles de abordar, como ver a un clase media llamar desclasado a otro clase media, lo cual resulta irrisorio. O llamar desclasado a un pobre, lo cual resulta violento e inaceptable.
Llamativamente, si nos regimos por al antiguo sistema de clases sociales, quienes más utilizan este argumento son sujetos que forman parte de la misma clase del receptor, o de una superior. No es de extrañar, tampoco, que desconozcan su propia historia.
Lo que sí resulta llamativo es que muchos se aglomeren bajo el amplísimo paraguas del panperonismo y, desde allí, definan como desclasados a otros. Muchos de los peronistas –por no decir la mayoría– que tienen poder de comunicación, sea en una red social, un canal de televisión o en un cargo ministerial, son sujetos que desconocen la doctrina del propio peronismo. Ignoro si éste último punto es así por falta de ganas, por cinismo o por la simple necesidad de pertener a algo que los aglutine ante la anodina realidad que viven que los lleva a refugiarse en una masa homogénea. Y cuando una realidad es hegemónica, cualquiera que asome la cabeza o eleve la voz para decir algo distinto debe ser decapitado. Pero como en la Argentina se han abolido las muertes por causas políticas hace ya mucho tiempo –aunque a algunos se les olvide de vez en cuando– se ha optado por el sistema de la antigua grecia: el de la expulsión de la sociedad, el del muerto civil. Y para eso, nada mejor que la bala de plata llamada «desclasado».
¿Qué puede ser peor que sentirse un desclasado? En teoría, esto implica que renegás de tu propia clase social la cual debería expulsarte por no querer ser como ellos. Pero como bien decía respecto del peronismo y la falta de ganas de leer, les tiro un tip: el peronismo buscó sacar de una clase social paupérrima a millones de personas para que pasen a integrar la clase media. Un forro el General produciendo millones de desclasados. Y por decantación, el Justicialismo tal como lo comprendiera el mismísimo Perón en alguno de esos libros que en su slut vida leyeron, creía que el camino a una sociedad plena era sencillo: que cada uno pudiera tener una mejor calidad de vida que la que tuvieron sus padres, así como nuestros hijos deberían tener una mejor vida que la nuestra. Una manga de desclasados a troche y moche.
Curiosamente, el nuevo concepto de «desclasado» como sustantivo aplicaría para cualquier sujeto de cualquier clase social. Imaginemos a los clase media viajando a Miami. Imaginemos a alguien que vive en Las Heras y Junin calificándolos de «desclasados» desde el Twitter por iOS del iPhone 33 que trajeron ellos mismos de su último viaje a Miami.
Lo mismo ocurre cuando un zapato con derecho a tener un micrófono y que vive una vida cómoda gracias a ser un gran replicador de conceptos gubernamentales inexistentes en la vida real, le grita desclasado a un tipo que pasó hambre y que a fuerza de su espalda logró salir de la vida que llevaba. Y lo hace en televisión abierta para agredirlo bien agredido. ¿Cuál sería el motivo? Habría que consultarle a algún psicólogo –que no asesore al gobierno– pero apostaría a que le duele que alguien realmente sostenga sus principios y no haya sido corrompido por un mejor pasar económico financiado por el IVA de los pobres.
Y así se van repitiendo situaciones hilarantes en las que, este mismo sujeto que escribe estas líneas, es acusado de desclasado por querer tener una vida mejor que la que tuvo en su adolescencia, y que esa vida sea en base a su trabajo, a su esfuerzo y a sus ganas de progresar sin depender de la dádiva de ningún gobierno, sino todo lo contrario: a pesar de los gobiernos.
A modo de conclusión
Ojalá este fuera el mayor de los problemas, pero a medida que pasan los años, nos encontramos a peronistas ABC1 gritándoles «desclasados» a tipos que no llegan a fin de mes sólo porque no apoyan al gobierno que dice ser peronista. Peronistas de La Horqueta llamando «desclasados» a pobres por querer dejar de ser pobres. Progresistas con servicio doméstico que, si supieran que la chica que limpia en sus casas estudia enfermería en la nocturna cuando podría vivir de planes sociales, también la llamarían desclasada malagradecida.
La explicación fue larga, pero era necesaria para que se entendiera el concepto final: hoy, en la Argentina, el desclasado es el que quiere vivir mejor que como vive y reniega de los gobiernos para ello. No hay forma de dimensionar este tipo de actitudes en cabezas formateadas para la lucha de clases, para que el pobre sea pobre, el rico sea rico, y así.
En resumen, cuando alguien grita «desclasado» a otro, en realidad está siendo sintético: es una forma breve de decirle «quisiera que vos, tus hijos y los hijos de tus hijos sean pobres y dependientes de la dádiva por toda la eternidad para así sentirme superior a vos de alguna forma».