Primera modalidad: hay 13 provincias argentinas que contienen mafias, conformadas por delincuentes comunes asociados a políticos y funcionarios públicos, que otorgan impunidad a la compraventa de bebés. Es un país ordenado y preparado para ello, al punto, que robar un recién nacido no se considera delito de trata de personas.
Segunda modalidad: en las 24 provincias también se hacen entregas de recién nacidos, pergeñadas y encubiertas por los propios parientes directos de las niñas, adolescentes y mujeres en estado de vulnerabilidad, con el fin de hacer desaparecer el producto de la deshonra, vergüenza o inoportunidad.
Los desaparecidos de la primera modalidad son difíciles o imposibles de encontrar, ya que el secreto del destino es la esencia de la comercialización a nivel nacional o internacional.
Los de la segunda, ya sean madres o sus hijos robados se buscan artesanalmente, sin fin y sin advertir, al menos conscientemente, que las respuestas sobre su verdadera identidad de origen se encuentran en las cabezas de sus propios parientes y en general, con la complicidad de sus criadores. La vejez, de a poco, se encarga de esconder dentro de las tumbas, los secretos de familia.
Cuando los de esta modalidad logran encontrarse, se debe a la ruptura o a la fragilidad de la cadena de secretos de la cual alguien deserta. También colabora la exposición pública de la registración apócrifa, necesaria para instalar a la criatura, para hacerla cumplir rol de hijo en una familia ajena.
En general las madres víctimas, nunca encuentran a sus hijos robados en el momento del parto, por cuanto se encuentran en la encrucijada de tener que tomar decisiones emocionales a partir de conocer, al menos inconscientemente, que sus propios padres, fueron los autores intelectuales y materiales que hicieron posible el robo de su propio nieto.
Cómo logran el estado inerme de la madre víctima
El 100% de los abusos ocurren dentro de las paredes del hogar, consumados por sus propios familiares.
Las víctimas bajo esta condición desde recién nacidas, ni siquiera avizoran que pueda existir una modalidad más afectuosa de trato diario.
Bajo el temor reverencial hacia sus mayores y hasta de sus pares, aceptan todo lo que les dan, en silencio y hasta con gratitud.
Por necesidad, por creencias o por temor a sufrir la exclusión del clan sobreviven como pueden. Los más fuertes suelen alejarse, nunca a tiempo y siempre con desgarros que terminan registrándolos en la cuenta de sus propias culpas.
La mayoría de las personas interpretan que el abuso se asocia a la agresión sexual, pero no es así.
El abuso es sinónimo de injusticia, arbitrariedad, iniquidad, torpeza, ilegalidad, exceso, atropello, asfixia, calificativos estos, que por ignorancia se sufren con total naturalidad.
Si no comprendemos esto, deberemos aceptar que tan sólo por ser mujer, esposa, hijo, hermano, nieto o anciano, merecemos vivir en un estado de victimidad, que nos acompañará toda la vida, provocandonos la auto percepción de ser heridos, débiles, impotentes, vulnerables, merecedores de la mortificación, “Celestial” que nos fue dada.
La mayoría de las personas no conocen con claridad cuáles son sus derechos ni cuáles son los límites de unos y otros, como tampoco dónde comienzan y terminan los propios. La existencia de los derechos humanos, como conocimiento del bien y del mal o la diferencia entre lo propio y lo ajeno, las conocimos recién al final del proceso militar que terminó en 1983.
Una pequeña mención cabe hacer sobre los que lucran con los derechos humanos, que a pesar de haber transcurrido 40 años, siguen removiendo las heridas, para que no cicatricen nunca, porque de esa sangre, aún hoy siguen viviendo.
La religión católica es fundante de este desquicio. Enseñaron que el sacrificio es el único modo de encontrar la Salvación Eterna. Que humildad es lo mismo que humillación. Que si te cachetean hay que ofrecer la otra mejilla, aunque la psiquiatría diga que tal hecho pertenece a una enfermedad de la psiquis llamada masoquismo.
Pareciera ser que en aquella famosa escena evangélica, eran los mercaderes los que se apropiaron del Templo y sacaron a latigazos a los Buenos. Hay dudas sobre ello, para colmo en la imagen no se aprecia con claridad sobre quién es quién, aunque se observa un agresor, castigando a las mujeres que habitan la escena.
Desde allí, el respeto no dependió más de la dignidad de la persona, sino de la piedad y la conmiseración del agresor.
El deseo, por ser uno de los más atractivos de La Naturaleza, fue el más golpeado. Nunca nadie aclaró nada, sólo se sabe que metieron en un Paraíso a una pareja, que no sabía leer ni escribir, completamente desnuda, que parece que ni se tocaron, ya que una víbora les hablaba todo el tiempo y que fueron, sorpresivamente desterrados, luego de dar el primer mordisco de una manzana.
Nunca se comprendió la ira desmesurada de aquel Ejecutor desconocido, ya que la verdadera condena comenzó para ellos, cuando tocaron Tierra.
Adán fue forzado a ganarse el pan con el sudor de su frente, cuando el trabajo debiera haberlo aprendido como un placer, por cuanto nos otorga libertad e independencia.
Eva fue condenada a tener hijos con terribles dolores, con más la imposición de una especie de indemnización mensual, sin límite de tiempo y con sangre, ya que en aquella época no había cómo cobrarle una deuda a una pobre mujer, desnuda y sola, en la inmensidad de un mundo desconocido.
La capacidad de reflexión fue reemplazada por la sumisión, la inteligencia por un relato, con lo que se completó el gran negocio de un supremo, absolutamente malvado, que vive en la Tierra, en el Cielo y en todo lugar.
Yo, junto a una legión de adolescentes, probamos en carne propia esta circunstancia. Nunca encontramos un lugar oculto donde este señor no esté mirando. Así, a escondidas conocimos el placer, que desde pequeños avizorábamos como un futuro espectacular.
Aunque semejante descripción parezca más perteneciente a la organización de un barco pirata, no es así, es una verdad correspondiente a cómo nos enseñaron el inició de Todo, quién fue el autor y en qué debíamos creer y en qué no.
La intensidad del abuso depende de la resistencia y los recursos de la víctima
Por supuesto, dependerá de cada lector regular la violencia de cada abuso, porque seguramente ha sido víctima de ellos en grados diferentes, pero, me pregunto, ¿cómo sabría el lector de lo que le hablo, si con nada de ello se siente identificado?.
Intentar resumir lo que quise decir es como pretender que el agua caiga en la cuenta que está mojada. Para resolverlo, voy a colocar dos audios, que muestran con claridad, cuáles son los verdaderos obstáculos que atraviesan, los buscadores, especialmente las madres para encontrar a sus hijos robados.
Voy a ocultar la identidad de la persona, porque no nos hace falta para comprender el mensaje. Les recomiendo escuchar con atención cada video y cada justificación en la palabra de esta señora.
En el primer audio pide ayuda para encontrar a su hija robada. En el segundo, luego de conversar con su familia y su ex esposo se retracta.
Cada uno sabrá poner su remedio en orden a lo que necesita y desea, todos los demás, en nuestras vidas, son invitados de piedra, aunque nos cueste creer.