Oriana Fallaci, la inolvidable y combativa periodista italiana, dijo alguna vez: “si las ortigas me invaden, si la hiedra me asfixia, si un insecto me envenena, si un león me muerde, si un ser humano me ataca, lucho contra ellos”.
¿Quiénes simbolizan hoy el peligro de la opresión para nosotros?
Sin duda alguna, una casta política que, en el caso del kirchnerismo, pretende organizar un mundo “en el que para sobrevivir hay que matar y devorar a otros seres vivos, ya sean éstos un pollo, o una almeja, o un tomate”, como continuaba diciendo Fallaci.
El gobierno actual es un patético ejemplo -en clave histórica-, de la promoción de un espectáculo social donde se busca destrozar nuestras razones “alternativas”, apretándonos el cuello con violencia, para contribuir a la conformación de un poder invisible, donde la “tortura psicológica” se planea entre bambalinas.
El advenimiento de una gran cantidad de insignes mediocres, que no encuentran lugar satisfactorio para sus aspiraciones desmesuradas de ser considerados “mejores” en el seno de la sociedad, ha convertido el mundo de la política en un verdadero chiquero cuyas trampas y engaños han terminado por hacernos dudar de la viabilidad de nuestra propia existencia, como ciudadanos con algún tipo de derecho.
Porque las políticas públicas que se siguen perfeccionando día a día, han fulminado la libertad, el acceso a la cultura y la posibilidad de montar emprendimientos independientes, generando en su reemplazo la creación de “masas” adocenadas que siguen a líderes ambiciosos, irresponsables y con pocos escrúpulos.
Hoy esa autoridad concebida en forma abusiva no conoce límites y lo ha invadido todo con su modo de controlar un poder cuya impronta está en todas partes, lista para acapararlo todo.
¿Es posible desarmar esta maquinaria opresiva?
Es bastante difícil, porque el imperio del totalitarismo está tan arraigado entre nosotros como ideología política excluyente, que ha creado un escenario fuera del cual todo es recusado de manera imperiosa que atempera los valores de la democracia, limitándola, acallándola y haciéndonos vivir “la violencia de la calma”. Es decir, un escenario donde todo fluye bajo el tutelaje de una idea única y de un relato dirigido a mantener el cerrojo institucional, concebidos ambos en el seno de una auténtica borrachera de poder, donde se privilegia la humillación injustificada de los que piensan diferente, provocando el peligro de hacer pasibles a los opositores de un condigno “castigo” ejecutado con absoluta frialdad y desprejuicio por quienes ejercen el gobierno.
La situación ha llegado al punto en que una gran mayoría silenciosa ha sido relegada a callejones sin salida, quedando prácticamente encerrada e imposibilitada de ejercer sus disidencias, porque la “casta” política que se ha instalado en el poder se maneja con una legalidad impuesta que nos trata como si fuésemos parias.
Los pocos vestigios de algunas promesas formuladas alguna vez desde el llano apelando a la justicia, han desaparecido apenas estos dirigentes arribaron al gobierno, luchando hoy por la concentración del poder total en sus manos.
Quizá por ello, la respuesta solo está en la lucha callejera organizada para aturdir con “otras” consignas a quienes especulan sin desparpajo para mantenernos maniatados “per secula seculorum”.
Es en ese sentido, que consideramos válida la reflexión de la Fallaci con que comenzamos estas breves reflexiones, a fin de que el cementerio que pretende construir el despotismo de estos nuevos “iluminados” del siglo XXI no termine finalmente con el depósito de nuestros cuerpos inermes y sin vida.
Para finalizar, citamos a Ortega y Gasset cuando alertaba sobre la supuesta validez del pensamiento único propiciado por ciertos demagogos –representados en nuestro caso por la flor y nata de un kirchnerismo autoritario-, quien recordaba que para que lo humano se enriquezca, se consolide y se perfeccione, es preciso que se den situaciones diferentes “que abran una variedad de situaciones que dejen otras posibilidades abiertas, sin jugar la vida a una sola carta” (sic).
A buen entendedor, pocas palabras.
"LAS HEREJIAS A LAS QUE DEBEMOS TEMERLE SON LAS QUE SE CONFUNDEN CON LA ORTODOXIA" Esta frase de un cuento de Borges, se aplicaría al caso del CRISTINISMO-PERONISMO. Es cierto que la MAYORIA SILENCIOSA, está espectante pero como nunca EXPRESIVA. Quizás haya que inventar un neologismo para explicarlo como el "CIUDADANISMO", que la manifestación publica en las calles de un SENTIR CIUDADANO REPUBLICANO al que hay que aferrarse con fuerza como MURO DE CONTENCION. Está mas que claro que MOLESTAN las marchas CIUDADADANAS y poco a poco va poniendo nervioso y como la gota de agua orada la piedra, de a poco, se empizan a ver las DISCREPANCIAS INTERNAS y ya se ven atisbos de DIFERENCIACION dentro del MISMO FRENTE. Entre los "DECEPCCIONADOS" por Alberto Fernández y Sergio Massa, están los que se consideran FUERA de la jugada de Cristina y La Cámpora, son los que ven el "jardín del Edén" desde las rejas, cuando CREIAN que tambien iban a compartir la tierra prometida de "leche y miel". Son esas fuerzas INTERNAS las que resquebrajaran al maquinari opresiva. No es por la ideología ni siquiera por el partido (peronismo), sino por......¡LOS INTERESES!