El halcón vicepresidente norteamericano Dick
Cheney sorprendió a Occidente visitando Afganistán el lunes 28 del febrero pasado, pero más sorprendido
fue él al salir ileso de un atentado talibán que produjo por lo menos 18
muertos y decenas de heridos. Las informaciones de este importante hecho son
contradictorias hasta ahora. Llama la atención que se adjudique el operativo
terrorista a una sola persona, un suicida. Pero la potencia de la explosión de
la bomba hace dudar que pueda haber sido transportada por un hombre solitario y
a pie, en la entrada misma del
Cuartel General de las fuerzas yanquis y del cuerpo expedicionario “de
seguridad” de la OTAN, en la base aérea
de Bagrán, a 60 kilómetros de Kabul.
La sospecha es inevitable: ¿habrá contado con cómplices dentro mismo de esa
fortaleza donde hay también policías y trabajadores afganos como mercenarios
disfrazados de “contratistas?”.
Cheney llegó el lunes en vuelo desde Pakistán, donde se entrevistó con el presidente Pervez
Musharraf, a quien pidió extremar las medidas de vigilancia en las zonas
fronterizas con Afganistán, donde se
tienen informaciones que aumentan los campos de entrenamientos de jóvenes estudiantes
del Corán, o sean talibanes. La inquietud yanqui podrá ser confirmada por Cheney al presidente Bush, luego de la experiencia del
atentado.
Ahora sabrá que los 2.500.000 afganos que regresaron a sus hogares después
del ataque a su país el 7 de octubre del 2001, no volvieron a gozar de la
“democracia” sino a luchar contra los invasores. Por eso se cortó el
retorno de otros más de 2 millones y medio que esperan retornar.
El mismo lunes de su llegada a
Bagram, Cheney se vio impedido de
viajar a Kabul como lo tenía
programado, para entrevistarse con el presidente títere y ex empleado de sus
empresas en Estados Unidos, Hamid Karzal,
éste declarado por revistas yanquis como el hombre más elegante del mundo,
por los atuendos que usa ahora en su país de nacimiento, que no pisaba desde
hacía muchos años.
Europa conmovida
Los “teléfonos de la muerte” como llaman a los indicados para pedir
informes sobre sus familiares, están funcionando en el viejo mundo para saber
la suerte de los suyos (incluidos los de millares de mercenarios) ante el más
audaz atentado sufrido por la Alianza multinacional desde el inicio de la Operación Libertad Duradera.
Rodríguez Zapatero
Pocos días atrás, España entera se conmovió por la muerte de una
joven y bella soldado que manejaba un camión blindado con tropas
hispanas. Falleció por la explosión de una mina pisada por su vehículo e
hiriendo a otros compatriotas. Rodríguez
Zapatero voló a Galicia, de
donde era oriunda la muchacha, para recibir sus restos con grandes honores.
Tampoco se difunden muchas noticias de las actividades de los aliados
“señores de la guerra” que manejan el mayor negocio del mundo en materia de
drogas duras (96 % de heroína), aunque trascienden algunas informaciones de que
ese enorme tráfico no es ajeno a la complicidad de los ocupantes. Otra cosa que
se oculta es el peligro que entraña el regreso de los veteranos de Afganistán e Iraq, contaminados con radiaciones del ambiente por el
uso de uranio empobrecido, mal que traerán de regreso a sus casas, junto a
trastornos síquicos. Son “efectos colaterales”, explicaría el
Pentágono.
El 25 de febrero pasado, ya iniciado el juicio contra los supuestos
culpables de los sangrientos actos de terrorismo del llamado 11-M
(once de marzo) cuando se hicieron explotar bombas a control remoto en varios
trenes de pasajeros en Madrid, provocando 191 muertos y 1.824 heridos, el diario
ABC de esa capital, trajo una noticia
también explosiva. La nota es del enviado especial Mikel Ayestarán y se titula: “Un general afgano advierte a España
que “les atacarán de forma rápida e invisible”. En su primer párrafo,
fechado en Herat, se lee: “Los mulás
Abdul Hakim y Ahdurrahman han tomado
el mando de la insurgencia talibán en las provincias de Farah y Badghis. Tras unos años entre el exilio en Pakistán y
el silencio y rearme en Afganistán,
sus actividades empiezan a lograr focos de inestabilidad en los mismos lugares
donde las tropas españolas intentan cumplir con su misión”. Luego agrega:
“Sus nombres figuran en los informes de seguridad que elabora Naciones Unidas y aunque no están calificados como los comandantes
más peligrosos del país, su pasado como altos funcionarios del sistema talibán,
ambos fueron gobernadores de las provincias a las que han vuelto y la
importancia estratégica de esta región fronteriza con Irán, Pakistán y Turkmenistán, hace de ellos serios elementos
desestabilizadores”.
Tony Blair procede con la misma “inocencia” que José
Maria Aznar y Rodríguez Zapatero. Si bien días atrás anunció el retiro
de 1.600 soldados de Iraq, antes había dispuesto enviar 1.300 hombres más a Afganistán
donde ya tenía 6.400.
Pero la cosa no para allí.
La Secretaria de Estado yanqui Condoleezza
Rice y el halcón Rick Cheney, piden al viejo mundo que la OTAN,
la fuerza armada compuesta por casi todos los países de Europa
y Estados Unidos “hagan más en Afganistán”.
Lamentablemente, debemos recordar que nuestra
Argentina es “miembro asociado de la OTAN”. Sería de llorar que también
nos exijan carne de cañón para defender al imperialismo.
Enrique Oliva