De confirmarse los pronósticos –que hasta ahora nunca dejaron de ser
certeros- en un mes, quizás menos, Estados Unidos sufrirá una tremenda caída
en su economía que dejará en pañales a la Gran Depresión que se iniciara en
octubre de 1929. Una caída en la que se verán arrastrados los mercados y las
economías de muchos países del mundo, y que obviamente repercutirá más aún
en las deprimidas finanzas y las vapuleadas poblaciones de América Latina.
El Boletín de Anticipación Europa Global (GEAB
sus siglas en inglés), una publicación que suele anticipar tendencias de índole
económica con inequívoca exactitud hasta el día de hoy, en su edición Nº
12, emitida hace pocos días, anuncia para abril “la entrada en recesión
de la economía de Estados Unidos y el punto de inflexión de la fase de impacto
de la crisis sistémica global”, lo que equivale a decir “el momento
en que las consecuencias negativas de la crisis se incrementan en forma
exponencial”. En su boletín anterior, GEAB había anunciado, sin fallas,
el déficit comercial récord de Estados Unidos en 2006, la confirmación de la
desaceleración económica por la Reserva Federal, quiebras en serie de los
organismos de crédito hipotecario, y la continuación de la caída de bienes raíces
en ese país, entre otros temas.
Además LEAP/E2020 (Laboratoire Européen
d’Anticipation Politique Europe 2020), un correlato de GEAB, anticipa que “en
abril convergerán las tendencias negativas, cuando las múltiples crisis
sectoriales se transformarán en una crisis generalizada, una profunda depresión
que afectará al conjunto de los actores económicos, financieros, comerciales y
políticos”. Estos análisis fueron reproducidos en parte por el
periodista o Alfredo Jalife Rahme en su columna “Bajo la lupa”, del
diario mexicano “Jornada”.
De acuerdo a los pronósticos, las consecuencias
directas que convergerán en Estados Unidos son: aceleración del ritmo e
importancia de las quiebras de las sociedades financieras, que pasarán de una
por semana a una por día; alza espectacular de embargos inmobiliarios, con la
consecuencia de diez millones de estadounidenses arrojados a la calle; desplome
acelerado del precio de los bienes raíces, en un mínimo del 25%; entrada en
recesión de la economía; baja precipitada de las tasas de interés; conflicto
comercial con China; este último país se deshace del dólar y recurre al “carry
trade” del yen, especulación que utiliza el diferencial de la tasa fija
del yen, que recientemente cambió, frente a otras divisas más variables;
brutal caída del dólar frente al euro, el yuan y el yen; y caída de la libra
esterlina.
Muy a destiempo –con once días de atraso en
relación al anticipo de GEAB en su Boletín Nº 12-, el octogenario y ahora
jubilado presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, salió a advertir por
vía satélite en una conferencia de negocios en Hong Kong que “el ciclo
económico que comenzó en 2001 estaba llegando a su fin”, y que la economía
de Estados Unidos “podría caer en recesión en los últimos meses de este
año”, evitando adoptar los plazos más perentorios de los exactos
pronosticadores europeos. El caso es que Greenspan, ligado íntimamente a los
neoconservadores tipo Paul Wolfowitz, los mismos que idearon la “unipolaridad”
y las “guerras preventivas” (no es gratuito que el ciclo económico-bélico-financiero
estimulado por la Reserva Federal se haya iniciado en 2001, año emblemático en
el mundo), le deja ahora una papa muy caliente a su sucesor en la Reserva
Federal, Ben Bernancke, cuya nominación a ese cargo fue aprobada por el Senado
norteamericano el pasado 31 de enero.
El infierno tan temido
El habitualmente bien informado analista británico
Ambrose Evans-Pritchard, por su parte, indica que “la crisis hipotecaria en
Estados Unidos va hacia la descomposición”. En el diario “The Daily
Telegraph” del 24 de febrero último, Evans-Pritchard señala que “el
banco británico HSBC, que sufrió una paliza en el mercado hipotecario
estadounidense, puso de lado 10.400 millones de dólares para paliar las
contingencias, mientras el pánico ha empezado a arrastrar a un sector de los
empréstitos hipotecarios después de la quiebra de 22 prestamistas en los
pasados dos meses”. Lanza también dos
palabras extrañas: “credit crunch” (sequía crediticia), las
mismas que no se escuchaban desde que en 1998 el gran especulador húngaro-norteamericano
Giorgy Schwartz, más conocido como George Soros, demolió las economías asiáticas.
El periodista británico puntualiza además que “el
costo de los seguros para cubrir las pérdidas se ha incrementado en forma
exponencial y ha provocado temores de una ‘sequía crediticia’ que se
difunda a todo el sector inmobiliario”, y cita al director de Euro Pacific
Capital, Peter Schiff, quien diagnostica que el sector inmobiliario se encuentra
en una “descomposición imparable” y en una “espiral que se
autoperpetúa”. Claro
que no se puede pretender que los funcionarios de la Reserva Federal reconozcan
esa “descomposición”, por lo que muestran su mejor rostro sonriente
negando tal “desparramo” hacia todo el sector inmobiliario y a la
economía en general.
Por último, Evans-Pritchard cita a un profesor
de Economía de la Universidad de Nueva York,
Nouriel Roubini, considerado ahora un “perturbador” por muchos
de sus pares por romper filas con la opinión “consensual” que los
monetaristas de los bancos centrales vuelcan en los multimedios. Roubini, al
contrario de Greenspan, afirma que el estallido de la burbuja inmobiliaria “jala
lentamente a Estados Unidos hacia la recesión”. Según el economista, está
ocurriendo un fenómeno extraño, ya que “normalmente la recesión viene
primero y provoca problemas crediticios en su despertar, pero ahora Estados
Unidos enfrenta un ciclo en reversa, cuando la ‘sequía crediticia’ ha
golpeado antes de la desaceleración. Tenemos ya una recesión en los sectores
inmobiliario y automotriz, en las manufacturas y en las inversiones reales. ¿Qué
pasará entonces cuando la economía se desacelere?”.
Vinculando estas álgidas cuestiones económicas
con la “necesidad” norteamericana de
paliarlas mediante hechos bélicos, los analistas concluyen en que ahora
se entiende “por qué anda para arriba y para abajo, por todo el mundo, el
vicepresidente Richard ‘Dick’ Cheney, quien rabiosamente busca bombardear
con armas atómicas a Irán con el objeto de sacar a Estados Unidos de su recesión”,
preguntándose además: “Las recesiones en Estados Unidos suelen ser
ominosas para la salud planetaria en términos económicos y militares. ¿Lo que
no pudo resolver la Reserva Federal lo intentará ahora el complejo
militar-industrial con su enésima guerra?”.
Por nuestra parte, podemos señalar que el
reciente remezón sufrido hace pocos días por los mercados mundiales,
arrastrados por la abrupta caída de la Bolsa de Shanghai, del cual no se han
recuperado totalmente, habría sido un anticipo del comienzo de la llamada
“fase de aceleración”, que se verá plasmada precisamente en la caída de
los indicadores de todos los mercados bursátiles del mundo, en particular de
las principales bolsas de valores. Lo cual supone que los líderes del sistema
financiero internacional y de la economía global, como los ministerios de
Economía del G-8, los bancos centrales y el FMI, estarían llevando a cabo una
estrategia para ponerse a salvo, fingiendo avalar situaciones que en realidad no
controlan y que no habían anticipado en absoluto.
¿Y qué ocurrirá -de cumplirse los
habitualmente certeros pronósticos de CEAB- en la Argentina, el MERCOSUR y el
resto de los países latinoamericanos, incluidos por supuesto aquellos que
adhirieron al ALCA o firmaron convenios comerciales bilaterales con Estados
Unidos?. Lamentablemente, que gracias al arrastre que obligadamente sufrirán
por la Gran Depresión norteamericana en su versión Siglo XXI, serán lanzados
en primer lugar a una terrible emergencia en los campos del crecimiento y el
empleo.
Después... el infierno tan temido.
Carlos Machado