Previa: el simulacro
A diez años de la muerte irresponsable de Néstor Kirchner, El Furia, un simulacro de gobierno se presenta como kirchnerista.
Es de una paulatina mediocridad que no alarma. Portador de pretextos que legitiman.
Lo preside quien fuera el Premier. Eficiente jefe de gabinete. Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
En el ambiguo rol de vicepresidenta, acompaña la viuda real. La señora Cristina de Kirchner, La Doctora.
Los que creen que persiste el kirchnerismo maltratan o reverencian a La Doctora.
Como si condujera el “kirchnerismo duro” (que no existe sin De Vido, Moreno, Aníbal o Larcher).
O asocian a Alberto con la estampilla del kirchnerismo moderado.
Tergiversaciones del simulacro que no resuelve los efectos de la realidad que lo supera.
Carolina Mantegari
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En seminarios privados del portal, la peripecia vital de Néstor Kirchner se expresa a través de un par de logros y un par de derrotas.
Aluden al desperdicio del mejor tramo histórico, desde el plano comercial.
Debe destacarse, desde mayo de 2003, la construcción del poder personal.
El lucimiento que admite la invención de la identidad revolucionaria.
Retratos descolgados por el general Bendini y apoyaturas emotivas a las figuras emblemáticas de la defensa de los derechos humanos. Las señoras Hebe y Estela.
Facilitaban la chicana fácil de quienes desconocían anteriores atributos. Pero Kirchner apresó militares viejos e inofensivos y consiguió el estímulo protector de los progresistas.
De los izquierdistas demoledores de prestigio. Denunciadores seriales de corruptelas.
El diseño del Sistema Recaudatorio de Acumulación no admitía dejar a la izquierda afuera. Había que atraerla.
El tramo de la “construcción del poder personal” fue clausurado en octubre de 2005.
Es cuando se perfora la influencia de quien lo catapulta, Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas), en la provincia (inviable) de Buenos Aires.
Le bastaron a El Furia poco más de dos años para transformarse en el político más importante.
Con dos colaboradores fundamentales en el plano interno, enfrentados entre sí por su conducción radial.
Carlos Zannini, El Cenador, y Julio De Vido, El Pulpo.
Uno para escribir decretos y aconsejar y otro para la fría e inteligente faena de actuar.
Entonces se consagró Kirchner como el caudillo principal. Supo puentear a los gobernadores a través de la relación directa con los mini gobernadores, alcaldes mal llamados intendentes.
El Triángulo
Pero Kirchner conquistó la hegemonía del poder total merced a un triángulo.
Con Hugo Moyano, El Charol, la fuerza y la persuasión. Y con Héctor Magnetto, El Beto, la comunicación que garantiza el silencio.
Con semejante poder triangular no había Asís Digital, ni Urgente 24, ni semanario Noticias, que lo raspara.
El Sistema Recaudatorio de Acumulación lucía imbatible. Surgirían cuestionamientos serios sólo a partir de la muerte irresponsable de El Furia.
El Arcángel de Bergoglio
Pero corresponde evocar a Kirchner a través de las tres derrotas fundamentales que signaron su ciclo histórico.
Aportan mayor resina argumental que los logros relativos. Muestran la capacidad de recuperación ante la adversidad.
Fundamental fue la derrota en el Plebiscito de Misiones, en 2006.
Es donde naufraga el proyecto de reelección indefinida. Hacer de la Argentina una superación de Santa Cruz.
Es, aparte, el motivo del gran error. El de ser sucedido por La Doctora, aunque ella fuera superior.
Al desistir del segundo mandato, al que tenía derecho constitucional, y con el país rendido.
Tomado por el precepto torpe de creer que, sin mandato pendiente, el poder se diluía.
“En Argentina no corre el cuento del pato rengo. Si no seguís, fuiste”.
Misiones marca la consagración del Cardenal Jorge Bergoglio como enemigo principal del kirchnerismo.
El Arzobispo se dio cuenta de la jugada y habilitó al Padre Piña. Junto con la distribución de camisetas del Arcangel San Gabriel, enemigo del Mal.
Claro que el Mal no lo representaba Carlitos Rovira, Poderoso el Chiquitín. Era Kirchner.
La 125 de Lousteau
La segunda derrota, después del error, con La Doctora como presidenta, transcurrió en 2008. Por la “125 de Lousteau”, El Personaje de Wilde.
Pasó a la insolvencia de la historia como la “crisis del campo”. Disparate que admite el reinado efímero (en las encuestas) de Julio Cobos, Radical Kash.
Marca la ruptura con Clarín y el despliegue de la situación beligerante que se mantiene.
Y signa el alejamiento simultáneo de Alberto Fernández. Para permitir el equívoco del vínculo de unión entre el Grupo y el funcionario.
Es en virtud del equívoco que once años después La Doctora lo inventa a Alberto como presidente.
Aunque en pocos meses de 2020 ambos -La Doctora y Magnetto- se dan cuenta que la presencia de Alberto no aplaca la beligerancia.
Al contrario, nada ayuda a Clarín. Menos a La Doctora. Prosiguen la guerra absurda.
Sin infantería y ambos con la pólvora mojada.
Para el breviario, las legislativas de 2009 signan la última derrota de Kirchner.
Es cuando El Furia pierde con Francisco de Narváez, El Caudillo Popular.
Empresario de suerte, con el capital de los pasitos afortunados en el templo de Marcelo Tinelli, Poder Permanente.
En adelante, desde la lona, El Furia se recupera con las mujeres voladoras. Los fastos del bicentenario.
Se aproxima el tramo final. Coincide la prematura convalecencia de la carótida con las palabras hacia la juventud de La Doctora, en el Luna Park.
El mensaje más trascendente que la sumatoria de sus cadenas nacionales.
La muerte del kirchnerismo sorprende en El Calafate.
El Furia iba a ser el candidato en 2011, aunque La Doctora tuviera 5 puntos más de positiva y 5 menos de negativa.
Costaba habituarse a la inferioridad. Consecuencia del error de 2007.
Nacía el doctorismo. Con el Frepasito Tardío. El peronismo que le cuelga. Sin siquiera Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Aunque debe hacerse cargo. «Sinceramente». De los estragos dejados por el kirchnerismo muerto.