“El comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio”. Ayn Rand
Así se llama el primero de los cinco tomos del libro “La Segunda Guerra Mundial”de Churchill y creo que describe con precisión la catástrofe sin precedentes a la que los argentinos nos dirigimos.
El problema que enfrentamos no es solamente económico, no es solamente lo que se conoce como déficit fiscal, o sea, que el estado gasta más de lo que gana (en realidad recauda). Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que, si en su casa gasta más de lo que gana, tarde o temprano le va a ir mal. Va a tener que: primero consumir sus reservas sin reponerlas (falta de reinversión y consumo de capital), pedir plata prestada (FMI y otros), vender sus muebles, sacarle fiado al almacenero (a los bancos y ahorristas, lebacs) o entregar cheques sin fondo (algo así como la emisión monetaria descontrolada); cualquiera de estas opciones, a la larga o a la corta, debe ser pagada. Para poder hacerlo hay dos opciones: ganar más (cobrar más impuestos) o gastar menos (algo que ningún político sería capaz ni siquiera de imaginar). No hay otra, no se puede vivir en déficit toda la vida, esto aplica tanto para tú casa como para el país, el que diga que sí se puede miente.
Por suerte y por desgracia, los argentinos estamos sobreentrenados en el ejercicio de resucitar como sociedad ante los desastres administrativos de nuestros gobernantes (lo que resultan una suerte de Isidoro Cañones). Por suerte porque somos campeones en el arte de renacer de las cenizas; por desgracia, porque nos hemos ido acostumbrando a soportar a estos parásitos que nos gobiernan.
Pero como dije, el problema es mucho peor. A lo anterior se le suma una destrucción nunca vista de la matriz productiva. Esta cuarentena cavernícola ha fundido a miles de PYMES, ha espantado a las grandes empresas y ha descapitalizado a toda la población. El gobierno ha parado el motor del país.
No conforme con ello, pareciera que estos políticos sanguinarios están decididos a que no volvamos a renacer y para lograrlo mantienen e incluso profundizan los impuestos a los que producen, y multiplican las trabas burocráticas al emprendedor y las dificultades al suicida que contrata un empleado.
Todo este paquete de destrucción económica y de empobrecimiento es solo un aspecto del problema (¿o plan?), el otro es mucho más grave y delicado.
Sin ponerse un poquito colorados, han avanzado sobre las instituciones republicanas y sobre los derechos y garantías constitucionales. Han manoseado al poder judicial, ninguneado al legislativo y han secuestrado y esclavizado a la población (porque, ¿qué es la pérdida de las libertades de circulación y de trabajo sino es estar secuestrado y esclavizado?).
El avance sobre las garantías constitucionales y los derechos humanos por parte del gobierno debe ponernos en alarma y requiere de parte de la población, una resistencia inmediata y contundente.
Las restricciones a la libertad de circulación y a la de trabajar (consagradas en la Constitución Nacional, esa Constitución que el gobierno utiliza para limpiarse el traste, mientras la cobarde Corte Suprema mira para otro lado), estas restricciones parecieran estar justificadas por la “pandemia”, pero no es así y menos aun encerrando a todos por siete meses.
A esto debemos sumarle la permanentemente búsqueda de división entre los argentinos. Con este objetivo persiguen, aprietan y censuran a quienes piensan distinto a través de una policía del pensamiento que es tan pero tan fascista, que el propio George Orwell hubiese sido incapaz de imaginar.
¿Y eso es todo?, para nada. Falta la cereza del postre, la promoción (al menos por omisión) del estado de anarquía que se está instalando en la Argentina.
El posicionamiento fanático-ideológico de la “academia kirchnerista” (justicia legítima es su oráculo y Zaffaroni su sacerdote supremo), hace que no respalden a las fuerzas de seguridad, que consideren a los delincuentes víctimas y a “la sociedad” (o sea a vos y a mí) los victimarios, a los empresarios como cierto tipo de monstruo caníbal y a la propiedad privada como la caja de Pandora de la que brotan todos los males de la humanidad.
No olvidemos la suspensión eterna e indiscriminada de la educación en todo el país que, junto con el ataque al concepto del mérito, conforman un combo con el que claramente pretender transformar a los argentinos en un pueblo pobre, bruto, resignado y sometido. La verdadera pregunta es, ¿ya lo lograron?
La liberación de delincuentes y de corruptos, la falta de apoyo a las fuerzas de seguridad, la estigmatización de aquellos ciudadanos que se defienden de los bandidos y la victimización de los malhechores, son posicionamientos que generan incertidumbre, miedo y un profundo sentimiento de indefensión en la población, población que se encarcela tras las rejas de sus casas y regalan la calle a los forajidos.
Una pregunta queda flotando en el aire: el robo de miles de municiones al arsenal de Neuquén, ¿es para exportar, por ejemplo, a las milicias armadas que pretende conformar Evo Morales; para consumo de la delincuencia local; para tener milicias armadas locales o para pueblos originales guerreros?
Por último, estamos transitando una suerte de reforma agraria “new age” modelo 2020. No es coincidente que los Grabois y las Bonafini promuevan impunemente el delito de la “redistribución” de la tierra, ni es coincidencia que se “tomen” ilegalmente tierras en distintas provincias o que grupos de pseudo mapuches hablen de reparaciones históricas mientras ocupan violentamente campos ajenos. Tampoco es casual que la justicia se haga la desentendida y no defienda a los propietarios, al tiempo que apaña con su abolicionismo disfrazado de garantismo a estos piratas de tierras. Todo esto va de la mano de la declaración de prensa del gobernador de Buenos Aires (¿o será una declaración de principios?, ¿o una declaración de guerra?), quien equipara a los barrios cerrados que no han cumplido con las reglas burocráticas y que no pagan impuestos (o sea, no les dan de comer a los políticos), con los flagrantes robos de la propiedad privada actuales.
Estamos viviendo, como país y como sociedad, una situación límite. Las tensiones han llegado al extremo en el que cualquier “chispa” puede generar un estallido social. Recordemos que la Revolución Francesa se desató por algo tan insignificante como el aumento del precio del pan.
La moneda está en el aire, de un lado está la república, del otro está su muerte. No hay más, la moneda no va a caer de canto, no hay una “tercera posición”. Es tiempo de decidir, es tiempo de asumir la responsabilidad de ser ciudadano y defender nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad privada. El tiempo es hoy. Mañana será tarde.
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