En la Argentina moderna sólo tres ajustes pudieron ejecutarse con éxito, al menos durante un tiempo: el de Perón en 1952, el de Menem en 1991 y el de Duhalde en medio de las convulsiones de 2002.

Guillermo Calvo es un economista argentino radicado en Estados Unidos que ascendió a la categoría de “gurú” cuando predijo el efecto Tequila. Calvo, de formación liberal, escandalizó al macrismo cuando dijo en la campaña que un regreso del peronismo al poder sería “positivo”. Lo fundamentó con este argumento: “Es la única fuerza en condiciones de ajustar la economía, por su capacidad de contener la protesta social”.

La evidencia histórica lo respaldaba. Aunque le faltó un matiz. El kirchnerismo escapó a esa regla. Gobernó en la abundancia.

Néstor recibió una economía saneada por el mega ajuste de Duhalde. Heredó superávits gemelos. La recaudación superaba al gasto y entraban más dólares que los necesarios para financiar las importaciones. La inflación no era un problema crucial. Había superávit energético y un sector privado competitivo.

Kirchner y Cristina se sacaron además la sortija de un boom sojero que duró varios años. Por primera vez se revirtió una constante histórica. Las exportaciones de materias primas se encarecían más que las importaciones de bienes con mayor valor agregado. Un fenómeno que explica las altas tasas de crecimiento de toda América latina.

Los gobiernos responsables hicieron lo indicado. Ahorraron en la época de las vacas gordas para enfrentar con más holgura el tiempo de las vacas flacas.

Los Kirchner se gastaron todo y hasta giraron en descubierto. Subieron la prisión tributaria a niveles record, agotaron las reservas e incautaron los ahorros obligatorios de los trabadores depositados en las AFJP. Nada alcanzó para sostener la extraordinaria expansión del gasto público, que pasó del 29% del PBI a un insostenible 47%. Dejó un déficit del 8% del PBI.

Uno de los aspectos críticos –porque es imposible revertir– fue la duplicación de la nómina de jubilados. Incorporó 3 millones de beneficiarios con aportes parciales o inexistentes. La mitad fueron personas de ingresos medios y altos, según un estudio de FIEL.

Esta vez el kirchnerismo volvió al poder con un alto déficit financiero –por el elevado endeudamiento acumulado–, con recesión, alta inflación, recaudación en baja y pobreza creciente.

La llegada del Covid y la estrategia sanitaria elegida, la cuarentena prolongada, agudizó todos los problemas y colocó la economía al borde de un estallido. Lo denunciaba la corrida cambiara. Guzmán bajó la fiebre, pero los problemas de fondo persisten. El susto impulsó al Gobierno a encarar el ajuste.

El populismo sin recursos es inviable. Cristina lo advirtió. Se despegó y trató de endosarle la factura de los costos políticos al presidente. No hay certezas sobre si mantendrá la tropa disciplinada bancando los recortes. Hasta ahora, hay silencio de radio. Ya es una contribución.

Sorprendió que fuera la CGT la primera en levantar la voz contra la poda del ATP, el IFE y las jubilaciones. Su dirigencia acompañó los ajustes de Menem y Duhalde. Y aparecía como firme aliada de Alberto Fernández.

El presidente hace catarsis repartiendo insultos. Antes fueron los empresarios “miserables” y la “gente de mal” que marchaba. Ahora, los “idiotas” que critican su reivindicación de Grabois.