Pocas creencias orientales se han abierto camino y se han arraigado tanto en nuestra cultura occidental como la de la "reencarnación".
Este concepto según el cual el alma de un individuo sobrevivirá la muerte del cuerpo para trasladarse hacia otro ente físico y seguir su derrotero existencial, es milenario y ha trascendido las culturas, y el paso de los siglos.
Hubo una época en la que esta creencia estaba sólo restringida a círculos religiosos en países de Asia, pero en el siglo XX, tras la explosión del movimiento "hippie" y la adopción por parte de occidente de ciertos aspectos de la filosofía oriental, se ha extendido sobrepasando las fronteras territoriales, étnicas e incluso religiosas.
Resulta curioso para el observador promedio, escuchar cómo hoy en día, un judío o un católico hablan de la reencarnación con naturalidad, declarando creer en ella con la misma fé que tienen en los mandamientos de Moisés o la resurrección de Jesucristo.
Lo cierto es que la creencia en la reencarnación del alma contradice abiertamente a las religiones cristianas, donde la parte sobreviviente al cuerpo después de la muerte tiene un destino marcado y definido que nada tiene que ver con un regreso a la vida como parte de un nuevo ser vivo.
Sin embargo, es muy numerosa la cantidad de gente que, profesando la fe cristiana, acepta también la idea de que ha tenido vidas pasadas en este mismo planeta y, como no puede ser de otra manera, le esperan muchas otras para el futuro.
Hay que prestarle atención a esta cuestión, porque no es para nada menor, a la hora de preguntarnos en qué creemos, encontrar contradicciones tan grandes como la que señalo.
Claro que la difusión de la idea reencarnatoria se la debemos en gran parte a la New Age, donde como ya sabemos, las ideas contradictorias sobreviven las confrontaciones lógicas, a saber: puede creerse en la resurrección y en la reencarnación. En el horóscopo chino y en la astrología zodiacal, en el libre albedrío y en un destino marcado de antemano sobre el cual no hay modificaciones posibles, etc.
La reencarnación nos introduce en un sistema convenientemente justo, donde el pecador es castigado, y el no pecador premiado. Pero este mecanismo se me antoja demasiado ideal y si lo miramos desde otro punto de vista, casi burocrático en su organización.
A pesar de lo atractivo que puede resultar adherir a esta creencia, vale la pena hacerse algunas preguntas, como ser:
¿Hay un dios que se ocupa de decidir quién reencarna y en dónde? Por ejemplo: un anciano muere en África, ¿Adónde irá a parar su alma? ¿O se trata simplemente de un sistema natural que funciona automáticamente sin intervención divina? (Algunas religiones orientales prescinden del concepto “dios”). De ser así ¿Podemos confiar el destino de nuestras almas a una naturaleza que es la misma que arroja asteroides contra planetas, desata huracanes e inundaciones que arrasan con poblaciones enteras o extingue dinosaurios después de 200 millones de años de plácida existencia?
¿De qué se tiene que purificar un alma nueva? ¿Las desgracias y males que le ocurran a ese individuo son merecidos?
¿Los corruptos, contrabandistas, estafadores, ladrones, que tienen salud, dinero y una vida llena de recursos, merecen la riqueza, la fama y la sanidad por lo que hicieron en un ciclo anterior?
Y en la misma línea de pensamiento, una consecuencia mucho más grave:
¿Los niños que mueren de hambre o enfermedades alrededor del mundo están siendo castigados por lo que hicieron en otras vidas? De ser así, UNICEF no debería darle vacunas o comida a un chico moribundo, porque no lo merece. ¿Quién se anima a afirmar semejante barbaridad sin avergonzarse?
Y, ultima consecuencia de esta línea de pensamiento: ¿Qué puede aprender el alma de un niño muerto de hambre a los tres años?
¿Alguna vez alguien se puso a pensar en eso?
Como vemos, las consecuencias de un sistema tan perverso serían completamente ilógicas y, lo más irónico, pasarían desapercibidas porque no seríamos capaces de ser conscientes de que somos parte de él.
¿No es mejor concentrarse en la vida que estamos viviendo ahora? ¿No sería valioso pensar que nuestros descendientes son seres nuevos a los que les debemos un legado de aprendizaje y cultura?
La reencarnación es simplemente una fantasía. No resiste un simple análisis lógico y menos una investigación científica. Ser una idea milenaria no la dota de más credibilidad que otra. Tener millones de adherentes que no reflexionan, no la reivindica en absoluto. La historia está llena de ejemplos de millones de humanos que se equivocan al mismo tiempo.
Como siempre, recomiendo pensar antes de aceptar cualquier concepto por más reconfortante que sea. A veces la realidad es incómoda, pero es una zona en la que la memoria, lo aprendido y los premios y castigos, cobran un valor real y concreto.
Esta vida es demasiado corta, compleja y bella como para despreciarla en ideas vagas y poco coherentes. Es una vida que merece ser pensada, sentida y, por sobre todas las cosas, valorada como única.
Martín Gianola