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Cayó célula mexicana por traficar 9.050 kilos de efedrina desde Argentina (y está vinculada con el triple crimen de Gral. Rodríguez)

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El regreso de los Lanata y Schillaci
El regreso de los Lanata y Schillaci

Compraron dos casas, cuatro autos, dos Harley-Davidson y hasta un edificio, viajaron con frecuencia entre Buenos Aires y Ciudad de México, traficaron 9.050 kilos de efedrina y estuvieron doce años en las sombras. Hasta ahora.

 

Por orden de la jueza federal María Servini, la Interpol detuvo a cuatro mexicanos que formaron parte de la «ruta de la efedrina» en la que varias células triangularon el precursor químico entre China, India, Argentina y México desde 2004 hasta 2008.

En tal contexto, el portal Encripdata pudo saber de fuentes oficiales que se trata de José Antonio García Mena, José Gilberto Juárez Lima, Denisse Nayely Juárez Lima y Alejandro Elvira Lugos. La Interpol busca a otros tres mexicanos: dos de los tres jefes de la célula y un familiar de ellos.

A partir de la declaración de un arrepentidola magistrada pudo reconstruir esta ruta de efedrina: Famérica le vendió 4.250 kilos a Víctor Wendling Duarte, que se los revendió a Maximiliano Romero, alias «Fantasma», que a su vez los negoció con Arturo Alonso «Alexis» Cota Comeli y Farmacéuticos Argentinos (FASA) le facilitó 4.800 kilos a Ibar Esteban Pérez Corradi, que primero los comerció con Romero y luego, ya sin éste como intermediario, directamente con Cota Comeli, parte de la célula mexicana.

De acuerdo a Encripdata, García Mena y dos de los tres prófugos eran los jefes de la banda mientras que los hermanos Juárez Lima eran los encargados de controlar a las mulas. Los García Mena y Juárez Lima, con lazos familiares, eran de Puebla de Zaragoza, a 107 kilómetros al sureste de Ciudad de México, pero sus mulas, que llevaban tanto efedrina como divisas a través de Mexicana de Aviación, eran de Tijuana, la ciudad fronteriza de los narcotúneles hacia San Diego, Estados Unidos.

La célula mexicana pensó quedarse por muchos años en la Argentina. Muestra de eso fue la adquisición el 26 de octubre de 2006 de la empresa Odal SRL para quedarse con el edificio de la calle Valentín Gómez 3550. Los vendedores le aseguraron a la jueza que los compraron dijeron querer convertirlo en un hotel, pero en realidad tenían otros planes: usarlo como bunker tanto para las mulas como para la sustancia. También sumaron cuatro autos para la operatoria y, a pesar de querer mantener el perfil bajo, no pudieron con la tentación de tener dos Harley-Davidson.

No por nada García Mena formaba parte en México del equipo Jabalíes de Puebla de Harley-Davidson.

Cuando enviaban la efedrina por correo internacional, lo hacían en paquetes de la marca Pulver, al igual que otras dos células, la Leopoldo Bina, Rodrigo Pozas Iturbe y Carlos San Luis, que contrabandearon 1436 kilos como si fueran suplemento dietario, y la de los Escosteguy y los Espinoza Ortíz, que sacaron 1129,22 kilos como si fueran polvo de helado.

Pero los García Mena y los Juárez Lima vendieron todo en 2008 cuando los hermanos Lanatta y Schillaci asesinaron a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. En esa huida, Denisse Nayely quiso abordar el 9 de octubre de 2009 el vuelo MX1692 de Mexicana de Aviación, pero la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) descubrió que intentaba contrabandear 175 mil euros, 3.650 pesos mexicanos, 545 dólares y 72 pesos, que le costó una pena a 3 años de prisión en suspenso.

Ya de regreso, los García Mena y los Juárez Lima se quedaron con la concesión de una ruta en Puebla. Denisse Nayely además se recibió de abogada en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y realizó un Magister de la Universidad Complutense de Madrid.

Pero, a partir de los datos aportados por un arrepentido, la magistrada primero descubrió la existencia del «Fantasma» Romero, que espera el juicio por desviar el precursor químico, y luego la de esta célula mexicana, que estuvo doce años en las sombras. Incluso envió un árbol genealógico para facilitar la búsqueda, pero la Interpol tardó un año en atrapar a cuatro de los siete acusados.

El colega Agustín Ceruse, que siguió la investigación de cerca, advierte que ahora comenzó el lento camino de la extradición. La jueza Servini tiene la esperanza de atar cabos para sacudir otro expediente: el del triple crimen de General Rodríguez.

 

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