El cartero de Cristina Fernández tiene cada vez más trabajo. Esta semana, la vicepresidenta volvió a escribir para tirar un misil sobre la Corte Suprema y reprocharle a Alberto Fernández, sin nombrarlo, que a un año de gobierno todavía haya causas judiciales que investigan la corrupción K.
Hay mucha tela para cortar. Pero lo que llama la atención son las numerosas falacias en las que incurre.
Falacia 1: dice Cristina Fernández que nadie elige a los jueces. No sólo es falso. Sino que nadie ha elegido tantos jueces como la familia Kirchner. Néstor puso a 5 jueces supremos, entre ellos dos de los actuales 5. Y nadie se puso a hacer los números sobre los centenares de jueces, fiscales, camaristas, defensores y secretarios que designó CFK en sus 8 años de gobierno y en el año de gobierno de Alberto, donde se forzaron jubilaciones. En ningún lugar del mundo los jueces se eligen por votación.
Si Cristina se refiere a que los jueces no son elegidos por voto popular, como el presidente y los legisladores, entonces está postulando algo que casi ningún país hace. Bolivia es el único país que lo hace, pero elige sólo a 52 de los máximos jueces sobre más de mil jueces. Y los postulantes deben pasar antes por la zaranda del Congreso. En Estados Unidos sólo 5 de los 50 estados eligen algunos magistrados por voto popular.
Falacia 2. Dice Cristina que los jueces son perpetuos. No es así. La ley dice que duran en su puesto hasta jubilarse. Pero el Congreso puede destituirlos. Necesita mayoría simple en una comisión de Diputados para iniciar el proceso, que Cristina Fernández tiene. Y necesita dos tercios de Diputados y del Senado, que Cristina casi tiene, para echarlos. Es más: la sola presión política puede tumbar a los jueces supremos. Néstor Kirchner forzó la renuncia o hizo destituir a 5 de los 9 supremos que tenía la Corte cuando el asumió en 2003.
Falacia 3. Cristina culpa al macrismo por lo que ella llama lawfare, una guerra judicial en su contra. Es falso de muchas maneras. Las causas por corrupción que la involucran se iniciaron cuando ella era presidenta. Sus dos principales aliados de hoy, el propio presidente Fernández y Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, daban entonces por sentado, como algo obvio, que ella había cometido delitos. Pero, además, ella misma le exige a la Justicia, en la misma carta en que dice que a ella la persiguen, que persiga a los macristas. Y ella misma está reclamando, al revés, que el poder político obligue a frenar los juicios en su contra.
Falacia 4. Menos importante, es el doble rasero que aplica la vicepresidenta. En su carta demuele a cada uno de los supremos. A Ricardo Lorenzetti, por ejemplo, le cuestiona haberse sacado una foto con el juez brasileño Sergio Moro, que enjuició a Lula. Y en la misma carta llena de elogios a Raúl Zaffaroni, su exjuez supremo preferido, que fue designado por la dictadura militar y juró por los estatutos del proceso militar y no por la Constitución. La misma Constitución que establece la división de poderes que Cristina Fernández, ya no cabe duda, quiere tirar por la borda para zafar de la Justicia.