¿Por qué no hubo estallido este año? ¿Por qué, si teníamos todos los boletos comprados? Reservas líquidas del Banco Central en cero, la megaemisión de pesos más grande en 30 años, el mayor déficit fiscal en décadas y una caída homérica del PIB. Por mucho menos hemos estado con bancos apedreados, cacerolazos ininterrumpidos, saqueos en supermercados, piquetes permanentes, caídas de gobierno.
Lo primero que viene a la mente es una idea favorita de los peronistas: que el peronismo tiene vocación de poder y siempre es garante de la gobernabilidad y por eso sus gobiernos no caen. También viene una idea favorita de los radicales: el gobierno no cae porque el peronismo no está en la oposición, haciendo la oposición salvaje con la que ayudaron a voltear a gobiernos radicales. Son todas explicaciones que vienen desde la política.
Pero puede haber otras ideas, que vienen de la economía, para explicar por qué no hubo estallido.
Es una idea que tienen varios economistas y que apuntan al desarrollo tecnológico de control fiscal, financiero y cambiario que tiene el Estado y con el que nunca había contado.
El economista Diego Giacomini ha planteado, por ejemplo, que con los controles del Banco Central, de la Afip, de la Anses, el gobierno ha estado en condiciones en los últimos años de imponer un cepo más eficiente que el que nunca hubo. Y hace que una corrida como las de la híper sea imposible.
Y es cierto. El Estado dice y puede controlar quién puede comprar dólares y quién no. El Estado tiene una infraestructura informática poderosa que hace que, si una empresa usó cierto subsidio, entonces no puede comprar bonos. O que, si tiene una ventaja impositiva para surfear la crisis, entonces no puede pagar ciertas deudas con dólares oficiales. El control va mucho más allá, al punto, incluso, de acotar derechos constitucionales sin haber tocado la Constitución. El Estado prohíbe despedir, congela tarifas, transforma precios libres en tarifas reguladas, obliga a concesionarias a regalar servicios, obliga a la gente a quedarse con pesos, aunque la gente sepa que se van a devaluar, fija la tasa de interés de los plazos fijos, dice qué se puede importar y qué no… es un intervencionismo total. Que termina imponiendo un corset del que es muy difícil escapar.
Algunos celebrarán este corset que, tal vez, haya impedido los estallidos homéricos que la Argentina solía sufrir, sobre todo en los fines de año.
Pero ojo. No todo es alegría. Como sugiere Giacomini, los estallidos eran la forma argentina de terminar con algo que era inviable y destruía la economía y que la política argentina era incapaz de modificar de una forma más racional. Hoy, el riesgo es que la política siga siendo incapaz de cambiar una economía que es inviable, pero la misma cúpula política tiene herramientas para impedir a su vez la explosión.
Si eso fuera así, entonces no tendríamos salida. Estaríamos en una situación inviable que no se puede cambiar ni con un estallido ni con decisión política. ¿Y entonces? ¿Qué nos quedaría? Bueno, tal vez esto mismo que estamos viviendo desde hace ya muchos años: una implosión, una lenta, continua e inevitable decadencia en la que los gobiernos pueden evitar los estallidos, pero no son capaces de cambiar lo que hace décadas no funciona más.