“La Historia no la escribe quien gana sino quien sobrevive”. Fabiano Massini
Cuando enfrente hay tahúres violentos, que no hesitan al avanzar descaradamente contra la democracia y las instituciones de la República, ¿hasta cuándo debemos mantener los buenos modales y ser políticamente correctos? ¿El miedo cerval a la PresidenteVice seguirá paralizándonos, como hace con el propio peronismo, los barones del Conurbano y hasta con los gobernadores?
El artículo 21 de la Constitución establece que todos estamos obligados a armarnos para defenderla, según las leyes que al efecto dicten el H° Aguantadero y el Poder Ejecutivo; o sea, para evitar que sea pisoteada por los inescrupulosos políticos y los ladrones, debemos esperar a que ellos mismos nos convoquen a hacerlo, algo verdaderamente kafkiano. Deberemos ser los argentinos de a pie quienes asumamos la responsabilidad, y el riesgo consecuente, de hacer frente a como dé lugar a este arbitrario régimen que se va convirtiendo rápidamente en despótico.
Hay que agregar que, si la situación socio-económica se sigue complicando, y seguramente lo hará, la desesperación de Cristina Fernández ante la probabilidad de volver a perder el poder la llevará a intentar un fraude monumental en las elecciones de este año, o a activar un autogolpe de Estado recurriendo a los presos liberados, los barrabravas, los sicarios del narcotráfico y hasta aquéllos asesinos terroristas de los 70’s que aún sobreviven enquistados en las entretelas del Gobierno.
Sabemos que, en la Argentina, el “largo plazo” es la semana próxima, por lo cual discutir cómo actuar ante las urnas dentro de tres años equivale a hacerlo sobre el sexo de los ángeles; en especial cuando, en ese lapso, la República que nuestros antepasados fundaron en 1853 habrá dejado de existir definitivamente. Cristina Fernández, con la aquiescencia del rastrero Presidente Pinocho, está demoliendo con prisa y sin pausa las instituciones de la Constitución y, mientras tanto, también destruye la economía con la clara determinación de convertir a los ciudadanos en nuevos pobres, exclusivamente dependientes de la dádiva estatal para sobrevivir, y transformarlos en cautivos clientes políticos; cualquier parecido con el régimen chavista de Nicolás Maduro no es una mera coincidencia.
En ese sentido van los descarados ataques al Poder Judicial y la Procuración General en los cuales quieren “meter mano”, la apropiación de todas las cajas del Estado y la dilución de los organismos de control, el desconocimiento de la propiedad privada, la gigantesca emisión y la incontrolable inflación, el congelamiento de las tarifas de la energía y de la salud prepaga, la intervención en las telecomunicaciones, la creación de nuevos y confiscatorios impuestos, los controles de precios, la imposición de la cuarentena más larga del mundo (con el cierre de tantas empresas, la pérdida de millones de puestos de trabajo y la masiva fuga de compañías internacionales), la destrucción de todo el aparato productivo, el capitalismo de amigos, la reedición de la demencial guerra contra el campo y la prensa libre y, peor aún, la catástrofe educativa que han generado los gremios kirchneristas con el tácito apoyo del genuflexo Gobierno.
Contra lo que muchos opinan, no hay en estas acciones ignorancia alguna sobre las reglas de la economía y de las consecuencias que de aquéllas se derivarán, sino que están perfectamente planificadas para lograr el establecimiento de una monarquía hereditaria y la impunidad de los innumerables delitos cometidos por la PresidenteVice y sus hijos.
En el orden geopolítico, la decisión del Instituto Patria, que ella comanda, está cerrando todas las puertas que, luego de una renegociación exitosa con el FMI, pudieran reinsertarnos en el mundo occidental y, de ese modo, convirtiendo a China en la única alternativa para financiar el monumental déficit que produce este Estado saqueado, tan caro e ineficiente. Basta recordar que, durante su mandato como Presidente, entregó a Xi Jinping una fracción de nuestro territorio para instalar una base militar que no reconoce la soberanía argentina y que ha obligado a nuestros vecinos a reinstalar hipótesis de conflicto armado; en el caso de Chile, la situación se agrava por la presencia, a ambos lados de la frontera, de comunidades pseudo mapuches dispuestas a lograr violentamente la independencia de su inventada nación y que aquí son patrocinadas por organismos y funcionarios públicos.
Ante ese negro panorama muchos nos preguntamos qué hacer para evitar ese cantado final y cómo impedir el éxito de ese nefasto proyecto populista y pobrista que avanza, que nos transforma en ranas en agua crecientemente caliente y que, como ya hemos dicho infinidad de veces, nos lleva a Venezuela sin escalas, adhiriéndonos a las también genocidas dictaduras de Cuba y Nicaragua, con el apoyo de China, Rusia e Irán.
Los verdaderos hombres del campo –no la tímida y lábil Mesa de Enlace- nos están mostrando el camino de la resistencia y la rebelión civil, y también nosotros debemos volver a las calles a expresar nuestra indignación no sólo por la conducta del Gobierno sino por el pasivo comportamiento de la oposición, a la cual concedimos el 41% de los votos y que –con algunas conspicuas excepciones- permanentemente nos defrauda. Y, por supuesto, recurrir a todas las instancias internacionales para que nos ayuden y no consientan que aquí se cometan las mismas tropelías que hicieron tan tristemente famosos a los regímenes caribeños.