En nuestra columna de la semana pasada, presentamos un breve diagnóstico acerca de la situación por la que atraviesa la democracia. Advertimos que la pandemia de coronavirus afectó a un mundo que, en muchos aspectos, ya estaba enfermo desde el punto de vista democrático. En los últimos años, el ascenso de líderes populistas y la aparición o consolidación de regímenes autocráticos erosionaron y pusieron en cuestionamiento las reglas básicas que hacen a la democracia.
Sus elementos fundamentales (separación de poderes con garantías de frenos y contrapesos, respeto a los derechos humanos y las minorías, libertad de opinión y pluralidad de voces, alternancia en el poder) fueron quebrantados o relativizados.
Con la llegada de la pandemia, la situación se agravó, ya que muchos gobiernos del mundo adoptaron medidas tendientes a suspender el escrutinio parlamentario, concentraron las decisiones en el Poder Ejecutivo sin los controles y equilibrios adecuados, y limitaron las libertades civiles, en ocasiones con un uso excesivo de las fuerzas de seguridad.
Ante este cuadro de situación, surge una pregunta clave: ¿El mundo realmente considera importante a la democracia? ¿Cuáles son los países que consideran a sus gobiernos como democráticos? Dalia Research en colaboración con Alliance of Democracies elabora desde 2018 el Índice de Percepción Democrática, para monitorear las actitudes hacia la democracia en el mundo. Del estudio participan 124.000 personas de 54 países. Los resultados del 2020 muestran que el 78% de los encuestados alrededor del mundo consideran que la democracia es importante. Esa cifra oscila entre el 92% en Grecia (la “cuna de la democracia”) y el 50% en Irán (un gobierno teocrático). Sin embargo, no necesariamente los habitantes de Estados democráticos son los que más estiman las reglas y valores de este sistema político. Junto a Grecia, entre los países que más valoran a la democracia aparecen: Turquía (89%), Suecia (87%) y Austria (87%). Por el contrario, al final de la lista, junto a Irán aparecen: Marruecos (55%), Japón (60%) y Arabia Saudita (63%).
Uno de los objetivos de este estudio es arrojar luz sobre la desconexión que existe entre las expectativas de los ciudadanos y sus gobiernos. La diferencia entre quienes creen en la democracia y quienes piensan que viven en una democracia es el “déficit democrático percibido” (DDP). Cuanto mayor es el déficit, más ciudadanos sienten que su país no honra los ideales democráticos. El DDP más alto aparece en Venezuela: allí el 74% de la población considera que la democracia es importante, pero solo el 24% cree su país es democrático (el DDP es del 50%).
Los países con DDP más alto que acompañan a Venezuela son: Polonia (48%) y Hungría (42%). En Polonia, el conservador Andrzej Duda fue electo presidente en las elecciones de 2020 en medio de una fuerte crisis política y tendrá el desafío de recuperar la confianza de la población en el sistema político. A su vez, en Hungría gobierna desde el 2010 el polémico primer ministro Viktor Orbán. Durante la pandemia, el Parlamento húngaro (controlado por el oficialismo) aprobó una ley que autorizó al Poder Ejecutivo a gobernar por decreto con poderes extraordinarios sin límite temporal, lo cual erosiona el funcionamiento de la democracia húngara. Numerosas organizaciones que velan por las libertades civiles advirtieron de los graves riesgos que supone para la democracia en Hungría. Entre los países con los menores DDP aparecen Taiwán (7%), Filipinas (8%), Suiza (8%) y Dinamarca (9%).
En Argentina, el 84% de los encuestados manifestó que la democracia es importante y el 70% que el nuestro es un país democrático. Una historia plagada de interrupciones al sistema político y los horrores vividos durante la última dictadura militar dejaron como legado una fuerte identidad democrática, que se pone de manifiesto en la significancia que los argentinos le otorgamos (84%, 6 puntos porcentuales por encima de la cifra a nivel global). A su vez, el DDP del 14% es acotado en términos relativos, lo cual evidencia que, a pesar de las deudas pendientes de la democracia y de sus disfuncionalidades, buena parte de los argentinos aún siguen confiando en las instituciones y en las reglas que hacen a nuestro sistema político.
El estudio también ha arrojado resultados que sorprenden: el 40% de todas las personas que viven en Estados democráticos creen que su país no lo es realmente, lo cual pone de manifiesto la insatisfacción que existe hacia el sistema político tal y como funciona. Por otro lado, el 73% de las personas en China consideran que su nación es democrática, mientras que sólo el 49% de los estadounidenses creen lo mismo acerca de los EE.UU. Las percepciones acerca de lo que implica la soberanía del pueblo varían de país a país, sin embargo, existen reglas concretas que deben ser respetadas, sin ellas la democracia pierde sus fundamentos y su relevancia.