El cine es de esas actividades que tardaron más de lo necesario en retornar. Y de hecho, aún no ha vuelto. Hace tiempo que los representantes del sector aseguran tener los protocolos listos y las medidas a implementar dispuestas para garantizar una actividad que en los lugares del mundo donde ha retornado, no ha registrado contagios. Pero así y todo, recién esta última semana se les dio aquí el visto bueno. La pregunta ahora es qué películas darán los cines cuando reabran, si los tanques se han guardado y en general la producción ha sido derivada al streaming…
A propósito, una película que ya hemos visto los argentinos en tiempo reciente es la que parece estar generándose con la economía. Una que sobre todo se exhibe en años electorales. Es una película en la que se congelan variables clave y se aplican controles de modo tal de contener el índice inflacionario el tiempo que sea suficiente o se pueda. Ya lo adelantó semanas atrás la vicepresidenta en el acto realizado en La Plata, cuando habló de “alinear salarios y jubilaciones, precios -sobre todo los de los alimentos- y tarifas”. Y como para que quede claro, CFK remarcó que no estaba diciendo nada que no se pudiera hacer: “12 años y medio en la República Argentina lo hicimos”, afirmó.
A buen entendedor… Marcelo Midlin le vendió Edenor al consorcio liderado por José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, convencido de que los tiempos que vienen para las energéticas estarán en línea con una película que vimos en el pasado reciente.
Lo entendió también -tarde, pero lo entendió- Mauricio Macri en 2019, cuando se le venía la debacle electoral y también congeló tarifas, aunque su destino ya estaba marcado.
Tarifas congeladas, Precios Cuidados, prepagas con aumentos pisados… todo lo que se pueda controlar se va a controlar. Comenzando por el tipo de cambio. Al menos hasta las elecciones. Después se verá. Atrasar aumentos con una inflación creciente es preparar una bomba como la que en 2015 recibió Macri; lo que los economistas advierten es que las consecuencias de una estrategia similar, en las condiciones que está hoy la Argentina, las verá este mismo gobierno antes de 2023. No hay resto para estirarlo más tiempo.
Como una lección bien aprendida, los funcionarios actuales repiten al hablar de inflación que en el primer año lograron bajarla “20 puntos”, respecto del último año de Cambiemos. Pero también es cierto que la pandemia causó un impacto directo en la actividad, que aplacó de manera natural las subas. Recién en el último trimestre, con la reactivación paulatina de actividades y la salida del ASPO, la inflación comenzó a acelerarse -octubre 3,2; noviembre 3,8- y llegamos a la cifra de diciembre que verdaderamente inquieta. El 4% anunciado el jueves fue una señal de alerta, advierten economistas como Martín Tetaz, que detalla que “los precios corrieron al 53,6% anualizado en el último trimestre; alimentos y bebidas (4,4%) al 59% anualizado en el trimestre y la inflación núcleo, que no controla el gobierno (4,9%), corre a una velocidad anualizada del 61,7%”.
Son datos preocupantes para un año que lleva apenas dos semanas, y para el cual el gobierno prevé un 29% de inflación según consta en el Presupuesto, mientras que el REM (Relevamiento de Expectativas del Mercado, que elabora el Banco Central), en base a datos de los analistas, tiene una previsión del 50%. El oficialismo es muy crítico respecto de quienes proporcionan esos datos. Basta con escuchar el discurso que dio en la Cámara baja Carlos Heller cuando se aprobó la nueva fórmula jubilatoria. Esa tarde el diputado kirchnerista contrapuso los datos del REM con lo presupuestado por este gobierno y se quejó porque los datos privados son “los que salen en los medios y los que se toman de referencia”.
Heller no es el único que expresa el pensamiento imperante en el Instituto Patria. La diputada Fernanda Vallejos también lo hace. Recordemos que fue nada menos que quien encabezó la lista para diputados de Unidad Ciudadana en la provincia de Buenos Aires en 2017, cuando Cristina Kirchner lideró la del Senado. Es una economista que la expresidenta escucha, y es siempre muy sincera: dice lo que piensa. Le trajo problemas en 2017, cuando defendió a Amado Boudou y luego se tuvo que callar el resto de la campaña. Pero hoy no necesita que la silencien y así como el año pasado sugirió la posibilidad de que el Estado se quedara con acciones de empresas a las que estaba asistiendo en la pandemia, esta última semana volvió a decir algo disruptivo: “Tenemos la maldición de exportar alimentos, de modo que los precios internos son tensionados por la dinámica internacional”. Así las cosas consideró “imperioso desacoplar precios internacionales y domésticos, ya que los domésticos deben regirse por la capacidad de compra en pesos de los argentinos”. Habrá novedades en el futuro inmediato, seguramente, pues esta no fue una frase tirada al pasar.
Un precio que en cambio escapa al congelamiento es el de los combustibles, que volvieron a aumentar este fin de semana, por segunda vez en lo que va del año. Es la novena vez que el gobierno de Alberto Fernández autoriza un aumento de los combustibles, un insumo con incidencia directa en el índice inflacionario. Sin embargo en este caso el gobierno piensa en YPF: lo que no deje aumentar, debería ponerlo el Estado y las arcas no dan. No es como con las energéticas, donde deben arreglarse los privados.
La inflación será entonces una amenaza real con la que deberá lidiar el gobierno -y más la gente, claro- todo el año. La otra mala noticia es que las expectativas oficiales respecto de la vacuna ya está claro que resultaron exageradas. Más allá del manejo que puede ser cuestionable en la materia, hay que reconocer que a todo el mundo le ha pasado esto. Cada vez son más las voces que alertan que la normalidad está cada vez más lejana. La OMS -que no se ha caracterizado especialmente por la certeza de sus pronósticos- aseguró esta semana que más allá de las vacunas, el mundo deberá convivir todo 2021 con el coronavirus. Stéphane Bancel, el CEO de Moderna -que elabora una de las vacunas contra el Covid- fue más allá en el pesimismo al anticipar que el SARS-CoV-2 “no va a desaparecer” y, por el contrario, “vamos a vivir con este virus, creemos, para siempre”.
Fue en este contexto tan desalentador que aquí vivimos una nueva polémica vinculada con la vacuna, al admitir Carla Vizzotti la posibilidad de que se aplique una sola dosis de la vacuna rusa, para permitir así vacunar a más gente. Muy ponderada por el Presidente, que solía ponerla como ejemplo cuando rechazaba rebajar salarios de los funcionarios, la secretaria de Acceso a la Salud quedó súbitamente en el ojo de la tormenta. Si bien lo que dijo es algo que llegó a evaluarse en el gobierno, se sabe que sus dichos causaron malestar en la Rosada. “No tenía que decirlo”, sintetizó un funcionario ante este medio. Pesó en esa consideración que el tema de la vacuna se ha enrarecido de manera tan inconveniente que ha crecido el recelo a ponérsela, sobre todo la rusa, que es la única a la que la Argentina por ahora tiene acceso. Y semejantes expresiones no contribuyen a mejorar esas expectativas. Preocupante para todos los gobiernos del mundo que apuestan a la vacuna como único elemento para dar vuelta de una vez la página.
Presidente de la Comisión de Salud de la Cámara baja -y candidato a ministro de Salud de Alberto Fernández hasta que CFK le sacó bolilla negra, por ser un hombre del gobernador Juan Manzur-, Pablo Yedlin trató de echar luz en la semana sobre el tema, aventando dudas. Entrevistado por Diputados TV, el diputado tucumano aseguró que la segunda dosis siempre tiene por objeto generar “un repique” de anticuerpos y descartó que se vaya el efecto de la primera dosis si pasa mucho tiempo respecto de la segunda. “El sistema inmune tiene memoria de por vida”, afirmó. Y tras apuntar que en la lucha contra este virus se está aprendiendo sobre la marcha, puso como ejemplo a la vacuna contra la hepatitis A. Contra esa enfermedad se aplicaban también dos dosis, y en 2005 el gobierno de Néstor Kirchner lanzó una campaña de vacunación, pero solo aplicó la primera, con resultados muy positivos. Y a partir de entonces, en el mundo dejó de darse la segunda dosis.
Con todo, el problema para una vacunación masiva se grafica de manera aritmética: las empresas farmacéuticas pueden generar 1.500 millones de dosis, y el mundo necesita 6.000. Hay un cuello de botella que demorará de manera indeterminada el final de esta pesadilla.
DI MAURO puede poner los ejemplos que quiera, pero parece aún NO SE CONVENCE QUE ÉSTE GOBIERNO ES UN DESASTRE. Además debe ser usted el único ciudadano que escucha lo que dicen estos funcionarios, porque el resto no les damos bola. Además estamos como estamos porque NO SUPIERON MANEJAR UNA PANDEMIA. El ejemplo de la vacunación contra la Hepatitis A y NESTOR KIRCHNER, para que se menciona porque es PATÉTICO EL COMENTARIO. Parece no entienden los Periodistas Militantes. De la primera dosis de la Vacuna Rusa , para el Personal de Salud Pública solamente se han colocado 120.000 dosis, porque justamente no es obligatoria. Y tienen 300.0000 de la segunda dosis. Cuantos ciudadanos somos en Argentina, 45. 376.763. A cuantos vacunaron 120.000 personas. En Rusia con la misma vacuna, cuantos ciudadanos son 146.910.000. Cuantas vacunas colocaron en RUSIA::A LA FECHA SOLAMENTE 1.000.000.. Que incovenientes tiene la vacuna CHINA, solamente una EFECTVIDAD DEL 50%. Haga los calculos de como nos encontramos.