En la oscuridad de la noche, dos empleados de la terminal 4 del puerto de Buenos Aires rompieron los precintos originales de un container, cargaron cuatro bolsos y cerraron todo con precintos similares. Al día siguiente, el buque CAP San Tainaro comenzó su itinerario: un paso por Montevideo, Uruguay, escalas en Río Grande, Itapoa y Santos, Brasil, y destino final en Durban, Sudáfrica. Allí llegó el 30 de septiembre. Los agentes de la Policía y el Servicio de Impuestos lo estaban esperando: gracias a un informante, sabían que su carga estaba «contaminada».
Dentro de los cuatro bolsos había 95 «ladrillos» de un kilo cada uno sellados con un caballo en bajorrelieve para indicar su origen. Estaban colocados al lado de la puerta del container para que los cómplices pudieran sacarlos rápido. Pero los policías se les adelantaron.
Ese operativo sucedió el 2 de octubre de 2014. A pesar de la apertura de dos expedientes simultáneos, los investigadores no lograron detener a los responsables en la Argentina ni en Sudáfrica. Seis años después, a partir de otro caso, la voz de un «arrepentido» del narcotráfico que ya no está aportó una pista.
«‘Manganga’ le informó a su interlocutor que una organización se estaba equivocando de contacto para realizar operaciones ilícitas ya que las estaban realizando a través de ‘Guevara’, que no es recomendable para eso, y no con los otros dos, con quienes se habrían realizado grandes operaciones de contrabando», escribió un fiscal que investiga ese otro caso.
Y en la conversación, que era escuchada por agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), «Manganga» finalmente reveló dos nombres al hablar de «los 95 kilos», es decir, el operativo en el puerto de Durban gracias al dato aportado por un informante.
El hallazgo de los 95 kilos de cocaína en Sudáfrica provocó un escándalo tan grande que el secretario de Seguridad, Sergio Berni, y el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, debieron inspeccionar la terminal con un «ejército» de 80 empleados de la Aduana y 30 perros.
No encontraron nada allí. Los investigadores sudafricanos, tampoco porque en vez de realizar una «entrega controlada», es decir, esperar a que los cómplices descargaran la cocaína, prefirieron allanar el container ni bien tocó tierra firme en Durban.
Quien dio la pista de «los 95 kilos» en la escucha, tal vez sin quererlo, fue Diego Xavier Guastini, financista, narco, informante de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y la Policía Bonaerense y el «imputado colaborador» que hizo caer al clan Loza, a los policías de «Leones Blancos» y a la banda de Atachahua Espinoza.
Guastini ya no está para, como en otros casos, contar lo que sabía. Se llevó el secreto, como tantos otros, a la tumba. Alguien lo asesinó el 28 de octubre de 2019 en Quilmes. En las escuchas del 2014, pero guardadas hasta ahora, solo dejó dos nombres, la de los empleados portuarios infieles, para que los investigadores resuelvan el caso seis años después: «Rubio» y «Ramón».