La sociedad espera respuestas eficaces a la crisis. Proporcionales al dolor infligido por la pandemia, el retroceso de la economía y la expansión implacable de la pobreza.
Las señales del poder, en cambio, prefiguran otro envión al tobogán de la decadencia.
Llegan envueltas como un caramelo en el celofán de un relato tribunero –se acercan las elecciones– y señalan a un enemigo que sería el culpable de todas las penurias.
Ese enemigo tiene rostros múltiples. Los anticuarentena. Los antivacuna. La oligarquía empresaria insensible que fabrica la inflación, despide trabajadores y fuga los dólares que faltan. Y, por supuesto, los perversos acreedores que financian el déficit crónico del Estado y encima pretenden cobrar los pagarés que les firmaron.
¿Funcionará esta vez? ¿Alcanzará la magia populista para renovar la legitimidad democrática del Gobierno en las urnas? ¿Y qué ocurrirá después?
La realidad es porfiada. Un par de aspirinas y algo de sugestión no van a curar las heridas del tejido social.
Natalio Botana, politólogo e historiador, define a la Argentina como una república invertebrada. La Constitución política que la sostiene carece del sustento de una constitución económica y de una constitución moral, de reglas validadas por un consenso social duradero.
Un país sin moneda e incapaz de financiar de manera genuina al Estado –sostiene—carece de cimientos económicos sólidos. La inflación, el endeudamiento y la insuficiencia de las exportaciones son los síntomas. Las rajaduras de un edificio que terminan en derrumbe en cada una de las crisis cíclicas.
La inconsistencia económica del gobierno anterior y el oportunismo populista del actual martillan sobre aquellos cimientos frágiles. Disimulan los problemas hasta donde pueden, pero nos condenan a la próxima crisis.
El kirchnerismo avanza sin pudores en su intento de subordinar la ley al poder. Busca impunidad y el dominio hegemónico de los tres poderes del Estado. Ya controla el Ejecutivo y, en gran medida, el Congreso. Hoy la noticia es la manipulación del Código Procesal Penal Federal para favorecer a los condenados. Antes fue la designación de jueces adictos y el acoso a los desobedientes.
La carencia de una constitución moral, de un consenso social firme en defensa de la ética pública, facilita la ofensiva. Cuando Cristina afirma que a ella la absolvió la historia habla de la legitimación electoral que la devolvió al poder.
Sin constitución económica, sólo crece la pobreza, que aniquila la libertad real de los ciudadanos atrapados en esa pesadilla. Los vuelve más dependientes del puntero y del cheque, siempre insuficiente, del Estado.
Estas debilidades estructurales de la república invertebrada facilitan la construcción de un “poder total”, como postula Cristina en su texto “Sinceramente”. De una autocracia. El único límite está en las urnas.
Populismo,intervencionista, hambreador y gestor de la ignorancia en complicidad con la mafia sindical y los hipocritas de la casta politica que mas que politicos son delincuentes ideologicos
LA ÚNICA PANDEMIA SON LOS POLÍTICOS; ANTICUARENTENA Y ANTIVACUNAS, SOMOS LOS CONSCIENTES DE QUE ESTO ES UNA FARSA ACÁ Y A NIVEL MUNDIAL, QUE ESTÁ SIRVIENDO PARA IMPLANTAR EL MODELO CHINO DE DOMINACIÓN. SIGAN DE BOZAL QUE QUEDA POCO.
SI ESTANISLAO MAO LO DECIA DESTRUIR EL ESTADO Y HACER UNO NUEVO A VOLUNTAS Y NECESIDAD DEL PARTIDO. CLARITO NO,
Sagristani, no entendiste los apuntes. Puede existir una autocracia que respete la ley e incluso la división de poderes. Sería un gobierno donde todas las decisiones del Poder Ejecutivo las toma una sola persona. Una autocracia que manipula el Congreso y además en forma permanente se coloca por encima de la ley y la justicia, es una tiranía.
La democracia sufre precarización de muchas maneras pero la más importante es la FALTA DE PATRIOTISMO DE LOS POLITICOS DE ESTA DEMOCRACIA MENTIROSA