Las vacunas de privilegio enojaron a los ciudadanos que salieron a la calle y a muchos más que se quedaron con bronca en casa. A votantes de la oposición y a buena parte de la base electoral del gobierno, según encuestas coincidentes.

La pregunta que desvela a la dirigencia política es en qué medida ese estado de opinión incidirá en el resultado electoral de octubre. La elite piensa la crisis en función de cuánto puede sumar o restar a sus posiciones de poder, actuales o futuras.

El oficialismo no puede ocultar los magullones. Confía sin embargo en que podrá dar vuelta la página a tiempo. Cuenta con dos activos, por ahora hipotéticos: acelerar la campaña de inmunización y lograr una mejora relativa de la economía.

El razonamiento implícito es que la crisis de las vacunas se cura con más vacunas. Una simplificación despiadada. El daño moral tiene baja ponderación en los cálculos del poder.

Las perspectivas de aprovisionamiento de vacunas mejoran. Empiezan a llegar envíos de China, de la India y de Rusia, que además habría comprometido un cronograma de entregas para los próximos meses. A fines de abril desembarcaría la primera provisión de AstraZéneca.

¿Para cuántas personas de riesgo alcanzará? No hay todavía una respuesta clara. ¿Se logrará vacunar lo suficiente para prevenir una segunda ola grave de Covid entre el otoño y el invierno? Tampoco hay certeza.

Se duda sobre cuántas vacunas llegarán y qué velocidad podrá imprimirse a la inmunización. El ritmo de estos primeros meses, con apenas 2% de la población inoculada, es incompatible con aquel objetivo.

La cuestión es crucial también para la economía. En el invierno europeo, la nueva oleada de la pandemia obligó a cierres de actividades masivos y en algunos casos prolongados.

La economía argentina muestra algunos síntomas positivos, pero difícilmente resistiría restricciones tan severas.

Repasemos los datos favorables que ilusionan al Gobierno. El rebote en el nivel de actividad –aunque desparejo e insuficiente– se consolida. Las cuentas públicas mejoran, la emisión se desacelera y la calma cambiaria continúa.

El campo, otra vez, hizo en gran medida el milagro. O si se prefiere, lo hicieron la suba de precios internacionales de los granos y las lluvias, que prometen un ingreso extra por exportaciones de unos 10.000 millones de dólares.

Más recursos fiscales por retenciones. Divisas para asegurar la provisión de insumos. Y –habrá que verlo– para sostener el atraso pautado del dólar oficial como ancla antiinflacionaria y la estabilidad de la brecha con dólar de la calle. El impuesto a la riqueza ayudará en ambos frentes. Es notoria la venta de dólares en la Bolsa y el mercado blue para la obtención de los pesos que a pagar a la AFIP. Eso presiona la paridad a la baja y tiende un puente hasta la llegada de los dólares de la nueva cosecha.

Una cáscara de nuez para cruzar a la otra orilla. La condición es que la pandemia, el contexto internacional y la inflación no deparen nuevas turbulencias.