Alberto Fernández está cada vez más encerrado. Más y más funcionarios que responden a su vicepresidenta Cristina Fernández empiezan a ocupar cargos en el Ejecutivo y organismos descentralizados.
También se lo ve cada vez más exhausto, desgastado, con los achaques que sufre un presidente normalmente, pero esta vez, por actuar conforme su compañera de fórmula le solicita.
Poco creíble es el hecho de que realmente el jefe de Estado quiera reformar el Poder Judicial, y así lo daba a entender mientras era candidato. Todo indica que se trata de un deseo imperioso de la expresidenta para zafar de las causas que la complican. Alberto obedece.
Se puede imaginar al presidente, cada noche antes de irse a dormir, agotado, preguntándose “¿En qué me metí?”. Lo mismo por las mañanas, bien temprano, mientras se coloca su traje antes de comenzar a cumplir con lo que su agenda demanda.
Es que tiene cada vez más problemas, las presiones por lo que acontece en Formosa, la presión por un gran sector de la sociedad, de la oposición e incluso dentro de su propio Gobierno.
Se le fue Alejandro Vanoli de la ANSES y María Eugenia Bielsa del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, cargos que luego fueron ocupados por gente de Cristina: Fernanda Raverta y Jorge Ferraresi respectivamente.
Luego se le fue Ginés González García del Ministerio de Salud y si bien su reemplazo se lo quedó Carla Vizzotti, con quien Alberto tiene una relación promisoria, las lenguas cuentan que su salida es prácticamente inminente y su reemplazante sería Nicolas Kreplak, viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires y sumamente cercano a Cristina, a tal punto de haber sido él en persona quien le aplicó la vacuna contra el coronavirus.
Por último se le va la ministra de Justicia Marcela Losardo, íntima amiga, junto con su marido, del presidente. El nombre que más fuerte suena para su reemplazo es el diputado rionegrino Martín Soria, otro adulador de la vice.
Mientras, los amigotes del jefe de Estado se embarran más y más en cuestiones delicadas. Gerardo Zamora se vio envuelto en el escándalo luego de inaugurar el estadio “Madre de Ciudades” en Santiago del Estero, con el condimento de que Alberto acompañó el corte de cinta.
Dicha polémica se produce en el marco de ser esa una de las provincias más pobres del país, con el 80% de la población sin cloacas y donde Abigail no pudo tratarse por falta de un centro de salud de alta complejidad.
Por otro lado, Formosa, la provincia gobernada por el feudal Gildo Insfrán, vive momentos críticos luego de que quisiera volver a Fase 1 por 17 casos positivos de coronavirus. Fue hace apenas unos meses que el presidente aseguró que el de Insfrán era el modelo a seguir.
Para colmo, en las provincias opositoras tampoco le va bien, el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, le echó en cara la necesidad de terminar con las disputas partidarias y emprender un modelo de política más equitativo.
Lo único que le queda es aprovecharse de la situación vivida en Corrientes, gobernada por el radical Gustavo Valdés y cuyo ministro de Salud, Ricardo Cardozo, fue encontrado transportando de forma irregular vacunas contra el coronavirus.
En fin, Alberto parece ser un tipo sin suerte, mientras tanto, la sociedad se va agobiando de las erráticas medidas políticas que día a día se toman desde el Gobierno.
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