El ahora ex presidente del
Banco Mundial, Paul Wolfowitz, fue protagonista en lo que va de este año de dos
escándalos. El primero, en realidad más que escándalo un momento humorístico
debido a un error de apreciación por parte suya, fue cuando ingresó de visita a
una mezquita en Turquía. Su error consistió en no tener en cuenta que al
ingresar a un ámbito religioso musulmán todos deben quitarse el calzado que
lleven, y Wolfowitz debió pasar por el sofocón, al hacerlo, de lucir ambos pies
con roturas en sus medias que dejaban sus “dedos gordos” al descubierto.
Piadosamente, alguien le alcanzó enseguida unas pantuflas para que los cubriera.
Pero las fotografías de un hábil reportero que gatilló oportunamente su cámara
hacia esa pobre imagen, insólita en un hombre que venía manejando –con un
abultadísimo salario- las cuentas del Banco Mundial y los destinos financieros
de muchos países del planeta, dieron rápidamente la vuelta al mundo.
El
segundo, que sí fue un escándalo con todas las letras, le acaba de costar a
Wolfowitz su despedida del organismo crediticio internacional. A mediados de
marzo último fue acusado de corrupción, al descubrirse que su novia Shaha Riza
-nacida en la capital de Libia, Trípoli, de padre libio y madre siria-, quien
también ocupaba un importante cargo en el Banco Mundial, había sido beneficiada
por Wolfowitz con dos importantes aumentos de sueldo, prácticamente seguidos,
que en conjunto significaban un 43% y más de 60.000 dólares por encima del ya
importante sueldo que percibía, alcanzando así a ganar 193.590 dólares libres de
impuestos. Para comparar, unos 7.000 dólares más de lo que percibe la secretaria
de Estado norteamericana, Condoleezza Rice. Por si ésto fuera poco, Shaha Riza
trabajaba al mismo tiempo para una empresa privada que ofrecía asesoramiento al
Pentágono desde antes de la guerra de Irak, sin informar de ello al Banco
Mundial como exigen las reglas del organismo.
Pésimos ejemplos de un Wolfowitz que siempre había intentado distinguirse,
durante su gestión en el Banco Mundial, por su lucha contra la corrupción. Y al
mismo tiempo una omisión doméstica de su novia, que distraída por sus dos
trabajos tan bien remunerados no encontraba tiempo para coserle las medias rotas
a su pareja, o al menos comprarle algunas nuevas.
Con todos estos detalles (exceptuando el de las medias), la Asociación de
Empleados del Banco Mundial solicitó, el 13 de abril, la dimisión de Wolfowitz,
y doce días después lo hizo el Parlamento Europeo. También en abril, el Banco
Mundial abrió una comisión investigadora a través de la Comisión de Etica del
organismo, la cual emitió su informe final el 14 de mayo último concluyendo que
Wolfowitz había violado las normas del Banco, recomendando “que el Consejo de
Administración considere si Paul Wolfowitz será capaz de ejercer el liderazgo
necesario para asegurarse de que el Banco siga operando de la mejor manera
posible para cumplir con su mandato”. Frente a esta resolución, el pasado 17
de mayo los directores ejecutivos reconocieron la necesidad de que Wolfowitz
renunciara a la presidencia del Banco Mundial. Fueron vanos los esfuerzos del
presidente George Bush –entre halcones no hay picotazos- para intentar retenerlo
en el cargo, y finalmente Wolfowitz acaba de concretar su dimisión, la que será
efectiva al finalizar el año fiscal, el 30 de junio próximo.
Antecedentes de un “halcón”
Paul Wolfowitz, de 63 años, fue el décimo presidente del Banco Mundial desde su
creación, en 1944 en Bretton Woods, donde también fue fundado el Fondo Monetario
Internacional. Poseedor de una licenciatura en matemáticas en la Universidad de
Cornell y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago, es
considerado un neoconservador con puntos de vista beligerantes, que defiende la
política israelí y fue promotor de la guerra contra Irak.
Durante el gobierno presidido por Ronald Reagan permaneció tres años en
Indonesia como embajador de Estados Unidos, recibiendo críticas ante su
complacencia e incluso su apoyo al régimen dictatorial de Mohamed Suharto en ese
país. De hecho, una continuidad de los republicanos, ya que poco tiempo atrás
habían visitado al dictador indonesio el entonces presidente Gerald Ford y el
secretario de Estado Henry Kissinger, dando su aprobación a las represalias de
Suharto contra los rebeldes de Timor Oriental, que fueron víctimas de un
genocidio que acabó con la vida de 200.000 personas.
Más cerca en el tiempo, Wolfowitz se desempeñó como subsecretario de Defensa en
la actual administración Bush, siendo el segundo de Donald Rumsfeld, con quien
compartió, junto al presidente, sus incontenibles deseos de invadir Irak,
incluso inventando, con la complicidad del entonces secretario de Estado Colin
Powell y los falsos informes de la CIA, la existencia de “armas de destrucción
masiva” en los búnkers de Saddam Hussein.
Su
posterior candidatura a la presidencia del Banco Mundial no hizo más que
continuar la tradición de que sea un estadounidense quien esté al mando en ese
organismo y un europeo en la presidencia del FMI. De allí que George Bush haya
rechazado algunos sondeos provenientes del entorno de su amigo, el británico
Tony Blair, para que al dejar próximamente su cargo de Primer Ministro pase a
ocupar la conducción del Banco Mundial.
Estos “halcones” de la política norteamericana, Kissinger, Rumsfeld y Wolfowitz,
participan en las reuniones del oscuro “Club Bilderberg” –del que nos hemos
ocupado en una nota anterior-, un encuentro entre políticos, economistas,
empresarios y hasta miembros de la realeza europea que se lleva a cabo todos los
años en una ciudad distinta de Europa o América del Norte, donde se deciden
cuestiones sobre cómo manejar el mundo a través de guerras, venta de armas,
precios del petróleo y el oro, aprobación de futuros presidentes y las hambrunas
en los países pobres, entre otras despojadas de todo aspecto moral. Reuniones
mantenidas bajo el más riguroso secreto y protegidas por abundantes fuerzas
policiales locales, además de un ejército de agentes secretos, y en las que al
menos en una oportunidad participó también, en 2003, Colin Powell, cuando fue a
rendir informes sobre la recién lanzada invasión a Irak.
En
resumen, considerado un verdadero ideólogo de la violencia a la vez que
sumamente apto para conducir el Banco Mundial, Paul Wolfowitz se vio ahora
obligado a dejar un cargo con el que planeaba coexistir por un largo tiempo más,
gracias a un error cometido por muchos hombres, el de halagar al máximo al
objeto de sus desvelos. Sólo que en este caso, la posición de Wolfowitz en el
Banco Mundial hizo que sus halagos al objeto de sus desvelos, Shaha Riza, fueran
demasiado excesivos. Ahora el gobierno de Estados Unidos está buscando
aceleradamente a su sucesor.
Posibles candidatos
En
una reciente edición, el diario financiero estadounidense “The Wall Street
Journal” informó que la Casa Blanca ya está preparando una lista de potenciales
candidatos para reemplazar a Wolfowitz en la presidencia del Banco Mundial, y
una de sus principales prioridades es hallar a alguien que cuente con la
aceptación de toda la comunidad internacional.
Entre los primeros nombres en conocerse figuran los del secretario de Comercio y
ex presidente ejecutivo de la compañía Kellogg, Carlos Gutiérrez, y el de John
Danforth, ex senador de Missouri y embajador ante las Naciones Unidas. Para el
diario financiero, otro nombre que figura en los primeros planos y que despierta
“especial interés” es el del ex líder de la bancada republicana en el Congreso,
Bill Frist, un cirujano que ha viajado extensamente por Africa y que durante sus
diez años pasados en el Congreso ha luchado por elevar las asignaciones de
Estados Unidos a programas para combatir el contagio de enfermedades infecciosas
en el mundo, incluyendo fondos para la lucha contra el SIDA. Según fuentes
cercanas –señala “The Wall Street Journal”- Frist “es uno de los predilectos
de Stephen Hadley, el asesor de seguridad nacional del presidente Bush”.
Otros nombres barajados son los del subsecretario del Tesoro, Robert Kimmit,
anteriormente embajador en Alemania y ampliamente conocido en Europa, y el de
Robert Zoellick, ex representante comercial durante la primera presidencia de
George Bush, quien actualmente se desempeña en el gigante financiero Goldman
Sachs. Durante su anterior cargo, Zoellick promovió activamente tratados de
libre comercio con países de América Latina.
Cabe señalar que los grandes grupos que conforman el lobby financiero y ejercen
un gran poder en los centros de decisión, entre ellos instituciones como Goldman
Sachs, Morgan Stanley y Lehman Brothers, entre otras, y los principales bancos
como Citigroup, Merrill Lynch y JP Morgan, siempre han influido decisivamente en
el nombramiento de los titulares de la Reserva Federal, el Tesoro, la secretaría
de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Un ejemplo de
ello, además de haber elevado en su momento a Paul Wolfowitz a la presidencia
del Banco Mundial, fue la designación de Henry Paulson, presidente ejecutivo de
Goldman Sachs, como secretario del Tesoro de Estados Unidos.
A
la vista de algunos de los nombres de los personajes e instituciones financieras
aquí mencionados, no pueden escapar a la memoria su participación en las
reuniones del también citado “Club Bilderberg”. Un entramado en el que se
deciden los ascensos y descensos de mandatarios y titulares de organismos de
crédito, además de varios otros aspectos en el que los miembros de ese club
manejan a personas, instituciones y hasta a países enteros cual piezas de un
maquiavélico juego de ajedrez.
Muy probablemente tendrá que ver también con la designación del futuro
presidente del Banco Mundial, como tuvo que ver en su momento con la de uno de
sus afamados miembros, el “halcón” Paul Wolfowitz. Por lo que no es aventurado
arriesgar que el próximo titular de ese organismo de crédito será otro
integrante de la bandada de “halcones” que, anidando en el Partido Republicano,
sobrevuelan sobre la Casa Blanca, el Capitolio y el Pentágono.
Carlos Machado