Para entrar a ese departamento de la calle Florida 520 hay que atravesar una puerta blindada con doble cerradura. A la derecha, el baño; a la izquierda, la térmica de luz; en el piso, un compartimiento secreto; al fondo, una puerta que lleva a la escena principal de esta historia: la de la desaparición de Hugo Díaz, el financista que fue visto por última vez el 9 de marzo de 2015 en esa oficina del también financista Diego Xavier Guastini.
Desde entonces, la puerta pareciera estar cerrada con llave como si fuera un cuento policial del tipo «cuarto cerrado» popularizado por el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, pero no porque nadie pueda entrar o salir de allí sino porque dos fiscales decidieron no allanarlo en los últimos seis años a pesar de que podían encontrar pruebas para saber qué pasó con Díaz tras reunirse con Guastini.
La fiscal Estela Andrades no buscó a Díaz allí porque creyó la versión que acordaron dar como testigos Guastini, un agente de seguridad y Luciano Viale, hijo del exespía Pedro Tomás «Lauchón» Viale, sobre la salida de Díaz por sus propios medios; y el fiscal Pablo Recchini, porque todavía no avanzó con los nuevos elementos reunidos sobre lo que realmente sucedió aquel lunes cerca del mediodía.
El hecho de tipo «cuarto cerrado» en este caso fue a la inversa: en vez de la desaparición del victimario a pesar de la puerta cerrada con llave, de allí la dificultad de resolver el caso, el que desapareció fue la víctima luego de salir supuestamente del edificio.
Pero una vez muerto Guastini, el hombre de seguridad que declaró haber visto irse a Díaz se animó a rectificar su testimonio, reconoció que nunca lo escuchó despedirse y entonces devolvió el misterio al estilo de la calle Morgue a una de las oficinas de la calle Florida.
Encripdata pudo reconstruir lo que ocurrió aquel 9 de marzo de 2015 a partir de dos declaraciones judiciales y una extrajudicial y de una persona conocera de los negocios ilegales de las «cuevas financieras», como la de Guastini, del microcentro porteño.
En ese departamento estuvieron Guastini, Eduardo Héctor Franco, más conocido como «Cable», Gerónimo Eduardo Gérez, alias «Coco», y, obviamente, Díaz. No hablaron mucho. Guastini se enojó con Díaz. Alguien lo estranguló. Alguien lo acuchilló. Solo ellos saben quién fue. Solo ellos saben si murió asfixiado o desangrado. En ese momento, Guastini pensó poner el cuerpo en el incinerador del sexto piso, pero luego recordó que no funcionaba desde la última vez. Entonces, ordenó cortarlo para sacarlo en pedazos lo más rápido posible.
En ese punto, Viale, que trabajaba con Guastini, declaró en una causa que nadie tiene que ver con el caso que a los restos de Díaz lo bajaron en heladeras térmicas, pero la fuente que habló con Encripdata dijo que lo hicieron en bolsas de consorcio, aunque coincidieron al decir que dos empleados de limpieza llegaron a ver partes del cadáver de la víctima.
Gérez, su esposa Adriana Nuñez Serrón y su cuñado Daniel Nuñez Serrón, fueron algunas de las «mulas» con las que Guastini traficó 1.443.030 dólares y 1.524.715 euros en tres viajes a Ecuador, dos a España y uno a México.
A David Ávila Ramos, socio de Guastini en el tráfico de divisas, un sicario lo mató el 12 de mayo de 2018 en San Pedro Alcántara, España.
Gerez murió al caerse de una escalera en 2019 luego de que un tribunal lo condenó a 3 años de prisión en suspenso por ser «mula» de Guastini.
A Guastini, también sentenciado por lo mismo, otro sicario lo ejecutó el 28 de octubre de 2019 a la vuelta de la Municipalidad de Quilmes.
Al principio, la fiscal Andrades halló un cheque que llevó a relacionar a Díaz con Damián Stefanimi, otro financista desaparecido el 17 de octubre de 2014 en la zona norte del conurbano bonaerense, pero, extrañamente, ahora nadie encuentra ese cheque.
El de Stefanini es otro enigma en manos del fiscal Fernando Domínguez y la jueza Sandra Arroyo Salgado, exesposa de Alberto Nisman, que denunció que el fiscal tenía una cuenta en los Estados Unidos, a donde, llamativamente, Stefanini le transfirió 150 mil dólares.
Casi al mismo tiempo del crimen de Guastini, Natalia Puccar, la viuda de Díaz, le pidió al juez Jorge López que firmara la presunción de fallecimiento para iniciar la sucesión patrimonial.
Con la muerte de Gérez y Guastini, cada vez son menos los que pueden contar qué pasó con Díaz. No fue el primer muerto en esa «cueva». Tampoco el último. Algunos todavía recuerdan el «crimen de la pizza».
Hay muchos comprometidos , es un ambiente muy difícil de plata fácil pero te torres un milímetro y te limpian