«Otro día más que empieza sin vos, pero no importa porque mientras no estuviste, hice cosas para los dos. Estoy re contento. Cuando te fuiste, vino Dios y me dio una información, fui, tuve la desesperación de no tenerte, me sentí acabado, solo, intranquilo, perdido, pero de golpe el muñequito fue, puso los huevos y se vino con 8600 kilos. Me puso muy contento y pensé en vos y en todas esas vacaciones que nos faltaron y no pudimos tener».
El que hablaba así era Jorge Eduardo Giménez, alias «Chuky Chuky». La destinataria del video: su ex pareja. El objetivo: reconquistarla.
Pero esta reconquista no entraba en un pasacalles: como revela el video al que Encripdata accedió en exclusiva, el hombre tenía la necesidad de mostrarle a esa mujer lo que era capaz de hacer en el submundo del narcotráfico por amor.
«Mirá todo eso, me salió, me salió bien, es para vos también. Aprovechalo ¿Querés una casa? Te la compro. Me llevé una buena plata y me pagaron. Ahora me voy a buscar un resto, 150 mil dólares, a Chile. Las cosas que podemos hacer con esto, negra, fijate, yo no te voy a decir nada porque te fuiste, te entiendo, estábamos muertos de hambre, pero fijate, acá tenés todo, no te va a faltar nada».
Giménez era uno más entre los traficantes de la zona oeste del conurbano bonaerense, pero decidió convertirse en «Chucky», como el muñeco maldito de la película, cuando aquella mujer se fue con un policía. Y, para empeorar las cosas, los uniformados le allanaron la casa.
Según denunció Giménez en el 2016, «esos policías inventaron cuatro años atrás haber visto un auto en La Plata en una casa donde se vendía droga y que ese vehículo después terminó en mi casa, por lo que me robaron dinero, secuestraron a un amigo, usaron mi auto, fueron a la casa de mi amigo en Capital y le robaron 5 mil dólares». Un tribunal sentenció a los agentes a siete años de prisión por hacerle un «cortito» al amigo de «Chuky».
En aquella época, el 14 de noviembre de 2012, los uniformados se acercaron a un taller mecánico de Virreyes por haber visto entrar un Citroën C4, que consideraron de alta gama, y una Hyundai Santa Fe Gold, que anotaron como sospechosa por tener patente paraguaya. Esos indicios les bastaron para abordar a sus objetivos, identificarlos y, tras sentir olor a marihuana en un auto, trasladarlos a una comisaría de Tigre.
De la investigación se hizo cargo el fiscal de San Isidro Claudio Scapolan. Al revisar exhaustivamente el vehículo, encontraron «ladrillos» de marihuana.
El fiscal luego ordenó allanar la casa del dueño de Citroën: era ni más ni menos que «Chuky». Pero allí no encontraron ni un gramo de droga.
Pero no todo era lo que parecía. Los policías no habían buscado a testigos para que presenciaran la detención de los acusados en la puerta del taller mecánico de Virreyes. Recién consiguieron a uno en una parada de colectivo en Tigre. El fiscal, por su parte, ni siquiera confirmó las identidades de los arrestados: uno de ellos aportó un documento falso. Giménez, en tanto, aseguró que un amigo había usado su vehículo sin su permiso. De allí que no supiera o que lo utilizara para mover los paquetes. O, al menos, era una coartada verosímil.
En consecuencia, la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado decidió varias cosas el 20 de mayo de 2016: anuló la causa, sobreseyó a «Chuky» y al resto y ordenó extraer testimonios del expediente para que se abriera una investigación sobre los uniformados y el fiscal. Giménez, por su parte, nunca se olvidaría del fiscal.
Tan solo un mes después, el 14 de junio de 2016, «Chuky» declaró como testigo de identidad reservada ante el fiscal federal Fernando Domínguez: «Luna me pidió 50 mil pesos en nombre de Scapolan y que declarara a favor de los policías que yo había denunciado. El comisario hablaba con el fiscal por teléfono delante mío. Presionaba con meterme preso. Yo no puse plata ni declaré a favor de nadie. Yo sostengo en esta denuncia que el fiscal Scapolan es el jefe de una organización compuesta por policías que se dedican a extorsionar narcotraficantes fraguando causas«.
Giménez hizo algo más: le aseguró al fiscal Domínguez que si algo le llegara a pasar se lo atribuiría a la jueza Arroyo Salgado porque «encubrió todo».
Pero lo que no sabía «Chuky» era que la jueza y el fiscal avanzaban en secreto con una explosiva investigación. Mientras tanto, el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 San Martín anuló el 26 de agosto de 2016 el caso «Leones Blancos» luego de constatar irregularidades por parte de policías de Quilmes en el secuestro el 29 de diciembre de 2013 de 481 kilos de cocaína en la autopista Panamericana, a la altura de Boulogne, y 12 kilos en una quinta de La Reja, decidió liberar a los traficantes y ordenó investigar a los uniformados y el fiscal.
El fiscal en la mira no era otro que Scapolan.
Y, entonces, Giménez volvió a declarar como testigo de identidad reservada. Y para eso contó con la ayuda de un policía, muy a su pesar, que le aportaba datos sobre «la caja» de la Bonaerense. Decía no saber su nombre ni su dirección, pero confiaba en su información. Y así como se la decía a él, así lo declaraba. Dio nombres, patentes de autos y operativos. El más interesante: «Leones Blancos». El fiscal Domínguez pudo reconstruir eso mismo con otros testigos, datos y medidas de prueba. Y la jueza Arroyo Salgado lo consideró suficiente para indagar a Scapolan por el robo de 500 kilos de cocaína de la tonelada que encontraron.
La imputación: ser el «jefe de una asociación ilícita que administró, gestionó y reguló el tráfico de estupefacientes en la zona norte del conurbano bonaerense».
Tan grande se hizo el expediente que muchos, para zafar, quisieron hablar. Tres lo hicieron como «imputados colaboradores»: los policías Carlos Daniel Maidana y Gabriel Cabral y el traficante que aparentaba ser un simple financista, Diego Xavier Guastini, que fue el que le dio el dato de la quinta y la cocaína a su amigo policía Adrián Gonzalo Baeta para que hiciera lo que terminó siendo el operativo de «Leones Blancos».
Pero «Chuky», mientras tanto, volvió a hacer de las suyas: secuestró el 8 de mayo de 2018 a un hombre, le plantó 3 kilos de marihuana y le exigió 100 mil pesos para no armarle una causa. Lo hizo en complicidad con dos policías federales, Ricardo Luis Pérez y Gonzalo Martín Ricardo De Armas.
Uno de los uniformados involucrados era su custodio que le habían puesto por estar en el Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados.
En consecuencia, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) 7 porteño los sentenció el 10 de diciembre de 2019 a 5 años de prisión.
Enterado de que Giménez había vuelto a caer, alguien le robó lo más preciado que conservaba: su BMW Z4. Él dio otra versión para manter limpia su imagen: «Hola, gente linda. Si lo ven, avisen. Aprovecharon mi situación de estar internado, entraron a mi casa y me lo robaron».
Es cierto: «Chuky», así como tuvo varios ingresos a la cárcel, también los tuvo al hospital por su enfermedad, esa que le comía los talones y que lo llevaba a contar todo lo que sabía de primera o de oído para que cayeran «los traidores».
Giménez falleció en el 2020. Su madre no se olvidó de los amigos del hijo que le dieron la espalda en el último tiempo. Y, con el mismo estilo de «Chuky», les advirtió: «A cada chancho le llega su fin (sic). Ya saben dónde vivo. No me asustan los traidores. (Firma) mamá de Jorge Eduardo Giménez».
La verdad es que la jermu no es doctorada de Harvard...para irse con un cana luego de estar con un narco, muchas luces no debe tener.
Con los K en el gobierno, hay miles de Chuky. Al igual que el progresismo Latinoamericano, el narcotrafico es una de sus principales fuentes de financiacion de la política, mas cuando no hay tanto para rapiñar del Estado.¡Terminaremos como Mexico!Por lo menos la IMPUNIDAD se huele para los que tienen PODER politico. Pocos se ocupan de lo que está pasando con el narcotrafico.