“…las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Gabriel García Márquez
1.- Categoría de presidente inadvertido
Final a toda orquesta literaria de la novela de Gabriel García Márquez que pulveriza Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Venía condenado a la soledad. Pero ahora tiene “una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Alberto preside el gobierno de La Doctora y tiene la plaza asegurada en la historia por ser (y haber sido) el presidente de la pandemia.
En marzo de 2020 sorprendió con el crecimiento extraordinario en las encuestas.
Cuando, gracias a la peste, se puso el país al hombro y ofreció conciertos cada 15 días, junto a otros dos tenores.
Axel Kicillof, El Gótico, y Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Pero como en Argentina todo sale mal, en cuatro meses los tres tenores se disolvieron. Cada tenor hoy brinda shows por su cuenta.
Hasta aquí, como balance, con la peste a Alberto le fue mal. Con la cuarentena le fue peor.
No sorprende entonces el despelote del plan de vacunación. O su falta.
Se excedió en promesas por la patológica necesidad de dar buenas noticias.
Por el equívoco instalado de creerse un eficiente comunicador.
Aunque la comunicación nunca suple las falencias y carencias de la mala política.
En el breve lapso de esplendor, se creyó que la ficción del albertismo era una aventura posible.
Solía jactarse de preferir la salud a la economía. Arriesgar un punto del PBI importaba menos que evitar diez mil muertos.
Al atravesar la frontera de los 50 mil muertos ya tenía estallada la economía. La numerología de las encuestas se había derrumbado.
Hasta diluirse, desde el papelón de Vicentín, en la paulatina mediocridad de los desaciertos y las vacilaciones.
En su «cuesta abajo» de Gardel alcanzó la categoría de presidente inadvertido.
A la pérdida de respeto se le agregaba la desilusión de los optimistas que se habían ilusionado.
Dejaron de creer hasta los voluntaristas mediáticos que lo construían como el líder para emanciparse de La Doctora.
Una manga de iluminados que no entendían y tampoco le creían cuando les decía la verdad:
“Nunca más voy a pelearme” (con La Doctora).
La dueña mayoritaria de los votos y del gobierno que -por su dedo selectivo- Alberto presidía.
2.- Pantalones cortos
El clímax del descenso se registró hace la eternidad de quince días.
El 24 de marzo La Doctora ofreció un calculado recital con la escenografía expresiva de poder.
Con Máximo, En el Nombre del Hijo, y Axel, detrás.
Con el doctor Berni, El Pesado del Prime Time, en primera fila.
Con la significativa ausencia de los funcionarios que no funcionaban. Como Alberto.
El presidente inadvertido se deslizaba en la perversidad de victimizarse.
Comunicadores amigos adherían a la teoría del golpe de La Doctora.
Por el perceptible avance de La Doctora en el gobierno que le pertenecía.
Pero de ningún modo La Doctora se disponía a terminar con la presencia de Alberto, al que podía sacar con un escobillón.
Aunque la distribución de tareas, en adelante, era clara como las aguas del Lago Curruhue:
Para Alberto, la epopeya de las vacunas. La política para los que se creían en condiciones de saber hacerla.
Hasta el analista menos avispado acentuaba la magnitud del fracaso.
Llevaba 15 meses y no había resuelto la gran utopía. Los problemas judiciales de La Doctora.
Juntos -Alberto y La Doctora- cometieron el error de instalar, en el primer plano, “el diseño del país para abogados”.
La Justicia como tema dominante. Un camino del que deben alejarse.
Aunque se salpique la memoria de los virtuosos falsos que llegaron para acabar con los réprobos. Pero resultaron peores.
Mauricio Macri, El Ángel Exterminador. Y los inspirados ociosos de La Mesa Judicial.
Convencidos, por su versatilidad para el desconocimiento, de contar con diez años de macrismo por delante.
Los virtuosos falsos no vacilaban en recibir jueces y camaristas que se ponían pantalones cortos en la Residencia de Olivos.
Sin sospechar que «aquel que se pone pantalones cortos en Olivos pierde».
Aunque ganen en el tenis o en el fútbol, inmediatamente les pierde el respeto.
Jueces y camaristas que corrían la pelotita, como los ociosos de la Mesa judicial -y hasta el Ángel-, iban a sorprenderse porque La Doctora les ganaba las elecciones.
De pronto se tenían que poner los pantalones largos. Y prepararse espiritualmente para las réplicas.
Pero el triunfo electoral de la Doctora no le servía para resolver los problemas que arrastraba. Consecuencias del estilo recaudatorio del extinto. El Furia.
Los polos fácticos de poder permanecían intactos. Era más grave aún, estaban fortalecidos por el insuperable rencor.
Un conflicto de indagatorias. Juego de causas cruzadas que marcha, invariablemente, hacia el indulto doble (sale con fritas).
Aunque ninguno quiere asemejarse al otro. Espejos indeseables.
3.- El rescate
Y es aquí exactamente donde la peste, otra vez, rescata a Alberto, el presidente inadvertido.
Para brindarle la segunda oportunidad sobre la tierra colmada de ingratos y de memorias frágiles.
La multiplicada riqueza del virus mutante exhibe la inagotable habilidad de cepas para reproducir el fenómeno de la muerte.
Las vacunas no alcanzan, aunque en pocos meses se venderán hasta en los kioscos.
Aunque hoy los muertos dejan de ser imaginarios (como creyó el articulista que también se equivocó).
Pero la “nueva oleada” de la peste llega con el objetivo noble de ayudar a Alberto.
En 2020 la peste resultó providencial para que Alberto se proyectara.
En la segunda oportunidad de 2021 la peste llega para tenderle el atributo bíblico de la resurrección.