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Horacio Rodríguez Larreta-Juan Schiaretti: ¿La fórmula para el cambio, o solo marketing?

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Macri, Larreta, Pichetto y muchos más en Juntos por el Cambio quieren una nueva oportunidad para cambiar el país, pero el cómo sigue siendo un misterio
Macri, Larreta, Pichetto y muchos más en Juntos por el Cambio quieren una nueva oportunidad para cambiar el país, pero el cómo sigue siendo un misterio

Existe un consenso bastante generalizado en cuanto a que la alianza JxC debe ampliarse para tener éxito en una eventual nueva oportunidad para intentar lo que entre 2015 y 2019 no funcionó: estabilizar la economía y reformar sus componentes públicos y privados más ineficientes, para permitir un crecimiento sostenido. Lo que no está para nada claro es cómo se puede lograr esa ampliación, con quiénes, cuándo, para perseguir qué objetivos concretos.

 

Hace un tiempo, con algunos amigos politólogos, planteamos una idea: acordar una sucesión presidencial alternada entre los actuales miembros de JxC y nuevos aliados peronistas, que tendrían entonces un gran incentivo para entrar y quedarse en esa nueva coalición, más allá de los inconvenientes que se presenten, y de este modo le proveerían al programa de estabilización y reformas un horizonte de tiempo suficiente, de dos o tres mandatos, para lograr sus metas básicas.

Esta alternancia presidencial pactada exigiría, claro, reglas bien precisas para elegir candidatos y distribuir responsabilidades de gestión y legislativas entre quienes no ejercen la presidencia, para la competencia en niveles subnacionales entre los dos bloques de la alianza, en suma, resolver anticipadamente una cantidad de cuestiones que no pueden dejarse libradas a su suerte, y que deberán a su vez empalmar bien con la asignación de costos y beneficios del programa de cambios a lo largo del tiempo. Mucho, muchísimo trabajo.

La idea generó interés en dirigentes políticos, empresarios, sindicales y académicos. Pero pareciera que para algunos de los líderes de JxC el deterioro acelerado del oficialismo, del que hemos tenido nuevas muestras en las últimas semanas, es un motivo suficiente para confiar en viejas fórmulas. Veamos lo que ellos han estado diciendo, y qué curso de acción se puede inferir de ello.

El más explícito fue Horacio Rodríguez Larreta. Concedió días atrás un extenso reportaje a Carlos Pagni, durante el que habló un poco de todo, y sobre la cuestión de la ampliación de la alianza opositora dijo lo siguiente: una cosa es la coalición electoral y otra la coalición de gobierno; primero hay que ganar, después se verá con quiénes se gobierna. Para esto último él sí buscaría sumar sectores peronistas que hoy no están en JxC: a todos los que coincidan con un programa de cambios.

La idea podría funcionar si integrar a actores diversos en una gestión, por ejemplo a través de la distribución de cargos en el gabinete y áreas de influencia, fuera un premio suficiente para asegurar su cooperación sostenida en el tiempo, y esa distribución fuera compatible también con una gestión consistente de los costos del cambio. Pero la experiencia indica que no sucede ni una cosa ni la otra. Alfonsín, De la Rúa y el propio Macri ensayaron fórmulas de este tipo, Alfonsín con sindicalistas peronistas, De la Rúa con Domingo Cavallo, Macri con Sergio Massa. Y en todos los casos sucedió que los nuevos “aliados” usaron los cargos para sacar ventajas circunstanciales y perseguir sus propios planes; y los abandonaron o se aislaron del resto del gobierno cuando éste chocó con más dificultades, es decir, cuando la cooperación se volvió más necesaria para evitar el fracaso.

Esas experiencias enseñan que en una gestión de reformas que tiene que superar grandes obstáculos y administrar costos importantes durante un tiempo prolongado, como la que sin duda nos espera, si se llega a tener una nueva oportunidad, en 2023, o cuando sea, los cargos ejecutivos sufren un gran desgaste, no son un premio seguro para quien los ocupa, y la tentación de usarlos para descargar costos en otros sectores, con medidas problemáticas para el sostenimiento del gobierno y su estrategia general, es muy alta. Por lo que una coalición en que la cooperación no esté asegurada en el mediano y largo plazo enfrentará comportamientos especulativos de sus miembros y deserciones en los peores momentos, cuando esté más desguarnecida para soportarlos.

Es por eso que la fórmula sugerida por Larreta tiene poca chance de prosperar. Ministros peronistas de un gobierno encabezado por no peronistas solo van a tener motivos para resistir solidariamente los chubascos si tienen la perspectiva de estar pronto en el lugar de esos otros socios, y necesitados de su cooperación, es decir, ejerciendo ellos la presidencia, habiendo accedido a ella a través de esta alianza, no de su abandono. Por eso hace falta una sucesión presidencia preacordada, que estabilice y extienda en el tiempo la cooperación, la fortalezca en particular en los momentos difíciles, evitando que cálculos electorales circunstanciales alimenten el círculo vicioso de la dispersión y el desacuerdo a la primera señal de complicaciones.

Larreta, días después, en una reunión de la Fundación Mediterránea, jugueteó con una idea distinta: la posibilidad de compartir fórmula con Juan Schiaretti. ¿Fue una simple chanza?, ¿estaba improvisando? Al menos es lo que pareció. Una fórmula mixta puede ser electoralmente atractiva, seduciendo en lo inmediato a sectores del peronismo, pero no resuelve ninguno de los problemas mencionados: si a ese gobierno le fuera bien, el presidente aspiraría a la reelección y el vicepresidente tendría el camino bloqueado para hacer crecer a su sector de la alianza, y si le fuera mal, ambos dejarían al mismo tiempo de ser figuras atractivas para sus sectores y los votantes; en cualquier caso la continuidad en el tiempo de la coalición estaría en peligro. Por algo no hay buenas experiencias con esas mixturas: recordemos lo sucedido con la Alianza en 2000. Schiaretti, en suma, no tendría ningún motivo serio para apostar por esa opción, a menos que no se le deje otra salida, lo que para su futuro como líder de un nuevo peronismo no sería una buena señal.

Todas estas discusiones ponen en el centro de la atención los problemas de la “pata peronista”: si ella puede ser un componente más de JxC, equivalente a las otras “patas”, y conviene que sea incluso progresivamente absorbida por una identidad mayor, o debe entenderse como un actor diferenciado, con su autonomía, su identidad, sus propias necesidades y reglas de juego. Lo dicho hasta aquí hace pensar más bien en lo segundo, pero el modo en que se viene planteando este asunto se ajusta en cambio a la primera opción. Y sería bueno que los líderes que tienen que resolver la cuestión aclaren qué pretenden. De otro modo no se entiende a qué tipo de emprendimiento están convocando, cómo va a funcionar y qué se puede esperar de él.

Algo de esto despuntó a raíz de un reciente cruce entre Miguel Ángel Pichetto y el diputado Fernando Iglesias. Iglesias, con su antiperonismo primario y cerril, y su tozuda vocación por actuar como equivalente funcional de la radicalización kirchnerista, se lo puso fácil al ex senador peronista. Quien en una serie de tweets destrozó su pretensión de arrogarse el derecho a decir quién entra y quien no en la nueva Argentina con la que JxC viene soñando. Así como la de insistir con tesis que mostraron ya sus limitaciones durante la gestión que concluyó en 2019 (como la de que “hay que hacer lo que ya fracasó, pero más rápido”, que la sociedad se divide entre gente productiva que quiere el cambio y parásitos del fisco que lo boicotean, y que la clave finalmente reside en lograr que “ellos” “no vuelvan más”, grandes éxitos).

La cuestión es que Pichetto no logró disimular con esos planteos un problema que aqueja gravemente a la pata peronista, tal como él viene promoviéndola: ella no está caminando muy bien que digamos. Ha logrado reunir a deudos de Menem, unos cuantos jubilados y pensionados, con bien ganadas credenciales en algunos casos, pero muy poco atractivo electoral, escasísima o nula base social, y cero voto.

La razón es sencilla. Aunque están todos muy enojados entre sí en el FdeT, nadie allí que tenga que pagar sueldos de abultadas plantillas del sector público mes tras mes quiere romper con Alberto, que será un presidente cada vez más débil y desacreditado ante la opinión pública, pero igual es, y seguirá siendo, el único que puede salvarlos, porque está sentado sobre la maquinita de hacer billetes. Eso es así hoy, y va a ser así también después de octubre. Así que, cabe preguntarse, ¿qué perspectivas tiene una pata peronista en la oposición, cuando los peronistas que tienen votos dependen, masivamente, más que nunca, de quien gobierna?

A esto sumémosle otro problema que Pichetto no está resolviendo: sus esfuerzos por incorporar gente de su partido a JxC se contraponen con los que hacen otros “peronistas republicanos”, como Randazzo, Urtubey, Lavagna y compañía, por replicar la experiencia de Massa de 2013, romper la unidad del partido pero no para sumarse al bloque no peronista sino para promover una tercera vía. ¿Qué se hace entonces, se fortalece la pata peronista de la coalición opositora, o una disidencia peronista autónoma? Porque intentar las dos cosas a la vez, en condiciones tan desfavorables como las que se señalaban recién, malgasta las pocas fuerzas disponibles.

Justamente la idea que sugerimos de incorporar aliados peronistas pero no como una pata más, sino como actores diferenciados y con derechos y obligaciones específicas, apunta a resolver esta encerrona. Tiene la ventaja de que no exige acuerdos inmediatos, sino que abre la perspectiva de sellarlos cuando se de la oportunidad, y a partir de entonces asegurar que perduren. Y no exigir a los potenciales aliados que sobreactúen una “fusión de identidades” que, además de insostenible, sería inconveniente: porque lo que el proceso de cambio necesita es un peronismo que en algún momento vuelva al centro político y a acomodarse a las reglas de juego del capitalismo y la república, y eso solo se va a conseguir con actores capaces de competir por la identidad y los votos de esa fuerza. Dirigentes que sean, en suma, capaces de ofrecerle a la base de su partido un proyecto y un futuro un poco mejor que el que le brinda el kirchnerismo.

La responsabilidad de JxC en lo que pase con el peronismo es inexcusable. Obviamente van a influir muchos otros factores, pero hay de su parte la obligación de tenderles puentes de plata a los actores moderados, incluso a quienes no lo han sido tanto pero tengan posibilidades de moderarse. Y si no lo hace, y no lo hace pronto, todo va a ser mucho más difícil, porque esos actores no están en condiciones de proveerse de esos puentes y colaborar entre sí por sí mismos, lo demostraron en 2013-15, y de nuevo en 2019. Si Schiaretti, Randazzo o quien sea se lanza al ring, pero no encuentra un contexto adecuado para crecer, es muy probable que confirme en los dubitativos que conviene seguir apostando al statu quo. Y la pata peronista tal como ahora está planteada desde JxC no ayuda, complica aún más las cosas en este sentido. En cambio, con el agregado que estamos proponiendo, un entendimiento a futuro para integrarse en pie de igualdad en una coalición de gobierno, ambas expresiones de disidencia peronista podrían complementarse en vez de perjudicarse mutuamente. Porque, por decir así, se podría lograr que le vaya bien al mismo tiempo a gente de Pichetto y gente de Randazzo o Schiaretti. Por eso es también muy importante que estas cuestiones se empiecen a discutir y resolver ahora, y no dejar pasar el tiempo.

La “fusión de identidades”, en cambio, parece también tener un lugar destacado en la caja de herramientas de Mauricio Macri. Quien a lo largo de las últimas semanas, aprovechando la presentación de su libro, volvió a intentar una suerte de absorción de las tradiciones peronistas que ya había explorado en la campaña de 2015. “Perón sería de JxC” dijo en una ocasión. “Me siento identificado con las banderas del peronismo” había dicho entonces. ¿Tiene alguna utilidad plantear las cosas de este modo?, ¿no genera más confusión que otra cosa?

Arrastramos una larga historia de frustraciones con intentos de proveer al peronismo de una conducción “desde afuera”, sobre la que sería bueno que Macri reflexione. Quien intentó con más entusiasmo practicar este malabar fue Arturo Frondizi. Estaba convencido de que Perón era un farsante con suerte, y que podría fácilmente sustituirlo, poniéndose al frente de una alianza entre sectores populares y empresarios superadora del experimento peronista, que resolviera las inconsistencias del modelo económico que él le había legado al país. Como se sabe, el intento no prosperó, porque Perón le dio cinco vueltas a Frondizi y lo envolvió para regalo. Así que conviene dejarse de embromar con experimentos de este tipo.

Qué sea el peronismo en el futuro es un asunto que resolverán los peronistas. Como mucho lo que se puede hacer es dar una mano para que al menos una parte de ellos, a su vez, ayude a salir del brete en que estamos. Si algo así se lograra ya habríamos dado un paso enorme hacia la solución de algunos de los muchos problemas que tenemos que resolver, y evitaríamos la reiteración de frustraciones con sueños y aventuras que se revelan a la postre inviables.

No se le puede pedir a la agotada sociedad argentina que vuelva a confiar en los arquitectos del cambio simplemente porque ellos a su vez confían en su propia voluntad e instinto. Y es claro que si estos ceden a la tentación de improvisar, en las muy duras condiciones que se tendrán que enfrentar de acá en más, van a correr serios riesgos de volver a frustrar la expectativa de que este país tenga algún futuro, haciéndole el juego a los conservadores y promotores del caos.

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. Menos Mal que los partidos políticos tienen o van a tener internas, para seleccionar los candidatos. Un consejo desde córdoba, CUIDEN LAS ESPALDAS , como en su momento advertimos, porque TE APUÑALAN CUANDO MENOS LO ESPERÁS. Si los Mandatarios terminan los mandatos y los funcionarios que los rodean no se quieren ir a sus casas o retomar un trabajo que culpa tienen los Ciudadanos. Si después de 21 AÑOS no pensas que algún día se te termina EL CURRO, es tú problema-

  2. Schiaretti siempre fue funcional al Macrismo. No me extraña que se aliara con Larreta, si es que Macri lo deja. De alli a que vayan a estabilizar la economia es solo una ilucion, un espejismo.-

  3. ¡Bomba de humo para la gilada! En JXC no hay IMPRESCINDIBLES y mucho menos SUBDITOS como en el Kirchnerismo Falta mucho para el 2023.

  4. Creer qué un gobierno de panqueques, cómo lo son estos dos, será mejor que el gobierno de un felpudo, o uno del tragón con un chip en el culo y manejado a distancia desde Wall Street, es un delirio. No hay políticos normales en éste país?

  5. Desde Córdoba, NOVARO con mucho respeto. Si no tiene Ud. y sus amigos politólogos otra cosa que hacer, se toman vacaciones que es lo mas sano. Justamente hablan de córdoba como si vivieran por acá. NOVARO hace 21 años que convivimos con el SILENCIO, entonces que piensan hacer, comenzar a sacar a la superficie TODO lo de la provincia de córdoba.?????????? Porque estamos esperando.

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