Efedrina en una baulera. Cocaína en un galpón. Nombres que se repiten. Vuelos que conectan personas. Teléfonos de acá y de allá que aclaran puntos oscuros. Y una hipótesis a la que llegó el portal Encripdata más que inquietante: y si las células que triangularon efedrina entre China, India, Argentina y México lo hicieron -sabiéndolo o sin saberlo- para el mismo cártel y si, además del preciado precursor químico clave para hacer metas, también traficaron toneladas de cocaína incluso después del triple crimen de General Rodríguez.
Encripdata cruzó datos del triple crimen, la ruta de la efedrina, la operación Mariachi, la operación Arco Iris y varios expedientes más de Argentina, Paraguay y México para contar esta trama por demás compleja.
El 13 de noviembre de 2008, policías federales, tras recibir un informe de la Drug Enforcement Administration (DEA) de los Estados Unidos, fueron a romper un galpón en San Miguel siguiendo los pasos de narcos mexicanos, pero, para su sorpresa, tres policías bonaerenses, que tenían una pista sobre 2 mil kilos de efedrina, ya estaban en el lugar. Todo casi termina a los tiros. Uno de esos policías bonaerenses declararía que esa pista se la había dado Pedro Tomás «Lauchón» Viale, agente de la Dirección de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia (SIDE), pero eso lo reconoció mucho tiempo después de que el Grupo Halcón matara a «Lauchón» en un extraño operativo. Como sea, allí no había efedrina sino 750 kilos de cocaína.
Esa fue la operación Arco Iris, por los colores de los «ladrillos».
El 24 de agosto de 2009, policías federales, tras otro informe de la DEA, reventaron tres sitios en Nuñez, La Matanza y Morón en busca de más traficantes mexicanos. En este caso no hubo contratiempos. Lo que sí hubo fue efedrina. Mucha. 4.250 kilos, que «coronados» en México hubieran hecho millonarios a sus dueños, si ya no lo eran, pero que dejaron «enfriar» en la Argentina tras el triple crimen.
Esa fue la operación Mariachi, por la nacionalidad de los detenidos.
Esos casos podrían haber quedado en el olvido como tantos otros. De hecho, así fue por un tiempo. Los jueces Juan Manuel Culotta y Jorge Rodríguez nunca llegaron a ver las conexiones. Pero la jueza María Servini, buscando pistas más allá de la «ruta de la efedrina» que la ayudaran a resolver el triple crimen de General Rodríguez, se topó con la pieza que faltaba para ver lo que nadie había sospechado de Arco Iris y Mariachi.
A finales de julio de 2008, después del operativo en el laboratorio de metas de Juan Jesús Martínez Espinoza en una quinta de Ingeniero Maschwitz, tres mexicanos y un colombiano se instalaron en una casa del Country Club Las Lajas, en General Rodríguez, pero se fueron del país tan solo once días después de que vecinos encontraron los cuerpos de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina.
Se trataba de los mexicanos Alfonso Barba Muñoz, Karim Pérez Cejas, Gustavo Domínguez Martínez y el colombiano Luis Fernando García Castillo. Encripdata pudo reconstruir que a partir de estos personajes se abrían las conexiones y con éstas se cerraba el círculo para entender que las células que triangularon efedrina entre 2004 y 2008 y las que traficaron cocaína lo hicieron -sabiéndolo o no- para el mismo cártel.
A Domínguez Martínez nunca lo acusaron de algo, pero el 29 de mayo de 2008 compartió el vuelo 1694 de Mexicana de Aviación con María Alejandra López Madrid, Petra Torres Márquez y José Ángel Mora Zamora. Aquella noche, los policías de seguridad aeroportuaria (PSA) demoraron a las mujeres porque pretendían subir con 20 kilos de un polvo cristalino. Los agentes las dejaron seguir viaje, pero les retuvieron la sustancia para hacer una prueba química. Era efedrina. Los investigadores, entonces, ordenaron su captura internacional.
López Madrid, a la que un exespía de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) que colaboraba con la DEA la apodó «reina» por su nunca confirmado noviazgo con el líder del cártel de Sinaloa, Joaquín «Chapo» Guzmán Loera, finalmente cayó el 3 de mayo de 2009 en el aeropuerto Silvio Pettirossi, Paraguay, por querer visitar a la cárcel a su verdadero novio: Leobardo Gaxiola López.
Gaxiola López había sido atrapado en el mismo lugar el 2 de octubre de 2008 por intentar viajar con 5 kilos de efedrina escondidos en tres paquetes de yerba mate. El joven, nervioso, «entregó» a sus cómplices: Jorge Almanza Guzmán y Martínez Espinoza, el dueño del laboratorio de metas en Ingeniero Maschwitz, al que el juez federal Federico Faggionatto Márquez buscaba como «gerente» del cártel de Sinaloa en Buenos Aires.
Antes de caer, Martínez Espinoza envió a Gaxiola López y Almanza Guzmán a Clorinda, Formosa. Nunca reveló para qué. Como sea, se instalaron el 28 de septiembre de 2008 en el hotel «Mario» donde casualmente estaban Héctor Rodolfo De Carli y Miguel Ángel Jorge Lombardi, agente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), tan rápido detenidos como sobreseídos por la «ruta de la efedrina» a pesar de que no cerraran muchas cosas, como la credencial trucha que tenía el empresario en su casa de General Rodríguez que custodiaba el guardiacárcel en su tiempo libre.
Domínguez Martínez, el que viajó con López Madrid, Torres Márquez y Mora Zamora, tenía más contactos: hablaba con otro mexicano que a su vez se comunicaba con Bina, una de las víctimas del triple crimen, y con Rodrigo Pozas Iturbe, jefe de la célula para la que trabajaba Bina antes de conocer a Forza y Ferrón.
Los empleados de seguridad de Las Lajas declararon que tras las ejecuciones de los jóvenes argentinos, Barba Muñoz, Pérez Cejas, Domínguez Martínez y García Castillo se fueron de la casa antes de que venciera el contrato. El primero volvió por una noche al country, pero estaba irreconocible: se había teñido de rubio. El 24 de agosto volaron todos a México. Barba Muñoz, con otra identidad, hizo un viaje fugaz y se marchó para siempre el 8 de septiembre de 2008 en el vuelo 1694 de Mexicana de Aviación. También iba José María Rodríguez Ceja, que, de vuelta en el país, cayó con los 750 kilos de cocaína en la operación Arco Iris.
Rodríguez Ceja no operaba solo: su célula estaba formada entre otros por Jerónimo Morales Rocha, que el 21 de mayo de 2008 había volado con José Antonio García Mena en el 1694 de Mexicana de Aviación.
Por orden de la jueza Servini, la Interpol atrapó en 2020 a José Antonio García Mena, José Gilberto Juárez Lima, Denisse Nayely Juárez Lima y Alejandro Elvira Lugos. En ese expediente, la magistrada lanzó la captura internacional del hermano del primero, Juan Carlos García Mena, que, en otra llamativa coincidencia, estuvo el 20 de octubre de 2006 en el primer vuelo que tomó Pozas Iturbe, jefe de Bina, hacia la Argentina.
Al igual que los del country, los García Mena y los Juárez Lima se fueron del país tras el triple crimen aunque no sin inconvenientes: tuvieron problemas con su contacto argentino, Humberto Carlos Zabalza, para revender rápido todo lo que habían comprado en Buenos Aires -un hotel, dos casas, cuatro autos y dos Harley-Davidson-, y después, para llevarse la plata porque a los agentes de la PSA le descubrieron a Denisse Nayely 175 mil euros, 3.650 pesos mexicanos, 545 dólares y 72 pesos que quería pasar sin declarar en el vuelo 1692 de Mexicana de Aviación.
Los García Mena y los Juárez Lima fueron de los mexicanos que más efedrina traficaron: 9.050 kilos. Solo quedaron al descubierto cuando Ibar Esteban Pérez Corradi cayó, declaró como «arrepentido» y reconoció que él y Maximiliano «Fantasma» Romero fueron los proveedores de la célula.
Pero había más conexiones: Mora Zamora, el que había viajado con Domínguez Martínez, López Madrid y Torres Márquez, era el dueño de las bauleras 3009 y 3022 de la calle 11 de septiembre de 3468, donde los uniformados encontraron el 24 de agosto de 2009 gran parte de la efedrina de la operación Mariachi.
El tiempo pasó, un tribunal sentenció a prisión perpetua a los hermanos Lanatta y los hermanos Schillaci como «partícipes necesarios» del triple crimen de General Rodríguez y otros tribunales condenaron a Martínez Espinoza, Pérez Corradi, Mario Segovia, Alfredo Abraham y varios empresarios más por la «ruta de la efedrina».
Pero faltaba más.
Tal vez porque pensó que todo había quedado en el olvido, quizás para ahorrarse los pocos pesos que costaba mantenerla, un mexicano dejó de pagar en 2017 el depósito donde guardaba cosas. Por eso, el encargado del lugar denunció la situación. Por orden del juez Daniel Rafecas, los agentes de la Policía de la Ciudad abrieron la baulera 214: había 6 kilos de cocaína. Era de Pérez Cejas, uno de los inquilinos de Las Lajas.
Pero eso no terminaba allí.
Al encargado del depósito también le llamó la atención la baulera 211. Era de Ana Gabriela Espinoza Ortíz, que en 2018 todavía guardaba 150 kilos de efedrina comprados en 2008. Como había efedrina, Rafecas le pasó el caso a Servini, que se sorprendió al confirmar que ese depósito era el mismo en el que policías federales le habían encontrado en 2009 mucha efedrina a Mora Zamora.
Por ese descuido de Pérez Cejas, la magistrada detuvo a cuatro argentinos y ordenó la captura internacional de cuatro mexicanos. El jefe de esa célula era Roberto Espinoza Ortíz, al que narcos armados secuestraron el 8 de mayo de 2008 en Monterrey para obligarlo a traficar para ellos.
En México también, pero en la zona de Nayarit, otro grupo comando secuestró, torturó y asesinó a Emiliano Ricardo Pozas Iturbe, hermano de Rodrigo, y abandonó su cuerpo el 20 de agosto de 2011 en la carretera Tepic-Aguamilpa junto al de su suegro y ocho personas más.
El allanamiento del 17 de julio de 2008 de la quinta de Ingeniero Maschwitz no hizo explotar la «ruta de la efedrina». De hecho, con Marcelo Tarzia caído en desgracia, Forza vio una posibilidad de ser el nuevo proveedor del por entonces prófugo Martínez Espinoza. Y en agosto alcanzaron un acuerdo de palabra. De ese negocio incipiente iban a formar parte Ferrón y Bina. También jugaban a dos puntas con Pozas Iturbe.
Las ejecuciones de Forza, Ferrón y Bina sí cortaron para siempre el tráfico de efedrina. Algunos mexicanos cayeron y otros pudieron esconderse en su país dejando en la Argentina 4.400 kilos de efedrina que habían importado por solo 220 mil dólares desde China o India.
A 10 mil dólares el kilo en México, de habérselos llevado hasta allí, los mexicanos habrían ganado 44 millones de dólares. Pero el revuelo por el triple crimen complicó las cosas. Y los dueños de la efedrina entendieron que la libertad no tiene precio.
La morsa es HUGO SIGMAN, del que ustedes reciben sobres
Eagle, "LA MORSA" nunca existió fue un invento que le hicieron llevar a la viuda de Forza al juicio oral de Mercedes para joderlo al "bigotón" Fernández, es fácil verificar en las crónicas de la época que nunca antes de esa declaración de la Solange Bellone se había mencionado a la tal "morsa". El "operativo" llamado "triple crimen de Gral. Rodríguez", uno de "inteligencia" por lo sofisticada y lograda de su hechura: en 13 años no se sabe ni siquiera donde los mataron, como, y porque, ni ha habido fugas por parte de los muchos que participaron, lo que siempre ocurre en las bandas numerosas. Sólo un comando de services(y de los buenos), y bajo una conducción súper profesional lo pueden haber ejecutado con tal perfección y logrado que el Estado Nacional lo encubriera de esa manera. Es claro que el objetivo(LOGRADO plenamente), del tal "operativo" fue CORTAR DE CUAJO EL TRIANGULADO de efedrina a México, que se había iniciado en 2006, cuando los yankis obligaron al "gobierno" de México a prohibir ahí la efedrina, y que al momento del "tirple crimen", a pesar del pataleo de los yankis, había alcanzado niveles de escándalo. Justamente "el bigotón" era el interlocutor de los yankis en el gobierno K y se hacía el dolobu y no hacía nada para detener ese triangulado, pero con los yankis no se jode y tienen con que, le metieron el "triple crimen", cuya espectacularidad y su buscado impacto en la sociedad, hicieron que el gobierno K reaccionara y declarara claramente ilegal esa triangulación y NI UN GRAMO MÁS DE EFEDRINA FUE TRIANGULADO A MÉXICO, y ¡bingo! para los yankis. Es un disparate suponer que narcos, o semi-narcos, o alguno que pretendiera convertirse en narco, sean locales o extranjeros, que FUERON LOS PRINCIPALES PERJUDICADOS(además de los asesinados, obvio) por el (buscado) impacto en la sociedad de ese "operativo" fueran tan pelotudos como para escupir para arriba. Se repite en este caso lo ocurrido en los 2 bombazos indiscriminados en Baires en 1992 y 1994, también operativos de services foráneos que tienen carta blanca para operar en Argentina, en estos últimos casos la CIA y/o el Mossad, y siempre con la colaboración en el encubrimieto de "nuestra" SIDE(AFI ahora).