Las logias y sociedades secretas de la pre y post Revolución de Mayo jugaron un papel de extraordinario valor y notable proyección en nuestra historia.
En los claustros de Charcas -allí donde estudió Mariano Moreno, flor del pensamiento revolucionario-, en las trastiendas de Quito, Bogotá, Caracas; alrededor de los frailes laicos de México; ante los afrancesados de la Banda Oriental, el Brasil y Chile; allí donde llegó la luz del alba romántica -aún con sus rododendros y sus floripondios, sus utopías y sus desviaciones- un viento nuevo penetraba la noche, iluminaba las conciencias, promovía un clima de fervor civil y un ansia de guerra patriótica.
De esa época datan las primeras sociedades secretas y en el batallón de Patricios, entre los voluntarios se ejercitaron los futuros patriotas de Mayo y de la Independencia.
La logia jugó al principio el papel más preponderante. Ella fue alma del Ejército Libertador. Entonces se llamó Lautaro – en memoria del inmortal héroe de Arauco- y a ella pertenecieron los grandes capitanes y amigos José de San Martín y Bernardo O´Higgins y ella también influyó en la histórica asamblea de Tucumán, a la que llegó la voz de San Martín reclamando la declaración de la Independencia para así poder lanzarse con mayor aliento a la gran aventura que debía libertar a media América y decidir el triunfo final contra el fernandismo.
Aunque parezca extraño, algunos sacerdotes liberales y progresistas, algunos curas bravos, pertenecieron a esas logias así como animaron las jornadas de Mayo, fueron combatientes en las avanzadas de la guerra de la independencia.
Fueron, pues, militares ilustres y una mayoría de intelectuales civiles quienes dieron al hecho de Mayo el impulso que le faltaba: el impulso del espíritu.
Fue en defensa de ese espíritu que, más tarde, Esteban Echeverría ideó y creó la Asociación de Mayo, para velar y luchar por el cumplimiento estricto de su mandato, desvirtuado luego por Rosas.
El gran visionario del Dogma Socialista era al mismo tiempo la expresión suprema de ese movimiento surgido alrededor del Salón Literario y la hoy célebre trastienda de la librería de Marcos Sastre.
Otro genial compatriota suyo, Domingo Faustino Sarmiento, llevó a su hora, el mismo espíritu a Chile. Huyendo de San Juan, aún muchacho, trabajó en San Felipe, en una tienda de abarrotes. Cuando el avaro abacero cerraba su tienda, este adolescente, a la luz pálida del candil aceitero, devoraba libros hasta altas horas de la noche, bajo las vigas añosas donde discurrían los murciélagos. Otras veces, mirando las calles de empedrado llovido, las calles de ese pueblo en el cual San Martín había pernoctado en una noche histórica, pensaba en su patria, a la que regresó para seguir furtiva lucha y tornar, ya joven maduro, del exilio creador de Chile.
En el piso alto de una vieja casona de la calle Ahumada, en la esquina de la vieja plaza de Armas de Santiago de Chile, el joven argentino impetuoso y magnífico, recibió un día la visita de José Victoriano Lastarria -que hoy está en la historia y en la gloria al lado de su amigo- y le vendió por unos pocos pesos el Diccionario de la Conversación.
En las batallas del romanticismo que siguieron contra el clasicismo congelado y la influencia de la España negra, Sarmiento y Lastarria, de acuerdo al modelo echeverriano fundaron la Sociedad Literaria, combatieron contra las ideas envejecidas del gran Andrés Bello y mantuvieron vivo aquel espíritu que había alentado a los grandes capitanes.
Famoso es el Discurso de Lastarria, su labor en “El Semanario”, estimulado por Sarmiento y sus ejemplares memorias, joya de la literatura chilena y universal.
Sarmiento se separó de Lastarria para ser el presidente de los argentinos, pero la amistad no se quebró jamás. Hoy puede decirles el poeta a ambos que están en la inmortalidad: “Dormid, dormid, sombras queridas, bajo los mármoles rotos. La libertad con su ceño adorable vela vuestro sueño y vuestra vigilia”.
Nuestro pueblo celebra un nuevo aniversario del Congreso de Tucumán. La tradicional solemnidad de la conmemoración debe tener esta vez un espíritu más hondo, afianzado en una conciencia más clara de la significación de aquella asamblea, ante el fracaso de nuestras conductas públicas.
Lo épico de nuestros Patriotas parece haber perdido sentido. Somos un país que no mira al futuro porque no abordamos lo que le va a pasar a la sociedad después de la pandemia. El Estado es impotente para resolver los problemas, lo cual genera un descreimiento general. No sabemos dónde esta el Norte y hemos perdido el diálogo en el marco de reglas claras. La palabra perdió su valor.
La pandemia revela todos los días lo que pasa en educción. Nuestros dirigentes no saben, no quieren o no les interesa como resolver temas como la pobreza, el abandono, la corrupción y la soledad.
Impedir y obstaculizar el dictado de clases, en todos los niveles, debería ser considerado como Crimen de Lesa Humanidad, Traición a la Patria y estar contra los Derechos Humanos de niños y jóvenes que representan el futuro de la nación.
Existen chicos de 10 años que no saben leer ni escribir, alumnos secundarios que no interpretan los textos ni saben resolver problemas simples de matemática. Utilizan no más de 300 palabras, de las cuales más de 70 son malas palabras y 60 modismos.
El idioma castellano contiene más de 80.000 palabras. El Quijote empleó casi 23.000 palabras diferentes. Hace poco más de 50 años, un profesional avanzado utilizaba casi 6.000 palabras en sus conversaciones diarias. Hoy sólo 2.000, pero desde la política, y muchas instituciones, están pensando en el idioma inclusivo… cuando existen temas mucho más importantes.
Hoy vemos como la vida de muchos transcurre de manera monótona y sin expectativas. Muchos rostros se presentan tristes, abúlicos, faltos de voluntad e interés y muy irritables. El pesimismo inunda los corazones.
El ser humano, además de los miedos interiores, propios de su condición, de su vulnerabilidad y finitud, se ve acosado por enemigos invisibles. Lo más triste, además, es la sensación de desamparo, impotencia y desazón.
Existe un cuento anónimo, muy antiguo, que relata lo siguiente: Un peregrino se encontró con la Peste y le preguntó donde iba. -A Bagdad- le contestó ésta, para matar 5000 personas. Transcurrió una semana y el peregrino se encuentra nuevamente con la Peste que regresaba de su viaje e indignado, la interpela…
-¡Me dijiste que ibas a matar a 5000 personas, pero mataste a más de 50.000!!!
-No -respondió la Peste- Yo sólo mate a 5.000, las demás se murieron de MIEDO…
Apatía significa literalmente “falta de sentimiento”. “Nada atrae mi interés, todo me da igual, que pase lo que tenga que pasar, no me importa…”.
¡Sí importa!!! Todos, necesitamos un ideal, un Norte, un paradigma, una utopía, tal vez un imposible… que esta clase política no vislumbra para el bienestar de todos sus ciudadanos.
Por favor, a todos los jóvenes de corazón, no se empeñen en durar. Es necesario que se conviertan en protagonistas de la vida. Piensen que lo trágico de la vida no es morir, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvida de nadie…
Es momento de imitar a nuestros Patriotas no sólo recordarlos…
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