Finalmente, están terminando los picotazos en la oposición entre “halcones y palomas”. Todo indica que ganaron las palomas. El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, consiguió que se bajara la aguerrida Patricia Bullrich, y la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal le torció el brazo al expresidente Mauricio Macri y volvió a la ciudad.
También en la provincia, todo apunta a que el PRO fue dominado por palomas que competirán en la interna abierta de septiembre con otras palomas: los radicales con el neurólogo Facundo Manes a la cabeza.
La riña de aves se estaba convirtiendo en un espectáculo mediático sangriento, que le regalaba al atribulado gobierno del presidente Alberto Fernández una inesperada pausa para ir a comprar pochoclo, mientras la inflación hace estragos, el desempleo es récord, la pobreza no para de crecer, y los muertos por los desmanejos de la pandemia pasan los cien mil.
Ahora empieza la campaña de cara a las legislativas de noviembre, y se empieza a vislumbrar una punta de lo que será el discurso electoral opositor. ¿La comunicación de las palomas podría resultar insuficiente para derrotar a un oficialismo que hace agua en expectativas económicas y aprobación de gestión en casi todas las encuestas?
La exgobernadora Vidal, al frente de la lista de unidad de Juntos por el Cambio que competirá en las primarias con la del economista Ricardo López Murphy, dio su primera entrevista como precandidata a diputada nacional el pasado miércoles en A Dos Voces, en TN, y mostró una punta de su estrategia comunicacional de campaña. Insistió mucho en un discurso absolutamente necesario para ganar y que ya lo venía insinuando su “jefe político”, Rodríguez Larreta: “con la grieta se podrá ganar una elección, pero después no se puede gobernar”. La exgobernadora bonaerense mencionó que la Argentina precisa consensos para las reformas que necesita.
Los focus groups están detectando que ya hay una mayoría en la opinión pública que se cansó de la grieta, porque ve que solo sirve para trabar las posibilidades del país de salir del subdesarrollo.
La “antigrieta” es lo contrario a la postura del expresidente Mauricio Macri que sostiene en su libro Primer Tiempo que “no tenía mandato”. No tener mandato significaba que el expresidente eligió entender que tenía las manos atadas para encarar las reformas de fondo que le hubiesen permitido llegar con éxito al fin de su gestión, por el hecho de que en el balotaje le había ganado a su rival peronista Daniel Scioli por apenas un par de puntos.
Macri había decidido ignorar las encuestas que mostraban que al asumir, en diciembre de 2015, su aprobación llegaba al 70 por ciento: un formidable mandato de la opinión pública que esperaba que le explicaran qué pasaba con la Argentina que fracasaba constantemente y deseaba que le presentaran un sueño.
En ningún sistema democrático, ningún diputado opositor, sindicalista o piquetero está en condiciones de “despertar” a una opinión pública que sueña con un futuro mejor cuando su gobierno tiene 70 por ciento de aprobación. Cualquiera que lo intente pasa a convertirse en parte del problema. La clave de gobiernos sin mayoría parlamentaria es lograr una alianza con la opinión pública.
Lo demás es historia. A falta de “mandato’' y de consenso, Macri eligió el tristemente célebre “gradualismo”, y el final es conocido: volvió el kirchnerismo.
Y aquí la pregunta: ¿a una opinión pública que, según casi todas las encuestas, cree en un 85 por ciento que el futuro va a ser peor o, en el mejor de los casos, igual de malo, le alcanza con esa estrategia de comunicación de “buscamos los consensos y listo”?
La respuesta es contundente: sin explicar fuerte y claro qué aprendió la oposición de su mala gestión de la economía cuando le tocó ser gobierno -hace demasiado poco tiempo- es difícil que recupere la herramienta clave para imponerse en las legislativas de medio término: la credibilidad de que puede ser una opción de gobierno alentadora, capaz de mejorar las vidas de los votantes. Ya no sería una guerra de “halcones contra palomas”, sino “pasado versus futuro”.
Dos paredes
No se trata de autoflagelarse con mea culpas, sino de ganar la credibilidad de que aprendió la lección, que tiene un plan económico y un plan político para poder aplicarlo, a falta de que el presidente Alberto Fernández confesó directamente al principio de su mandato que no quería tener ningún plan.
Esta necesidad de comunicar no solo la condición necesaria (esta vez vamos por los consensos) sino también la suficiente (ahora sabemos qué y cómo hacerlo) choca con dos paredes, a falta de una.
Pero una de las paredes con las que se puede chocar la oposición son los expertos en marketing político que sostienen que hablar de planes económicos en una campaña no tiene sentido, porque la gente no quiere o no tiene tiempo de escuchar. Además, sostienen, es una elección legislativa, y alcanza con proponer frenar desde el Congreso al Poder Ejecutivo en sus intentos de avasallamiento.
El ecuatoriano Jaime Durán Barba, gurú y estratego comunicacional del anterior gobierno de Macri, sostiene que “a nadie le interesa escuchar de planes económicos en campaña”.
Son recomendaciones que no llevaron a buen puerto a Cambiemos: aún con más de cien mil muertos por la pandemia, en la lista de preocupaciones de los argentinos los primeros puestos en las encuestas se los llevan los problemas económicos.
Los comunicadores inteligentes saben que la opinión pública, aun en la era de las redes sociales, va en cascada: de arriba hacia abajo. Esos expertos están en condiciones de adaptar el mismo mensaje para diferentes tipos de público: los que esperan los detalles sesudos de un plan económico, los que escucharán los elogios de expertos de esos planes, y los que solo escucharán metáforas e ideas muy simplificadas.
Juntos por el Cambio descubrió que está en condiciones de dar y ganar debates en la opinión pública con la presencialidad en la educación o las vacunas de Estados Unidos: si hay argumentos y los debates se dan, se ganan. Desde la oposición, Juntos por el Cambio le terminó torciendo el brazo al gobierno en ambos temas. Debería ser una lección para un eventual futuro gobierno de la actual oposición, que cuando le tocó el turno de ser gobierno le escapó al debate: malos consejos de Durán Barba.
Pero la comunicación de la oposición tendrá que enfrentar en esta campaña a la otra pared, que es el núcleo duro del macrismo, que ya dijo lo que tenía para decir en el libro que lanzó Macri a principios de año: en sus 304 páginas no revela si aprendió de sus cuatro años de mandato qué precisaba la Argentina para salir de su crisis crónica y qué y cómo lo haría si tuviera la oportunidad de un “segundo tiempo”.
El triunfo final de las palomas sobre los halcones que los habilitaría a ser exitosos en las elecciones de medio término implicaría tener un mensaje crítico no solo del gobierno actual, sino también de la gestión del expresidente.
Recién ahí quedará claro que ganaron definitivamente las palomas y que tienen mucha más fuerza que los halcones para volver al gobierno y llevarlo adelante con éxito.