1.- Dilema estructural
Pese a los “códigos de convivencia política”, para garantizar la unidad debe aceptarse que Juntos, como coalición, no está para absorber radicales protagónicos.
Se los prefiere débiles. Accesorios.
El cruce de identidades legitima el fracaso del Tercer Gobierno Radical, que presidió Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, entre 2015 y 2019.
La estruendosa crisis actual, que induce al forzado “código de ética”, remite al dilema estructural.
La tonificación colectiva del radicalismo se produce por el mérito individual de Facundo Manes, Cisura de Rolando.
Pero Juntos puede funcionar amablemente solo a través del radicalismo dependiente. Confortado con cargos de relativa importancia.
Siempre y cuando la hegemonía pertenezca a PRO, la Mutual.
Con el radicalismo fortalecido, la armonía del conjunto se quiebra como un espejo.
Porque no se registra tal cruce de identidades. Persiste una identidad radical que asume su rol complementario.
Con un radicalismo con ambiciones competitivas los conflictos son inevitables.
Ocurre que la fiesta estaba preparada para que el heredero natural de Macri fuera Horacio Rodríguez Larreta, Geniol. El preferido por el establecimiento.
Juntos es para radicales débilesEn disputa, a lo sumo, con la señora Patricia Bullrich, La Yiya.
O con la alternativa permitida, la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
En ningún escenario aparecía la proyección, en 2021, del radical Manes. Es quien hoy los inflama.
Al extremo de imaginar destinos auspiciosos también para Martín Lousteau, El Personaje de Wilde. O para el gobernador Gerardo Morales, El Milagrito.
Y para el propio Cisura de Rolando. Obvio.
2.- De significante “límite” a significante «salvador»
Macri admiraba a Carlos Menem, no a Raúl Alfonsín.
Estaba más cerca del peronismo que del radicalismo (partido enrolado en la Internacional Socialista).
Nada tenían los radicales en común con los postulados que fascinaban al hijo de Franco, el Macri que valía.
El joven empresario, ya convertido en Celebridad, hacía un curso acelerado de peronismo guiado por su amigo Ramón Puerta, Tengo Mil Novias.
No olvidar que el significante Macri, hasta mediados de 2015, venía acompañado del significante “límite”.
“Macri es el límite” sostenían notorios radicales, cuando comenzaba a ponerse de moda la política de Club Swinger.
Era el “límite” también para la doctora Elisa Carrió, La Derrotada Exitosa, quien modificó pronto su postura.
La pasión por unirse a Macri la indujo a tomar la carterita en la última Cumbre de UNEN, mientras hablaba el extinto Pino Solanas. Para retirarse a comer la fugazzeta con fainá de Las Cuartetas.
Juntos es para radicales débilesGualeguaychú marca la magnitud del salto.
De ser el significante “límite” pasa a ser el significante “salvador”.
El desplazamiento del Ángel, desde el peronismo hacia el radicalismo, se produce por el agotamiento de la cepa kirchnerista.
Por un cálculo inteligente la UCR, que venía en “falsa escuadra”, abandona la concepción del “límite”.
Y por las habilidades plurales de Emilio Monzó, El Diseñador, los radicales complementan la coalición triunfal.
La figura de Macri, la Celebridad, ponía la cabeza. La Mutual PRO.
El esqueleto, el territorio nacional, quedaba a cargo de la UCR.
Y la CC de Carrió aportaba el insumo valorable de la transparencia.
Empoderadas, las tres fuerzas, por los grandes medios de comunicación que marcaban la agenda.
La cuestión es que El Ángel salvador logró instalar a los radicales otra vez en la cercanía de los cargos.
Pero estaban tan carentes de autoestima que aceptaron con modestia el rol secundario.
Macri gobernaba la nación desde PRO, como si fuera una prolongación del Artificio Autónomo.
Mientras tanto el conductor de la UCR, Ernesto Sanz, La Eterna Esperanza Blanca, se ufanaba de haber conseguido 300 empleos para los radicales.
Lejos de conformarse con los salarios, pronto los radicales pretendían sentarse en la mesa de decisiones.
Pero debían cobrar y callar, criticarlos en voz baja, sin comprometerse tanto con otra caída.
3.- El Planetario como cerebro
El cóctel de Macri con los radicales y los transparentes resultó un fracaso extraordinario. Pero se diluyó precipitadamente gracias a la intrascendencia del sucesor.
Juntos es para radicales débilesLa anomia del gobierno prematuramente envejecido de La Doctora, que preside Alberto Fernández, El Poeta Impopular, facilitó la recuperación de los que se habían estrellado en 2019.
Alberto llegaba agotado antes de comenzar. El suyo era un mal gobierno pero se había armado de sólidos pretextos que fundamentaban la inoperancia.
La peste, en principio, y la herencia del endeudamiento que exhibía el país hipotecado, en convocatoria de acreedores y con plazo fijo del quebranto.
Lejos del desaliento, igual sobran los bocetos de estadistas que se ofrecen para presidir la convocatoria institucional.
En el primer plano se encuentra el enjaulador de halcones de la Mutual PRO, Horacio Rodríguez Larreta, Geniol. Quien convirtió el Artificio Autónomo en un Maxi Quiosco.
El heredero introdujo en la jaula a los temibles halcones. Desde El Ángel, primero, a La Yiya. Y hasta a Jorge Boga Macri, El Primo (que era) Pobre.
Solo Cisura de Rolando se escapó de la enorme red.
En efecto, Manes rechazó hasta la idea generosa de hacer del Planetario un cerebro. Para lucir sus conocimientos y masajearse la cisura del ego.
Pero los radicales ya estaban absolutamente hartos de mojar medialunas y se dieron cuenta que podían (con Manes) ser de pronto los pasteleros.
Ilusionados por la utopía de volver al delirio de los 80 con Alfonsín.
4.- Bases vulgares del capitalismo tolerable
Fue Cristian Ritondo, El Potro, quien clarificó la situación.
“No necesitamos otros candidatos”, dijo.
Bastaba entonces con los candidatos de la Mutual. Los radicales debían resignarse a ser testimoniales. Y mojar medialunas.
Juntos es para radicales débilesLa coalición Juntos no estaba preparada para que los radicales, de repente, estuvieran tan agrandados.
El problema era que ya nadie podía detener a Cisura de Rolando. A través de la Cisura se despejaba el espacio para la proyección de otro radical.
Ya no solo Lousteau o El Milagrito. Podía imaginarse con la banda hasta Cornejo, Malbec. O Negri, El Zorro Gris.
Por lo tanto no podía aceptarse la espina de Manes. Sugerir que «no se debía gastar en campaña el dinero de los impuestos».
Ocurre que la sugerencia aludía a otro dilema estructural, que unifica a Juntos y al Frente de Todos.
El clavo en la llaga de la penosa actualidad. Significaba preguntar «quién la pone hoy para financiar la política».
Al cierre del despacho, es demasiado fácil comprobar que el Frente de Todos no es precisamente amigo de la iniciativa privada. Ni del empresariado.
No hay ningún clima de inversiones ni un pepino. Apenas persisten algunos negocitos vinculados con el Estado. Con los audaces que sacan y nunca ponen.
Tampoco, después de tanta encuadernación, abundan los empresarios con deseos de ayudar a los herederos del macrismo que los supo encuadernar.
Cuando Manes alude al dinero de los impuestos, desenmascara, acaso sin darse cuenta, lo impresentable de la realidad política.
Una verdadera proeza consiste en encontrar alguien «que la ponga», sin la contraprestación asegurada.
Sin que los mangueros se comprometan, siquiera, a plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable.