Cierto es que la del próximo domingo es una elección inédita, por el contexto de pandemia en que se desarrollará. Que podría ser peor, qué duda cabe, pero no hay duda que algún impacto tendrá en el nivel de participación. Porque si bien el voto sigue siendo obligatorio en la Argentina, ya todo el mundo tiene más o menos la certeza de que no hay castigo efectivo por no ir a votar. Esa convicción crecerá a partir de la resolución de la jueza María Servini que establece que no deben ir a votar ni los enfermos de Covid, ni sus contactos estrechos. Muchos se verán así liberados de esta obligación, convencidos de que siempre podrán invocar que el 12 de septiembre de 2021 debieron quedarse en casa por haber sido contacto estrecho de un caso sospechoso. ¿Quién podrá ponerlo en duda?
El fantasma del ausentismo electoral se transformó así en el temor más grande de los precandidatos. Sobre todo los opositores, pues hay coincidencia en que el ausentismo impacta más en ese voto. El analista Jorge Giacobbe adelantaba el viernes que no es de esperar un ausentismo más elevado que el de costumbre, que cuantificó en un 6 u 8% en las PASO respecto de las elecciones generales venideras. Se basa en las respuestas que obtuvo en un sondeo realizado en la provincia de Buenos Aires, según el cual el 93,6% de los entrevistados aseguró que irá a votar, contra apenas un 5,9% que expresó lo contrario.
Como sea, un mayor ausentismo que el habitual es el que se ha registrado en todos los países donde ha habido elecciones durante esta pandemia. Y sin necesidad de mirar más allá de las fronteras, alcanza el registro de las elecciones en nuestro país a lo largo de 2021. Tanto en Misiones, como Jujuy, Salta y Corrientes, la asistencia a las urnas se ubicó debajo del 65%. En los comicios municipales de Río Cuarto fue aun peor: apenas votó el 49,9%.
Lo cierto es que por primera vez los políticos tienen miedo porque avanzan a ciegas hacia una elección clave. Es que por más que las encuestas suelen recibir críticas al cabo de cada elección en la que se revelan sus falencias, es el único elemento con que se cuenta para presagiar lo que sucederá en las urnas y en esta oportunidad más que nunca es un misterio verificar qué es lo que el votante hará en la elección. Los consultores confiesan que en este tiempo han necesitado hacer más de 200 llamados para encontrar alguien dispuesto a responder las preguntas. Eso para la modalidad telefónica, la más corriente. En los casos presenciales el trabajo de campo se hace aun más engorroso. Por la pandemia, por la inseguridad, la gente no deja entrar al encuestador a la casa ni se detiene a contestar.
Así y todo los sondeos se hacen, mas no los citaremos puntualmente pues ya rige la veda en esa materia. Sí puede decirse que se palpa en el oficialismo cierto nerviosismo debido a que los datos que manejan no son satisfactorios. Hasta hace poco más de diez días, en el Frente de Todos decían que en la provincia de Buenos Aires esperaban alcanzar una ventaja de 8 puntos; que cualquier número inferior sería visto como algo negativo. Hoy el propio gobernador Axel Kicillof grafica el estado de ánimo reinante al aclarar que “en elecciones se gana por un voto”.
Jefe de campaña de su candidato Diego Santilli, Horacio Rodríguez Larreta se anima a arriesgar que el domingo van a festejar un triunfo, que surgirá de la sumatoria de esa lista y la de Facundo Manes. Rechaza dar porcentajes, pero insiste en que estarán arriba. Sería muy raro, y catastrófico para el Frente de Todos. Son pocos los sondeos que llegaron a sugerir tal posibilidad y en ese espacio los dirigentes consultados lo descartan de plano. Aunque alguno se anime a decir que “no faltarían razones que lo justificaran”.
Cierto repunte de los ADR argentinos en Wall Street fue atribuido a esas versiones. Curiosamente el gobierno podría estar beneficiándose por la sensación en los mercados de que será derrotado en las urnas. De ahí que el imitador Ariel Tarico sugiriera con humor que Martín Guzmán votará a Juntos por el Cambio para evitarse un “lunes negro” después de las PASO.
Los activos financieros locales y los papeles líderes de la Bolsa de Comercio porteña registraron un fuerte impulso la semana anterior, que algunos atribuyeron a las versiones de un acuerdo con el FMI, y otros directamente a algunas encuestas adversas al gobierno. El lunes pasado ese repunte se consolidó y mientras ciertos operadores lo vincularon al anuncio de Kicillof de que había logrado renegociar el 98% de la deuda provincial, otros sugirieron que ese acuerdo ya se descontaba y que lo que entusiasmó fue el resultado de Corrientes, la última escala electoral previa a las PASO. La victoria del gobernador radical estaba prevista, pero nadie imaginaba que fuera así de arrolladora.
¿Se replicará ese resultado en las elecciones nacionales de ese distrito? Dicen que sí; que si el triunfo de Gustavo Valdés hubiera sido de poco más del 50%, como en 2017, podría haber dudas, por aquello de que “el correntino vota oficialismo”. Pero más del 75% en todos los rubros sugiere un voto bronca que podría no limitarse a ese distrito.
Pese a ser una provincia chica, la elección nacional tiene singular gravitación este año en ese distrito, pues el FdT se ilusionaba con ganar dos de los tres diputados en disputa, y retener los dos senadores por la mayoría. Ahora da ambas cosas por perdidas.
A propósito de los senadores, se generó inquietud en el oficialismo cuando al filo de la veda para encuestas se conoció que una específicamente sobre ese rubro, que revelaba un cuadro muy negativo para el Frente de Todos. Si bien en el gobierno relativizaron enfáticamente esos datos, aclarando que semejante cálculo sugería que JxC conservara el voto de todas las listas que competirían el domingo, lo cierto es que de ratificarse semejante resultado, la relación de fuerzas en el Senado pasaría del 41 a 25 actual, a ser 34 a 31 a favor de un oficialismo ya sin quórum propio.
Pese a las expectativas favorables descriptas, la que pasó no fue una buena semana para la oposición. Sin escándalos al nivel del Olivosgate, los precandidatos opositores trastabillaron varias veces, enroscándose en laberintos dialécticos en los que llevan las de perder. Durán Barba les hubiera sugerido evitar hablar del consumo de droga, y hasta se hubiera enojado con Macri por dejársela picando al oficialismo. Pero lo que realmente enrareció el clima en el principal espacio opositor fueron las peleas entre las diversas listas que competirán el domingo.
Era obvio que las internas generarían rispideces y heridas que persistirán allende la elección, pero resulta imperativo para Juntos por el Cambio dar señales de unidad más allá del resultado de las urnas. No parece que vaya a ser así en la provincia de Buenos Aires, donde no pudieron consensuar un bunker común para el domingo. Todo indica que ni siquiera habrá foto de unidad esa noche. Debe haber pesado en la decisión final el deseo de evitar que algún dirigente se erija esa noche como el gran triunfador y comience a calzarse prematuramente el traje protagónico para 2023.
Los cruces no se limitaron a intercambios entre el PRO y la UCR, sino que en el partido centenario se dio una pelea central que arrancó el gobernador jujeño, Gerardo Morales, al sugerir falta de compromiso de parte de Martín Lousteau para acompañar a Facundo Manes en la Provincia. Sin vueltas, lo atribuyó a “una fuerte alianza que tiene con Larreta”. El senador le contestó con un misil: “El ladrón cree que todos son de su condición”, disparó. La pulseada va más allá de los intereses que cada uno juega en estas PASO. Ambos dirigentes radicales cuentan los porotos para ver quién a fin de año se queda con la presidencia del partido. Y más que eso: los dos aspiran a ser el candidato presidencial de la UCR en dos años.
Lejos de esos problemas por casi no tener competencia en estas PASO, sí llamó poderosamente la atención en el oficialismo el anuncio del cierre de campaña en la Provincia. Será en Mar del Plata, con la presencia de Alberto Fernández,el gobernador y los candidatos Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollán. Sergio Massa aparecerá desde Junín y Máximo Kirchner desde Bahía Blanca.
Sorprende la ausencia central de Cristina Kirchner, quien se anunciaba como protagonista de esta campaña y sin embargo ya no participó de ningún acto desde el 18 de agosto, el día en que “retó” al Presidente. Tampoco estuvo el lunes pasado en lo que se había anunciado como “el acto de Cristina” en Santa Fe, para respaldar a su lista, y que encabezó su preferida María de los Angeles Sacnun. Ella no fue ni se difundió un mensaje grabado, como se especulaba. ¿Querrá evitar ser alcanzada por una eventual derrota, considerando que Agustín Rossi estaría encabezando las encuestas?
Tal vez la misma razón por la que no estará el miércoles en Mar del Plata.
Brumosas son las notas de este periodista.-