Al cabo de otra jornada febril de negociaciones a puertas cerradas y versiones de todo tipo, se supo que el presidente iría al día siguiente a La Rioja, donde se mostraría con gobernadores. Se especuló entonces conque desde allí anunciaría su nuevo gabinete. Muchos se ilusionaron con un Alberto Fernández “empoderado”, relanzando su gobierno apoyado en los gobernadores, como se teorizaba al inicio de su gestión. Pero no.
Poco después de dejar la Casa Rosada a bordo del helicóptero junto a Gustavo Beliz alrededor de las 22.30, comenzó a circular el comunicado de Presidencia que anunciaba las designaciones con las que se buscaba poner fin a la crisis desatada en la cima del poder, tras la estrepitosa derrota en las PASO. La confección de los cambios no hizo más que certificar que el presidente terminó cediendo.
Lo cual, de alguna manera, infunde cierta tranquilidad porque garantiza que los encontronazos pararán al menos por un tiempo. Posiblemente hasta el 14 de noviembre.
Dice más lo que no está escrito en el comunicado, que los nombres que allí figuran. Pues no se menciona al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, ratificado en consecuencia al frente de esa cartera, luego de que desde el jueves se lo considerara fuera. El viernes se daba por hecho que la solución a la grave crisis planteada entre el presidente y su vice sería salomónica e implicaría la salida de tres funcionarios albertistas y otros tantos de Cristina. Si se iba Wado, también lo haría Santiago Cafiero. Sin embargo el dirigente de La Cámpora seguirá, no así el jefe de Gabinete. Al menos no en ese cargo, sino en Cancillería, cuestión de atenuar el impacto de la salida.
No hubo ninguna compensación; el único cristinista que sale es Roberto Salvarezza, de un peso específico bastante inferior políticamente hablando. Sobre todo si se tiene en cuenta que la primer salida anunciada fue la de Juan Pablo Biondi, mucho más que un vocero para el presidente Alberto Fernández. La suya fue la primera y única renuncia de carácter “indeclinable” presentada en una semana en la que los planteos en ese sentido fueron casi todos verbales.
El presidente podrá considerar que ha logrado retener a varias de las otras cabezas exigidas desde el cristinismo. Por ejemplo Matías Kulfas, o Claudio Moroni. Pero sobre todo Martín Guzmán, aunque en realidad la vicepresidenta no iba por él; no ahora, cuando debe defender el proyecto de Presupuesto 2022 que acaba de mandar al Congreso y está pendiente la firma del acuerdo con el Fondo. Su hijo y otros halcones del cristinismo sí querrían su salida. No es que Cristina haya cambiado su consideración por él, ya lo dejó claro en la carta fulminante que difundió el jueves. Debe considerarse en el mismo sentido que lo exteriorizado sin filtro por Fernanda Vallejos, quien como ya hemos dicho más de una vez, no habla en nombre de la exmandataria, pero suele expresar su pensamiento. La serie de audios que se conocieron de ella serían parte de una puesta en escena dirigida a los sectores en pugna del Frente de Todos.
Tan claro está que en la resolución del conflicto en el Gobierno es Cristina la que se impuso, que hasta la designación del gobernador tucumano como jefe de Gabinete terminó siendo una “sugerencia” suya, tal cual lo dejó claro en su carta del jueves. Allí recuerda las “diferencias ya superadas” con quien fuera su ministro de Salud, que tuvo en agosto de 2018 la osadía de dar por concluido su ciclo. “Valoro que sea senadora y que pueda aportar. Pero ya está, terminó”, dijo entonces. La expresidenta no olvida esas cosas.
Manzur siempre fue el gobernador más cercano a Alberto Fernández y a sugerencia suya iba a ser ministro de Salud de la Nación Pablo Yedlin. Pero por las razones ya expuestas Cristina lo bochó, y el presidente tuvo que llamar a Ginés González. Cuando la debacle peronista de 2015, el tucumano podía regodearse de gobernar el distrito más populoso en manos del PJ. Hoy Manzur es uno de los pocos peronistas que ganaron en las PASO; otro es el riojano Ricardo Quintela, al que Alberto recibió el viernes y fue su anfitrión al día siguiente. El tucumano venció nada menos que a su vicegobernador, con el que vive un duro enfrentamiento que concluyó con el desafío en internas, en el que prevaleció el gobernador. Por esa pelea es que Manzur se resistía a aceptar ser jefe de Gabinete, para no dejarle la gobernación a Osvaldo Jaldo.
Por eso es que el Gobierno nacional se dedicó intensamente a tratar de convencer a este último para que renunciara al cargo -a cambio de un cargo nacional-, de modo tal que Manzur pudiera aceptar mudarse a Buenos Aires. No se sabía a qué acuerdo habían llegado cuando Jaldo escribió este conceptuoso tuit: “Felicitamos y valoramos la actitud del gobernador @JuanManzurOK en estos momentos difíciles de asumir como jefe de Gabinete en el gobierno de nuestro Presidente @alferdez y nuestra vicepresidenta @CFKArgentina, poniéndonos a disposición en lo que haga falta”.
Alberto Fernández quería al menos un gobernador más a su lado en esta nueva etapa que inicia su administración, pero solo encontró negativas en los mandatarios que desfilaron por la Casa Rosada: por caso, el chaqueño Jorge Capitanich, quien debe ordenar su patio trasero pues sufrió una sonora derrota en las PASO; también el sanjuanino Sergio Uñac, que hace tiempo tenía pensado proyectarse a nivel nacional, pero siempre postergó ese deseo y más ahora, poco convencido de sumarse a esta gestión en tales circunstancias.
Así y todo, una fuente oficial valoraba la noche del viernes que con los nombres que se suman al Gobierno -salvo el ministro de Educación, todas figuras conocidas y de peso-, el gabinete “gana volumen político”. Se verá si es suficiente para que el oficialismo pueda recuperarse en las elecciones generales. Difícil: desde que hay PASO, solo 14 elecciones pudieron revertirse en las generales -sobre un total de 123-, y en apenas tres de ellas en favor de lo que hoy representa el Frente de Todos. Así y todo también es cierto que siempre hay casos que se revierten, lo que para el oficialismo nacional podría llegar a representar recuperar algún senador y con ello mantener el quórum propio en la Cámara alta.
La más que probable ratificación de un resultado adverso en noviembre significará seguramente una nueva modificación del equipo ministerial, esta vez más a fondo. Por eso es que todos coinciden en que el Gabinete que asumirá este lunes será “de transición”. Razón por la cual le costó tanto al presidente sumar gente, cosa que hubiera deseado postergar hasta noviembre.
Para Cristina y Máximo Kirchner eso era inaceptable. Los cambios debían hacerse ahora, y profundizarlos después de noviembre, si cabe. Como sea, la pregunta del millón es ahora cómo será hacer campaña después de semejante pico de tensión. ¿Cómo defenderán los candidatos y funcionarios una administración torpedeada de manera tan explícita desde las entrañas del poder? “Ya le encontrarán la vuelta”, relativizó una fuente consultada. Como si fuera sencillo…
Los reproches airados comenzaron a escucharse desde el domingo mismo. Porque no hay derrota que impacte más que la que no se espera. Es de imaginar el enojo de la vicepresidenta que viajó especialmente desde Río Gallegos a Buenos Aires cuando le anticiparon que la elección se ganaba “con amplitud”. Algunos de los que estuvieron en el búnker oficialista aseguran que sus gritos indignados se escuchaban desde lejos. La enojó aún más que el presidente llegara una hora y media después que ella.
Hay 9 semanas entre las PASO y las elecciones generales. El ganador de la interna bonaerense, Diego Santilli, no quiso perder tiempo y el lunes se lo vio haciendo campaña en Tigre y al día siguiente en Ituzaingó, dos municipios en los que Juntos se impuso. Después, la campaña opositora se frenó por la durísima pelea en el oficialismo. ¿Para qué gastar esfuerzos si el Frente de Todos le estaba haciendo la campaña a la oposición?Se limitaron a ver cómo se consumía el oficialismo en una pelea sangrienta, y cómo perdía una semana completa cuando en campaña el tiempo es uno de los bienes más preciados.
¿Le alcanzarán los cambios al Gobierno para evitar otra catástrofe? Difícil. Nunca se vio que un gobierno ganara elecciones en un clima social tan adverso, producto de una economía desmadrada. Es lo que el cristinismo insiste en enrostrarles a sus socios y ahora en público, con el tono de “yo te avisé”. Desligándose de toda responsabilidad.