La mañana del 3 de abril de 2018, un hombre llamó insistentemente al juzgado federal de San Isidro a cargo de Sandra Arroyo Salgado. No una ni dos veces. Ocho en total. Dijo llamarse José. No tuvo problemas en dar su verdadero nombre porque había sacado una línea solo para eso. Después, harto de marcar y no poder hablar con la magistrada, le dijo a su secretaria que le pasara el mensaje: «Esto va de parte de la familia de Gustavo Sancho. Esto no da para más. O liberan a todos o a la jueza le va a pasar como a Nisman y a sus hijas, como a Candela». El hombre de la amenaza no desactivó inmediatamente la línea sino que, como pudo reconstruir Encripdata con base a fuentes judiciales, hizo viajar el teléfono para que coincidiera con las antenas de la casa de un traficante que le debía plata.
Amenazar a una jueza y plantar sospechas en un deudor.
Eso fue querer matar dos pájaros de un tiro.
El juez federal Lino Mirabelli, a partir de la investigación del fiscal Fernando Domínguez, ordenó detener el 2 de noviembre de 2019 a José Damián Sofía, tal su nombre completo, y lo procesó trece días después, pero la Sala I de la Cámara Federal de San Martín le dictó el 4 de febrero de 2020 la falta de mérito y ordenó su inmediata excarcelación. Ahora, en un nuevo fallo, el magistrado lo volvió a procesar esta semana, como adelantó Clarín, pero esta vez sin prisión preventiva.
Para no entorpecer la investigación, Encripdata fue contando desde el 3 de mayo de 2020 solo algunos detalles de todo lo que sucedió alrededor.
Ahora, tras el nuevo procesamiento, lo que sigue es la historia (casi) completa.
Sancho, el hombre que Sofía exigía liberar, fue arrestado el 14 de noviembre de 2017 tras una investigación de la propia Arroyo Salgado, por eso el objeto de la amenaza, y Domínguez. También fueron atrapados sus hijos, su círculo íntimo y varios miembros de su banda, menos, justamente, Sofía. Recién este año, tras varias postergaciones, el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 de San Martín comenzó el juicio oral.
Pero para aquel 3 de abril de 2018 habían pasado solo cuatro meses. Entonces, Sofía, que viajaba desde Campana hacia Rosario junto con su chofer Christian Quinteros, no dudó en amenazar a la jueza de que, si no liberaba a Sancho, terminaría como su exmarido, el fiscal de la UFI-AMIA Alberto Nisman, muerto en 2015 de un tiro en la cabeza en el baño de su departamento en Puerto Madero o sus hijas, como Candela, secuestrada y asesinada en 2011 en Villa Tesei.
En la amenaza a nombre de Sancho contra Arroyo Salgado, Sofía no tuvo mejor idea que mencionar el caso Candela, en el que el papá de la nena secuestrada y asesinada había advertido que uno de los que podría haberle hecho, como venganza, era, justamente, Sancho. Según relató el papá de Candela, relacionado con piratas del asfalto, le pidió ayuda a policías bonaerenses para cobrar la plata que un reducidor de mercadería le debía y, a cambio, le exigieron que entregara a Sancho. Él juró que nunca lo «vendió», pero los uniformados le cayeron a Sancho. Y, entonces, el narco arregló con los policías y les pagó por su libertad, pero con una condición: que le dijeran quién había sido el «buche». Todos marcaron al papá de Candela. A diez años del crimen que marcó la Argentina, el que llegó al banquillo de los acusados por ese caso, sin embargo, fue otro pesado de San Martín: Miguel Ángel «Mameluco» Villalba.
Todo eso, a Sofía poco le importó porque el teléfono no estaba a su nombre. Lo dio de baja dos días después. Pero tirando del hilo, el fiscal Domínguez llegó hasta él. El acusado, entonces, activó la coartada: declaró que él no amenazó a la jueza y que pudo haber sido un tal Leuzi. El acusado por el acusado aclaró que todo era al revés: que le llegó a deberle plata a Sancho y a Sofía y que, como arregló solo con el primero, el segundo no paró de amenazarlo.
En el medio, el 6 de diciembre de 2018 en Navarro, a Quinteros, el chofer de Sofía, alguien le hizo de todo para que pagara lo que le debía a un tercero: comenzó por tajearle el cuerpo, pero resistió. Le cortó la oreja izquierda, pero se mantuvo callado. Le disparó en las rodillas, pero solo gritó de dolor. Le extirpó el ojo izquierdo, pero ni siquiera con eso lo pudo aflojar. Al final, en un estado irreversible, lo ultimó.
Quien sea que haya planeado el crimen de Quinteros, no quedó satisfecho. En consecuencia, ordenó ir tras la viuda, pero ella dijo no saber nada de lo que hacía su marido ni de la plata que le reclamaron. Pero, en la casa tenía pileta de material recién hecha. El 6 de febrero de 2019 en Francisco Álvarez, entonces, alguien asesinó a Anabella Blumetti, la mujer de Quinteros, mientras manejaba su Chevrolet Meriva.
El 28 de octubre de 2019 a la vuelta de la Municipalidad de Quilmes, mientras Diego Xavier Guastini viajaba en su Audi rumbo a su «cueva financiera» de la calle Florida 520, en la city porteña, una Toyota Hilux bloqueó la esquina para impedirle el paso, en eso un sicario le encajó tres balazos contra el vidrio antes de que pudiera agarrar su Glock y, al final, el asesino se subió a un Ford Kinetic para marcharse todos a máxima velocidad.
Entonces, Sofía declaró por segunda vez ante el juez Mirabelli, pero esta vez para culpar al asesinado Quinteros, su chofer, por la amenaza a la jueza Arroyo Salgado.
Por los crímenes de Quinteros y Blumetti, Sofía también declaró, pero como testigo. Como reveló Encripdata el 13 de diciembre de 2020, aseguró que a Quinteros, su chofer, lo mataron dos intermediarios porque nunca le pagó los 60 kilos de cocaína que le había comprado a, justamente, Guastini, el dueño de la «cueva» más famosa de la city porteña, con terminales en la Secretaría de Inteligencia (SIDE / AFI), a la que Sofía solía recurrir para lavar las ganancias del tráfico de cocaína a Europa, como lo hicieron el clan Loza y el clan Atachahua Espinoza.
Como lo hizo al culpar a Quinteros por la amenaza a Arroyo Salgado una vez ejecutado, esta vez Sofía culpó a Guastini de los crímenes de Quinteros y Blumetti recién cuando alguien lo acribilló.
Por el crimen de Guastini, hasta ahora solo atraparon a Marcelo Fabián Padovani por haber sido el conductor del Ford Kinetic que ayudó a escapar al sicario.
Por los crímenes de Quinteros y Blumetti, en cambio, no hay ni un solo detenido.
Otras personas del bajo mundo del narcotráfico también involucraron a Guastini, una vez callado para siempre, por la desaparición de Hugo Díaz, visto por última vez el 9 de marzo de 2015 al entrar a la «cueva» de Florida 520, y también de Damián Stefanini, sin rastros desde el 17 de octubre de 2014, financista que en el 2012 le había transferido 150 mil dólares a Nisman, expareja de Arroyo Salgado, a la cuenta bancaria que tenía en el Merrill Lynch de los Estados Unidos.
Pero Sofía sabe más de lo que dijo en todos lados: como pudo reconstruir Encripdata, Sofía era amante de Blumetti. Eso es lo de menos: el día en el que alguien mató a su amante mientras manejaba la Chevrolet Meriva, en el asiento de acompañante iba una amiga, que no era otra que la mujer del hombre que se encargó de Quinteros. Este hombre contaba con la protección de un comisario bonaerense. Ella resultó ilesa.
Una vez mas, se considera que la muerte del fiscal fue cosa fato in casa. Hecha a la criolla. Donde los conectados saben mas que los que no andan en el bajo mundo. Donde todo se sabe. Nada que ver con gente que vino de afuera.Sirios, turcos, o iraníes. Esto fue pergueñado y ejecutado a la criolla. Lo demás es distracción, saraza, cuento. La acción vino desde adentro, con ordenes de desde bien arriba.. Es mi deducción. Y la Dra jueza, ex del fiscal...ha rehecho su vida, con el hombre que siempre ha querido.