Durante la última semana, un boletín titulado: “Los
pasajeros del subte vuelven a ser rehenes del vandalismo gremial”, pudo ser
visto por todos los usuarios de este medio de transporte. Muchos, seguramente,
han advertido dicha nota, algunos la habrán leído –a quienes hay que reconocer
el empeño ya que está pésimamente redactada- y sólo unos pocos habrán podido
hacer una reflexión acerca de ella.
Seguramente, a ninguno lo habrá tomado por sorpresa el
título, ya que su contenido estaba asociado con los inconvenientes que tuvo el
servicio durante estas últimas semanas. Lo que sí llama la atención es la forma
en que la empresa se desvincula del problema, derivando toda la responsabilidad
nada menos que a los trabajadores –que, valga la redundancia, son empleados
de la empresa- y poniéndolos en papel de criminales al acusarlos de
vándalos, saboteadores, violentos, mentirosos y hasta de secuestradores.
Toda esta inculpación es llevada a cabo mediante el uso de algunas palabras y
formas verbales que, de manera “disimulada”, pueden hacer creer al lector que se
trata de un texto “objetivo” y, por lo tanto, tomado como la única versión
válida.
No sería necesario profundizar el análisis en el cuerpo del
texto ya que sólo con leer el título podremos observar cómo la realidad es
manipulada de acuerdo a los intereses de un sector:
“Los pasajeros del subte vuelven a ser rehenes del
vandalismo gremial”.
Aquí podemos separar la oración en cuatro partes diferentes:
En la primera, encontramos al sujeto: “Los pasajeros del
subte” que ya destina todo el artículo a un sólo sector: el cliente.
En segunda instancia, está el verbo: “vuelven”,
conjugado en presente del modo indicativo en la tercera persona del plural.
Seguido por “a ser”, un infinitivo. Esto convierte al sujeto en un actor
pasivo de la oración, es decir que se utiliza la voz pasiva para darle otro
sentido a la frase. Entonces al leer, “Los pasajeros del subte vuelven
a ser” ya podemos tomar a los pasajeros como víctimas de algún
acontecimiento sin que todavía se haya hecho mención de alguno.
La tercera parte de la oración, “rehenes del vandalismo
gremial”, constituye el núcleo y termina de dividir los papeles del
conflicto –en el que la empresa no figura-. Al utilizar la palabra “rehenes”,
se reafirma la imagen de víctima de los usuarios y, por otro lado, culpa a la
otra parte de cometer un delito. Según el diccionario de la Real Academia
Española, un rehén es una “persona retenida por
alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas
condiciones.”
Tanto en la Argentina, como en los demás países del mundo,
tomar a alguien como rehén constituye un ilícito. Por lo que podemos decir que
la otra cara del conflicto está acusada del delito de secuestrar personas.
Por último, la frase finaliza con la presentación del
“malo” de la película: el “vandalismo gremial”. Aquí no sólo el gremio ya
está en una posición de culpabilidad, sino que es prejuzgado con una insinuación
perversa. En primer lugar, un gremio es -según la Real Academia- una “corporación
formada por los maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u
oficio, regida por ordenanzas o estatutos especiales”,
o bien, un “conjunto de personas que tienen un mismo ejercicio, profesión o
estado social”, lo que a priori no implica ninguna connotación
negativa.
Por otro lado, y según la misma fuente, el vandalismo es:
“Espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana”. Y
vale agregar la definición de vándalo que se refiere al “hombre que comete
acciones propias de gente salvaje y desalmada”. De esta forma, la conjunción
“vandalismo gremial” calumnia al gremialista de salvaje, destructor,
violento, desalmado, irrespetuoso, etc., distanciándolo de “los pasajeros”,
volviendo a la antigua teoría de la “Civilización y Barbarie”. No tiene
en cuenta que tanto gremialistas como pasajeros comparten la calidad de
trabajadores y así es cómo se puede leer entrelíneas la vieja intención del
sistema de dividir al proletariado para debilitarlo a la hora de pelear por sus
derechos.
Debajo del título continúa:
“Metrovías pone en conocimiento de la opinión pública que
diversos actos de vandalismo y sabotaje encabezados por un pequeño
grupo de delegados están provocando demoras e interrupciones en las cinco
líneas del subte y premetro, afectando a los pasajeros que viajan en este
medio.”
Se vuelve a calificar al gremio en forma despectiva:
“pequeño grupo de delegados”. Los culpan nuevamente de actos criminales,
saboteadores y vandálicos, y de provocar el mal funcionamiento del servicio. Los
pasajeros figuran nuevamente como víctimas. Esta vez la empresa aparece pero
desde afuera, como narrador de la historia. Paradójicamente se auto-excluye
cuando es tanto o más protagonista que cualquiera de las otras dos partes.
La nota continúa más adelante:
“(…) A partir de este accionar los delegados llevan
adelante una campaña de mentiras aduciendo falta de mantenimiento por
parte de Metrovías.
Metrovías niega categóricamente
lo sostenido por algunos delegados y garantiza que todos los trenes que operan
en la red están en condiciones de prestar un servicio confiable y seguro para
los pasajeros.”
En este fragmento, además de injuriar a los delegados de
“mentirosos”, la empresa otra vez se hace presente desde afuera para
desmentir y recalcar la confiabilidad y seguridad de sus trenes.
Seguramente, el emisor del boletín confía en la mala memoria de los lectores, ya
que las demoras, interrupciones, malas condiciones y fallas en el servicio
vienen de hace mucho más que dos semanas. Hasta se podría decir que no se
recuerda una época en la que el servicio fuera verdaderamente bueno y confiable.
Más adelante el discurso sigue:
“Esperamos que con la debida intervención de las
autoridades, en conjunto con el esfuerzo que Metrovías y sus
colaboradores ponen de manifiesto, se pueden evitar las demoras e
inconvenientes que sufren los pasajeros del subte y cualquier hecho de violencia
que a partir de este accionar fraudulento puedan sufrir los trabajadores de
Metrovías como así también los pasajeros.”
Finalmente, pudimos encontrar a la empresa en la novela.
Pero su papel no figura en el conflicto, no es ni víctima ni victimario, aparece
como defensor del cliente y sus derechos. Viene desde afuera para traer una
solución “con el esfuerzo que Metrovías y sus colaboradores ponen de
manifiesto”. Igualmente, el gremio continúa siendo acusado y los pasajeros
advertidos de “cualquier hecho de violencia” que pueda llegar a ocurrir
por parte de los salvajes.
Por si queda alguna duda y para explicitar la subjetividad
expuesta anteriormente, el boletín concluye:
“(…) Metrovías responsabiliza a algunos delegados como
principales responsables de las demoras e interrupciones que se están generando
en las distintas líneas de subte y advierte sobre reiterados y recurrentes actos
de sabotaje y vandalismo que atentan contra la normal operación del servicio.”
Para finalizar, continúa bombardeando con las palabras
“sabotaje” y “vandalismo” para que esa sea la última y predominante
imagen del lector sobre el gremio. La gota de humor en el drama la aportó la
empresa al redundar: “Metrovías responsabiliza a algunos delegados
como principales responsables…” Concluye derivando el mal
funcionamiento al reclamo de los trabajadores por las mejoras de las condiciones
y herramientas de trabajo que reclaman tanto para ellos como para los usuarios.
A modo
de conclusión
Este pequeño análisis del discurso pretende despertar en la
cabeza del lector, cómo un hecho puede ser utilizado para tergiversarlo y
defender determinados intereses. En este caso pudimos comprobar cómo Metrovías
pretende inculpar a parte de sus propios empleados como responsables de las
falencias del servicio y a la vez desacreditar sus palabras a la hora de hacer
reclamos. También podemos observar implícitamente el concepto de
“criminalización de la protesta” mediante el cual se logra individualizar al
pueblo y distanciarlo de las herramientas que posee para hacer valer sus
derechos. De esta forma, se manipula a la opinión pública dividiendo a los
trabajadores con el fin de debilitarlos a la hora de enfrentar todo tipo de
injusticias.
Mariano Gaik Aldrovandi