“Lo malo: perdimos el presupuesto. Lo bueno: lo perdieron Máximo y Massa”.
Dañados el titular del Bloque de Diputados y el presidente de la Cámara.
Doble daño auspicioso.
“Ser a través del crimen”. Título de capítulo de la novela emblemática de Roberto Arlt.
“Ser y crecer a través del fracaso de la fuerza que lo sostiene”.
Es la proeza arltiana del presidente Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Beneficiario exclusivo de la derrota.
Mientras se desgarra el Frente de Todos, en la “mesa política” de Alberto se delira con la reelección.
Entusiasmo entre los mini gobernadores de licencia, transformados en ministros.
Kato, El Juanchi, con la anexión de Ferraresi.
Por portación de olfato y de calle, de cordón y de vereda, es improbable que con la fantasía se emocione el doctor Olmos, El Pesado de Puiggari.
Vitobello acompaña, siempre, en la que venga. Como Cafiero, El Nietito.
Y el ideólogo Gustavo Beliz, Zapatitos Blancos, más allá del horizonte, plantea estrategias (con frecuencia salen mal).
Para la fantasía re-electoral de Alberto le favorece el antagonismo instalado con La Doctora.
Aunque El Poeta, sin el aval de La Doctora, se disuelva con la celeridad de la sacarina.
Favorece también la última intervención del fastidiado Máximo, En el Nombre del Hijo. Fue el discurso que legitimó la chiquilinada de la ruptura.
Pero la decisión estaba previamente tomada.
Favorece también la aritmética fallida de Sergio, El Conductor del Frente Renovador, que preside la única institución que tenía diálogo con los opositores.
Los puentes que no existen desde el Ejecutivo. Los que están totalmente destruidos desde el Judicial.
Como Zorba el Griego
Máximo y Sergio, golpeados. Cortados en pedacitos por medios que insinúan mala praxis.
Ambos complementan la súbita reducción de Axel, El Gótico.
Con el clavo de la derrota, se desvaneció la preferencia explícita de La Doctora -cansada de guerra- por Axel.
Una apuesta trunca. Situar a un intelectual, con aureola de progresista y demasiado decente, como gobernador de la provincia asediada por las tentaciones recaudatorias.
Ahora La Doctora toma distancia. Sus inventos terminaron como los de Zorba El Griego.
Le resta bailar, en la playa, en medio del derrumbe. Sin Alan Bates.
Prefiere ceder posiciones para acentuar la centralidad del Poeta. Mientras le marca la cancha, como si le dijera:
“A gobernar, Alberto, a acordar con el Fondo, pero acordate de lo que dijiste en…”.
La Fábula de Juan XXIII
El gobernador Juan Manzur, El Menemcito, funcionó como Premier -mero jefe de gabinete- con la estridencia del despertador.
Fue quien copó la parada después de la humillación de la derrota y cambió el clima que asfixiaba.
Despertó literalmente a los sobrevivientes del gabinete.
Pero Manzur despertó, con superior intensidad, a Alberto.
Después del bofetón electoral, El Poeta estaba pasivamente perdido.
La breve rebelión de los Espartacos había durado menos que un estornudo.
La realidad lo mandaba a tomar nota, a escuchar al pueblo.
Mientras Manzur construía poder, Alberto escuchaba a los jubilados que jugaban dominó en la Plaza Irlanda.
Los bañeros duhaldistas de Villa Albertina. Las maestras melancólicas de Berazategui.
Manzur afilaba a los mini gobernadores, con la colaboración de Martín Insaurralde, El Jésico, y de Sergio.
Les sacaba puntas a Los Camperas. Acordaba con Los Eviteros, se entrevistaba con sus cuantiosos contactos empresarios. Lo bendecía un rabino de barba hasta la cintura.
Pero en cuanto Alberto vio que Manzur también comunicaba se despertó de la siesta con rebeldía.
Atormentado por la fábula de Juan XXIII, decidió aplicar las jinetas facilitadas por La Doctora.
Y se dispuso conscientemente a bloquearlo. Obturar el crecimiento de Manzur. A puentearlo. Un chiquilín.
Modificó hasta otro llamado madrugador para la reunión del gabinete, a las 7.30hs. La pasó para las 11hs.
Trababa sus decisiones, los nombramientos. A su escudero Jorge Neme lo enloquecía con reclamos de género.
Necesitaba designar a alguien y se le interponía La Burrerita de Ypacaraí con la imposición de una dama.
Se movilizaba para recortar las atribuciones de Juan XXIII.
Y Alberto hasta creó la figura, con rango de ministro, de la «Porte Parole».
Solo para que Manzur no fuera el comunicador. La Porte Parole debía ser, en adelante, la señora Gabriela Cerruti.
El gran Juárez
Alberto aún no se daba cuenta que todos, en Frente de Todos, se habían dado cuenta que estaba celoso de Manzur.
Y cuando se dio cuenta que quedaba como un gil, ya era tarde.
Había deslizado, ante los voceros indirectos, que lo hubiera preferido (a Manzur) como ministro de Salud.
O de Interior, en el lugar del vituperado Wado.
Justamente Wado había dejado de ser Wadito desde el día en que amagó con la renuncia. Antes de la cartita de La Doctora que lo sacó temporalmente del ring.
Nunca había pensado en Manzur como Premier. En realidad Alberto nunca quiso tener jefe de gabinete.
Prefería continuar con Santiago, El Nietito, hoy integrante de número en la mesa política que comparte con el manejo sabio de la política exterior.
Para colmo Manzur construía poder, en efecto, pero era para Alberto.
Llegaba a las siete de la mañana, atendía con la puerta abierta. Atendía funcionarios al mejor estilo de Carlos Juárez, el titán de Santiago del Estero, maestro de gobernadores.
Autor de la célebre sentencia.
“Para gobernar hay que estar sentado arriba de la caja”.
La derrota feliz
Felizmente para Alberto y el delirio de su “mesa política”, la derrota opacó la acción dominante de la alianza de Máximo con Sergio, a quien Alberto le dispensa una desconfianza infinita. Nada original.
La entente Máximo-Sergio amagaba con desembarcar en el Ejecutivo, al frente de dos superministerios.
Era durante la plenitud de las magistrales chambonadas sucesivas de Alberto.
Alianza complementada por la marcada preferencia de La Doctora por Axel.
La causa de Alberto estaba perdida. Desde los mondongos de Vicentín, arrastraba memorables papelones que sorprendían.
“Está desconocido, tonto nunca fue”.
Por suerte, la derrota incuestionable de las legislativas, y el colapso del presupuesto, barrieron con las ambiciones de los competidores internos.
La capacidad para la tergiversación transformó hidalgamente la derrota en triunfo. Marcó el inicio del fortalecimiento.
Por la recuperación en la Provincia Inviable. Después que El Menemcito y El Jésico pusieron nuevamente de pie al peronismo clásico de cochería.
ESTOS DOS EJECUTORES TIENEN COMPLICES COMO CAAMAÑO JUAN CAR LAVAGNA DESTRUYERON TODO
Y MASSA con CRISTINA DE KIRCHNER dándole un bonito de $ 21.000 a empleados del Congreso???????