En el primer mensaje presidencial que se conoció la noche del 14 de noviembre del año pasado, Alberto Fernández anunció un Plan Plurianual que enviaría al Congreso en la primera semana de diciembre. Aunque nadie del gobierno lo admita, cuando grababan ese discurso en la residencia presidencial, temían una catástrofe electoral.
La derrota que se conoció horas más tarde fue contundente para el gobierno, que aun así la vivió con alivio. Le alcanzó con haber achicado la diferencia en la provincia de Buenos Aires, donde igual perdió, y solo revirtió resultados en Chaco y Tierra del Fuego, pero así y todo cuando el Presidente volvió a hablar esa noche -ahora en vivo- se veía bien distinto. Había estado al borde del abismo y ahora sentía que tenía una vida más.
¿Habrá olvidado esa misma noche el Programa Plurianual? Difícil, no funciona así un gobierno; aunque es verdad que esta administración se caracteriza por anunciar muchas cosas y la mayoría terminan siendo solo anuncios. Como el llamado a extraordinarias, del que desde el año pasado ha venido dando detalles periódicamente, incluyendo proyectos que son puro humo, como la nueva ley de hidrocarburos, sobre la cual el secretario de Energía llegó a presentarse en el Senado, pero está absolutamente trabada y se sabe que cuenta con la resistencia de varios gobernadores. Así y todo, los voceros oficiales siguen incluyéndola en el hipotético temario de unas extraordinarias que prometieron para enero y que obviamente serán en febrero. Si son convocadas.
Es el modus operandi de este gobierno que ya mostró esa costumbre en su primer verano de gestión, aun antes de que la pandemia trastocara todo.
Con un Congreso complicadísimo para el gobierno numéricamente hablando, lo que siempre se pensó que sería el tema del verano era el eventual acuerdo con el Fondo. Y el Plan Plurianual, claro, que no mandó el gobierno en la primera semana de diciembre como había prometido Alberto, ni en el resto de ese mes, ni tampoco en enero. Cuando quien esto escribe le preguntó a una alta fuente legislativa qué pasaría con ese plan complementario del acuerdo con el FMI, el encumbrado dirigente oficialista relativizó la posibilidad de que el mismo llegara a ver la luz, al no haber sido aprobado el Presupuesto 2022. “Si el primer escalón no está, difícil llegar al segundo”, ejemplificó.
– ¿Entonces no habrá Plan Plurianual? -se le insistió.
– Yo no digo eso, pero es difícil en estas circunstancias… -fue más o menos la respuesta. Y de ese programa ni noticias, a la fecha.
No es novedad que el Presidente tiene un problema con los planes. Se lo reveló con honestidad brutal al Financial Times cuando transitaba la mitad de su primer año, en plena pandemia: “Francamente, no creo en los planes económicos. Creo en los objetivos que nos podemos fijar y trabajar para conseguirlos”, dijo esa vez Alberto Fernández, quien curiosamente es conocido por decirle a cada interlocutor lo que el mismo quiere escuchar. No fue ese el caso, seguramente. Pero lo cierto es que dadas las circunstancias debe ser una de las verdades más contundentes reveladas por el Presidente desde que está en el cargo.
El FMI le reclama conocer un plan para avanzar con el acuerdo para refinanciar la deuda contraída por Mauricio Macri. Y todo indica que el gobierno se resiste a cumplir con esa premisa, como pudo verse también con las explicaciones que dio el ministro de Economía durante la presentación que hizo ante los gobernadores. “Creo en los objetivos que nos podemos fijar y trabajar para conseguirlos”, dijo el Presidente al FT y ese parece ser el modo de negociar con el Fondo, prometiendo objetivos sin establecer la manera de alcanzarlos. Aunque tampoco satisfaciendo en materia de plazos: promete déficit cero para 2027. ¿Cómo? A través del crecimiento, explica sin explicar. Como sea, el FMI quiere ese objetivo para 2024.
La oposición también objeta que no haya un plan, y es lo que hubiera reprochado de haberse concretado la reunión prevista para el martes pasado, ya suspendida definitivamente. Resulta inexplicable lo que sucedió con ese cónclave. Es verdad que nunca había sido confirmada, pero el propio Alberto Fernández había dicho al cierre del encuentro con los gobernadores, el 5 de enero, que en los próximos días él se reuniría con la oposición.
En este mismo espacio contamos que desde el bloque de diputados que conduce Máximo Kirchner salieron a torpedear luego el encuentro molestos porque Juntos por el Cambio pusiera condiciones para reunirse. Resultado: se suspendió. Pero el propio Alberto Fernández y Sergio Massa siguieron trabajando para que la reunión se realizara y el domingo siguiente el gobernador Gerardo Morales confirmó que se haría en el Congreso el lunes o martes de la semana que pasó. El jujeño es amigo del presidente de la Cámara baja y habló también por lo menos dos veces con el primer mandatario esos días
Sin embargo el clima comenzó a enrarecerse hacia el fin de semana, cuando trascendió que Martín Guzmán no iría al Congreso y que los recibiría en el ministerio. En JxC había resistencias para ir allí, aunque en ese caso hubieran estado al menos los gobernadores. El lunes 17 fuentes del Palacio de Hacienda aclararon que el encuentro no estaba en la agenda del ministro. Pasado el mediodía el propio Gerardo Morales confirmó que no se hacía.
El presidente del radicalismo, que se había mostrado más propenso a la negociación, terminó exhibiendo su fastidio: “Guzmán no quiere dar cuenta del ajuste que pactó con el Fondo”, expresó dejando de lado las buenas formas que se había esforzado en mantener. Y a continuación toda la dirigencia de Juntos por el Cambio se dedicó a criticar con dureza al gobierno por semejante desaire. Nada mejor para un JxC que venía exhibiendo diferencias que la posibilidad de unificar voces y críticas ante la actitud del gobierno.
Es inentendible que ese encuentro no se haya hecho, en un momento en que el gobierno necesita dar señales de cohesión para el avance de las negociaciones por la deuda. Es verdad que las críticas al cabo del fallido encuentro podrían haber sido muy duras, pero podrían haber tratado de acordar cierta moderación.
Lo cierto es que todo lo que sucedió no hizo más que certificar que en el gobierno conviven dos posturas encontradas particularmente sobre la deuda y ello quedó claramente expuesto. Un sector buscó deliberadamente abortar ese encuentro y el otro sector no hizo mucho por concretarlo. Más aún, en lugar de abonar esa relación con el presidente del radicalismo para potenciar las eventuales diferencias internas en JxC, el mismo día en el que debía haberse concretado la reunión de la oposición con el ministro de Economía, el titular de Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, visitaba en Jujuy a Milagro Sala junto a la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elisabeth Gómez Alcorta -exabogada de la líder de la Tupac Amaru-. No fue además una visita de cortesía, sino toda una señal que el ministro camporista rubricó con un tuit en el que habló de la necesidad de “reconstruir una Justicia que no persiga opositores y que garantice a las y los argentinos sus derechos, más allá de los poderes de turno”.
Wado es uno de los principales alfiles de la vicepresidenta, que cuando va a la Rosada no se dirige al despacho presidencial, sino al del ministro del Interior. Y nadie duda de que el viaje a Jujuy fue a instancias de ella. Como cuando Wado encabezó la serie de renuncias post PASO. Y nada inquieta más a Gerardo Morales que la situación de Milagro Sala, de modo tal que su relación con el gobierno hoy está detonada.
En el mismo sentido podría interpretarse la nueva carta de Cristina Kirchner difundida justo cuando el canciller Santiago Cafiero se reunía con Antony Blinken, para auscultar un apoyo político del gobierno norteamericano en la difícil negociación con el FMI. La misiva vicepresidencial no aportó ninguna novedad a su postura conocida, ratificando críticas a Macri por pedir semejante crédito y al Fondo por dárselo. No es que el texto vaya a generar mayores discordias, pero a nadie le es ajeno el efecto que el protagonismo de la exmandataria puede generar en el país del Norte.
Así como Wado de Pedro no iría a ver a Milagro Sala sin la venia de la vicepresidenta -para más datos, viajó en el avión oficial del Chaco, cuyo gobernador Jorge Capitanich visitó a Cristina en Santa Cruz días pasados-, Oscar Parrilli tampoco hace nada que no sepa o mande su jefa. Así debe interpretarse el proyecto para reestatizar un tercio de los partidos de la Liga Profesional. “No le costará un peso al Estado”, aclaraba el senador el viernes, que bien sabe que los contratos vigentes son hasta 2030 con Disney y 2027 con TNT, empresas que no aceptarían impávidas semejante medida.
Que parte NO COMPRENDE el Periodismo MIlitante que éste GOBIERNO NACIONAL no va más.