Mientras Rusia y los países de la OTAN se disputan la geopolítica europea con Ucrania como "teatro de operaciones", en una guerra que escala peligrosamente, el oficialismo vernáculo no logra ponerse de acuerdo en una postura común para caracterizar el conflicto bélico.
Recién con el inicio de la incursión de tropas rusas en territorio ucraniano y los ataques aéreos contra objetivos estratégicos de ese país, el Gobierno de Alberto Fernández abandonó la postura cautelosa, neutralista y hasta complaciente con Vladimir Putin que había caracterizado el comunicado del martes.
Dicho comunicado hablaba de una situación "generada en Ucrania", como si hubiera sido el producto de un fenómeno espontáneo, sin responsables políticos, al tiempo que evitaba mencionar a Rusia. El mensaje se limitaba a un llamado al diálogo entre las partes y el uso de la diplomacia para dirimir el conflicto.
Con la elección precisa de esas palabras, Alberto Fernández buscaba no incomodar demasiado a Putin, con quien se había entrevistado pocos días antes en Moscú, y había llegado a decir -en un exceso de condescendencia y subordinación- que Argentina se ofrecía a ser "puerta de entrada de Rusia en Latinoamérica".
El viraje en la posición argentina se terminó de decidir en la madrugada de ayer luego de largas discusiones entre el presidente Alberto Fernández y el canciller Santiago Cafiero. Finalmente, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti recibió la instrucción de informar la nueva postura argentina en su habitual conferencia de prensa ante los periodistas acreditados en la Casa Rosada.
"Argentina reitera su firme rechazo al uso de la fuerza armada y llama a Rusia a cesar las acciones militares en Ucrania", leyó a media mañana la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, expresando una postura que la oposición calificó como "tardía".
En esas 48 horas que hubo entre un comunicado y otro, el Gobierno de Putin pasó de la amenaza a la agresión militar. Y eso fue lo que terminó inclinando la balanza y rompiendo el fino equilibrio que Fernández buscaba conservar en términos de diplomacia entre Estados Unidos y Rusia.
Con el hecho consumado y las tropas de Putin entrando por la fuerza a territorio ucraniano, ya no quedó margen al Gobierno para jugar a las escondidas en el plano comunicacional. El riesgo que corría Alberto Fernández era quedar mal con Washington y con Moscú a la vez. Además, el Gobierno podía justificar su postura en contra de Rusia apelando a la tradición histórica antibélica de Argentina.
En este sentido, la Casa Rosada terminó tomando partido en contra de la invasión militar rusa, aunque sin expresar una condena enérgica como la que sí realizó el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
Cabe recordar que Estados Unidos es el principal accionista del Fondo Monetario Internacional y su apoyo es clave en la refinanciación de la deuda que tiene el Estado argentino con ese organismo, en el marco de un acuerdo que está avanzado pero que no está cerrado. Un gesto político que el Gobierno demócrata de Joe Biden considerase antipático podría hacer caer toda la negociación de un instante al otro.
El kirchnerismo, por su parte, optó por refugiarse en el hermetismo. Ni la vicepresidenta Cristina Kirchner, ni el diputado Máximo Kirchner, ni el gobernador Axel Kicillof ni el ministro de Interior Eduardo "Wado" de Pedro, ni ninguno de los principales referentes de ese espacio político abrieron la boca en público para caracterizar lo que está sucediendo en Rusia y para asignar responsabilidades.
El vínculo histórico entre la actual vicepresidenta y Putin es conocido, y la decisión por el momento es no generar ruidos que pudieran entorpecer a futuro esa relación, que también tiene que ver con una reivindicación del multilateralismo y no alineamiento a Estados Unidos. También con un posicionamiento vinculado a la tradición de no injerencia en los asuntos de otros estados.
En contraposición, Massa adoptó un discurso que va mucho más al choque contra Putin -a quien nombró explícitamente- que el que expresó la Casa Rosada. El líder del Frente Renovador, uno de los principales nexos del Gobierno con Estados Unidos junto a Gustavo Béliz y Jorge Argüello, condenó "enérgicamente la agresión unilateral ordenada por el presidente ruso Vladimir Putin" y solicitó a Moscú "cesar las hostilidades que desequilibran el frágil escenario internacional, librando un conflicto cuyo costo en vidas sería incalculable".
Además, Massa consideró la invasión rusa a Ucrania como "uno de los hechos más graves de las últimas décadas" y que "pone en peligro a todo el pueblo ucraniano, a Europa y desestabiliza al resto del mundo".
A las indisimulables diferencias en el frente oficialista por la estrategia de negociación con el FMI, que quedaron al desnudo con el portazo de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque en Diputados, ahora aparecen grietas en el discurso sobre la crisis bélica que acontece en Europa del Este.
En el Frente de Todos contra Todos (pero unidos para la corrupción y el saqueo), se mezclan algunos antiguos montoneros, los nostálgicos de que la caída del Muro de Berlín se produjo del lado izquierdo, los setentistas recalcitrantes, los que van hacia el lado en el que sople el viento (lo importante es no perder el puestito en el poder), los que aun desempolvan de algún armario con olor a formol y naftalina los discursos que ya eran viejos cuarenta años atrás. Todos, en un chiquero de traiciones, de hipocresías, de ignorancia, de contradicciones y de anacronismo. Los más aptos para flotar en la inmundicia serán los que sobrevivan.
Si Putin fuera peronista 1: Les decimos lobque quieren oir y después hacemos ño que queremos. Si Putin fuera peronista 2: Si tenemos una provincia rebelde, no le mandamos tropas, le prendemos fuego.