Quienes la conocen de sus épocas de legisladora y en el llano, recuerdan a una Cristina Kirchner bien distinta a la actual, cuya transformación se inició a partir de convertirse en primera dama (primera ciudadana, como prefería denominarse) y luego en presidenta. No es un juicio de valor: todos evolucionan; mal o bien, la gente cambia. Ni hablar de si se llega al máximo sitial de la carrera política. El recordado Raúl Baglini hizo de eso un teorema aplicable aun para cargos inferiores.
En lo que habrá que reconocer que no cambió Cristina Kirchner es en su parecer respecto del Fondo Monetario Internacional. Siempre rechazó sus políticas y condenó a ese organismo. Pago de la deuda mediante por parte de su esposo, a ella no le tocó lidiar con las revisiones periódicas que ahora tendrá este gobierno, que fue lo que Néstor Kirchner quiso evitar cuando desembolsó de una casi 10 mil millones de dólares.
Botón de muestra de su rechazo al FMI -con un accionar muy claro en ese sentido- vale recordar cuando le complicó la vida al entonces presidente Eduardo Duhalde en 2002, oportunidad en la que casi logra evitar la derogación de la Ley de Subversión Económica que exigía el organismo. Llegó al punto de mandarle a Corrientes el avión sanitario de Santa Cruz al senador Lázaro Chiappe, para que pudiera estar en el recinto y votar en contra.
¿Cómo logró sortear la situación el oficialismo de entonces? El gobernador radical Horacio Massaccesi llamó por teléfono a la senadora rionegrina Amanda Isidori para que se retirara del recinto. El radicalismo se pronunció en contra, como tenía decidido, pero la votación terminó empatada y desniveló el presidente del Cuerpo, a favor de la derogación que reclamaba el Gobierno nacional.
Esta anécdota va más allá de recordar el rechazo de CFK hacia el Fondo; también sirve para graficar cómo se aplican los acuerdos políticos y lo que Juntos por el Cambio también estaba dispuesto a hacer en el debate del acuerdo con el FMI: si hacía falta, algunos legisladores se hubieran retirado para sacar la ley.
No fue necesario por una razón muy simple que habrá que ver si aplica en el futuro. El oficialismo hizo política en la Cámara de Diputados, y eso implica negociar y ceder. En rigor, se dijo que cedieron ambas partes, pero en la práctica solo lo hizo el Gobierno, que cambió dos veces el texto del proyecto que luego -eso sí- Juntos por el Cambio votó masivamente.
Fue clave en la discusión el titular de la Cámara baja, Sergio Massa, a quien el presidente dio libertad de acción para negociar con la oposición. De los propios se ocupó el nuevo jefe del bloque oficialista, Germán Martínez, y una muestra concreta del nivel de disposición que mostró el Frente de Todos para acordar fue que la negociación se cerró en el despacho de Mario Negri. Hasta allí fueron Massa y Martínez a media tarde del miércoles pasado, luego de que el presidente de la Cámara pasara varias horas en la Rosada. A las 19 ambos diputados salieron de la reunión y volvieron a los 15 minutos para cerrar el acuerdo que luego se trasladó al plenario de comisiones que debatía el tema pero alargando los discursos, a la espera de lo que se resolviera fuera de esa sala. A las 22.30 se confirmó definitivamente el texto que al día siguiente aprobarían con amplio margen.
Imposible imaginar semejante entendimiento con Máximo Kirchner al frente del bloque. Está claro que él no podía defender desde ese puesto un acuerdo con el FMI, pero de no haber estado el Gobierno en tal encerrona y haber seguido presidiendo la bancada oficialista el hijo de los Kirchner, sería muy difícil realmente hacer andar la Cámara. Quedó claro con lo que pasó el año pasado con el Presupuesto, que estalló ante la reacción de Máximo en el recinto y su rigidez para negociar. Algo indispensable en una cámara con los números tan acotados.
Debió quedarles claro en la última sesión del año pasado, cuando el Frente de Todos le ganó la pulseada a JxC por Bienes Personales. Fue apenas por 127 votos contra 126, habiéndole faltado a Juntos por el Cambio 3 diputados, dos de viaje y una por Covid. Esto es: 127 es el número máximo de votos que el oficialismo puede alcanzar incluyendo a la izquierda, que solo excepcionalmente le dará su apoyo. Tras la derrota en las legislativas, el Frente de Todos no está en condiciones, solo, de tener quórum ni ganar ninguna votación… a menos que negocie.
Aprobar con una mayoría generosa el acuerdo con el Fondo significó para el Frente de Todos cumplir también con una máxima legislativa que dice que la oposición se queda con el discurso y el oficialismo con la ley. Por eso Germán Martínez bajó a los suyos la orden de morigerar la dialéctica para evitar enojar al adversario durante la sesión. Difícilmente se hubieran parado e ido los de JxC como hizo el Pro en la Asamblea Legislativa, pero podrían haberse perdido votos en esas circunstancias.
Ahora es el turno del Senado y el abultado número obtenido en Diputados representa también una señal para esa Cámara. Para propios y ajenos. En el primer caso, para evitar que el cristinismo enarbole el rechazo como estandarte y le ponga suspenso a la división; y en el caso de la oposición, para que la unidad casi unánime mostrada en la otra Cámara se mantenga en Senadores.
Así las cosas, el Senado podría replicar un resultado contundente esta semana, con un número de votos positivos que ascendería a 59 sobre 72 senadores. Previamente Juntos por el Cambio deberá hacerle otro favor al Gobierno: habilitar los dos tercios para sesionar sobre tablas, pues en la Cámara alta se respeta la condición de dejar pasar siete días entre el dictamen y el tratamiento en el recinto de un proyecto. Este jueves saldría la ley, tras un trámite que no sería exprés sin los antecedentes citados. Sería en ese caso cinco días antes del dead line, la fecha del vencimiento de un pago que no podemos hacer. Previamente deberá pronunciarse el board del Fondo, pero esa ya es cuestión de ellos. Tener la ley esta misma semana será una tranquilidad para evitar jugar al límite -como ha hecho siempre este gobierno-, y no sea cosa además de terminar votando semejante norma en vísperas del 24 de Marzo.
¿Y si hay sorpresas? “La única sorpresa que puede haber es que Cristina se quede todo el debate”, resumió este sábado con su picardía habitual el senador Luis Juez. Seguramente la vicepresidenta abrirá la sesión, como siempre, y luego se retirará a su despacho, como siempre. Difícilmente vuelva para la votación, llamamiento que quedará a cargo en ese caso de la santiagueña Claudia Ledesma Abdala, presidenta provisional, evitándole a Cristina el trance de tener que anunciar la aprobación de semejante ley. Se verá.
Por lo pronto ella recién habló del FMI el viernes, pocas horas después de la media sanción, cuando no lo había hecho desde el 28 de enero al anunciarse el entendimiento. Y esta vez lo hizo a través de un video de impecable definición, que generó suspicacias por ver las piedras supuestamente en el momento preciso en que rompen el ventanal. En el spot, la voz en off de la vicepresidenta justifica las protestas contra el Fondo, al que termina responsabilizando del incidente, sobre el que de todos modos pone en duda que no haya sido premeditado.
Dicho sea de paso, la seguridad del Palacio había mandado a bajar las persianas de todos los despachos previendo las piedras habituales, según contó el senador Alfredo De Angeli.
Amén de ello, sonó curioso que no hubiera referencias de Cristina en el video a la violencia en general de la que fueron víctimas varios policías, a uno de los cuales prendió fuego una molotov. Pero más curioso resultó el comunicado de los diputados del Frente de Todos expresando “el más absoluto repudio y rechazo a los hechos de violencia que tuvieron como víctima a la querida compañera vicepresidenta @CFKArgentina”. Sin referencias a los efectivos heridos y los locales comerciales con destrozos. Más que a la expresidenta, pareció un mensaje destinado a galvanizar el frente interno después de la división exhibida en la votación reciente.
El gobernador Axel Kicillof repudió “categóricamente” el episodio que “puso en riesgo la integridad física de la vicepresidenta y legisladores que estaban con ella”, pero su ministro Andrés Larroque disparó directamente hacia la Casa Rosada: “Aturden el silencio y la parsimonia del Gobierno frente al ataque al despacho de la vicepresidenta”, tuiteó.
Fuentes cercanas al presidente afirman que Alberto Fernández le mandó un mensaje por Telegram preguntándole si estaba bien, que ella nunca respondió.
La fractura expuesta es tan evidente como la votación de la madrugada del viernes exhibió.