Para no perder la costumbre, aunque sea sábado, y aprovechando que estoy invitada a presenciar la realización de la grabación de un video que tendrá por destino intercambio entre países latinoamericanos, no pude resistirme a experimentar esta experiencia que culminó en la Plaza de Mayo.

Así es como sin perder de vista lo que ocurría alrededor y con el vicio arraigado de periodista, encontré a un personaje que llamaba la atención por el encanto que producía y donde el tiempo no había corrido a pesar que la tecnología está presente y nos rige a cada paso en el menor detalle.

Es un vendedor ambulante que sin importarle el frio y rodeado de chicos, los deleitaba y sorprendía con los sonidos de pájaros que generaba con el juguete que vendía y de una ciudad que no miramos.

Me acerqué a comprarle uno de esos pajaritos para el nene de una amiga que estaba en plena filmación, y se entabló un dialogo fluido y ameno para contarme qué “..se llama Miguel, que hace muchos años me hice vendedor ambulante, porque debido a que se quedó sin trabajo y cuando uno es adulto mayor lamentablemente no consigue trabajo..”.

Que vive en Provincia de Buenos Aires, y que se viene todos los días 25 o 26 kilómetros para acá,de lunes a viernes incluyendo sábados, domingos y feriados..”

Expresa “… que los pajaritos se los compra al que los fabrica y no a un distribuidor, para que salga más barato para el bolsillo de la gente, porque si no de la otra forma es más caro..”

Recalca “… que estos pajaritos son especiales porque los docentes y fonoaudiólogas los utilicen para que los chicos reaccionen al sonido tanto autista como también personas con síndrome de Down…”

Explica “…que tenía redes sociales, -respondiendo a como contactarlo- pero como la ciudad es bastante peligrosa me han robado el celular y no puedo darme el lujo de gastarme 40 o 50 pesos en un celular, sino tendría que entrar al círculo de lo robado y no quiero…”

“..Si bien necesito un celular, no puedo darme ese lujo…”

Miguel, es un laburante que sale a trabajar todos los días como puede, que tiene un optimismo más allá de todas las dificultades que debe transitar para sobrevivir con honestidad y trabajando.

Es amable, agradecido por haber reparado y charlar con él, que siempre está rodeado de todos los niño/as que vienen de visita a la Plaza de Mayo -en este caso- y hasta los grandes no podemos resistirnos al sonido que emite con su juguete y decirle “.. me vende uno, por favor..”

Es tal vez, volver a un tiempo de juegos, de infancia, de paseos, de calesitas, de plaza, hamacas y todo aquello que formaron parte de nuestra esencia y niñez desprovista de internet, de juegos electrónicos y todo aquello que no para de crecer .

Es dejar, por un rato con personas como Miguel o como se llamen, las noticias que nos invaden, que corren vertiginosamente.

Que debemos informar y comunicar respecto a una realidad que está latente a nivel social, económico, político, inflación, peleas de funcionarios del poder que avergüenzan, subidos a un ring donde las agresiones, las desvalorizaciones, situaciones de injusticia son moneda común y nada los detiene.

Excedidos en importancia, y donde hay ausencia de todo aquello que implica valores, dignidad, honradez y trabajo.

Tal vez se olvidan como decía Goethe “Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que consideró es el más envidiable de todos los títulos: el carácter de hombre honrado”.