No hay nada para ganar y demasiado para perder agrediendo
permanentemente a los uruguayos: un antecedente como este demuestra que la
Argentina es un país donde las fuerzas primitivas del "antiprogreso" tienen un
bastión prácticamente inexpugnable, donde el ultra-ecologismo sin freno ni
medida prácticamente determina quienes podrán ejercer una actividad productiva
en el país.
Un poder de tal magnitud permite sospechar que, para
poder establecer alguna factoría de gran magnitud en territorio argentino, es
tradicionalmente necesario ceder a presiones “por debajo de la mesa” que
ejercerán las ONGs ecologistas que dominan el mercado de “autorización,
beneplácito y bendición” para funcionar sin interferencias futuras, sin campañas
ni cortes de ruta. Otra gente menos delicada les llama “retornos”, y los más
crudos las denominan “coimas”.
El inconducente y oneroso reclamo ante La Haya, avala
la postura irracional de Greenpeace, y la deja muy mal parada a la Argentina
ante la comunidad internacional. Pero por sobre todo a los inversores que, hoy
por hoy, están financiando enormes y multimillonarias sumas de dinero poniendo
su capital en México o Brasil, y no en Argentina donde el ultra-ecologismo tiene
un poder casi omnímodo sobre la actividad productiva, sea industrial o agrícola.
Se avecinan tiempos difíciles y vemos con horror cómo
las irresponsables actitudes del gobierno han provocado claramente una insensata
escalada en el conflicto que iniciaron los asambleístas incentivados por
Kirchner por la cuestión de las pasteras. Son hechos diarios los piquetes
permanentes, los cortes de rutas y de puentes, los impedimentos del tráfico con
Uruguay y hasta la agresión permanente desde embarcaciones argentinas a la
Prefectura Uruguaya y a los cargueros que transportan sus productos al exterior.
Recientemente los analistas advirtieron que no es
materialmente posible activar el aparato militar para respaldar los reclamos
diplomáticos, ya que las Fuerzas Armadas están prácticamente desactivadas, sin
material ni motivación, a raíz de una larga campaña de desprestigio que culminó
con casi un millar de Oficiales purgando prisión imputados de la supuesta
violación de los derechos humanos de los guerrilleros, a quienes derrotaron en
la década del ´70. En lo que va del año se precipitaron a tierra dos aviones de
combate y se incendiaron también dos navíos argentinos por falta de
mantenimiento, y se estima que la capacidad operativa de las fuerzas terrestres
en este teatro de operaciones no superaría las dos horas y cuarenta minutos de
combate.
La situación a la cual ha llegado el presidente
Kirchner con su política de atropellos nos ponen al borde de un conflicto
"inimaginado", con un negro pronóstico, en caso de que las hostilidades alcancen
una escalada, que en cualquier momento puede detonar.
Hace un par de años, aunque la gente lo ignore,
también estuvo a punto de iniciarse una crisis por el movimiento piquetero,
cuando las patotas de Hugo Moyano cerraron el paso al tráfico comercial de camiones
chilenos. El gobierno trasandino mandó a sus Carabineros con amenaza de avanzar
delante de sus columnas, ya que consideraba la pasividad argentina ante tamaña
agresión como “casus belli”.
Si este sistema político extrañamente tolerante para
con el desorden quiere mantener su prepotencia fronteras afuera, va a tener que
ir pensando que la diplomacia desarmada es insostenible.
Pablo Dócimo