Desde que el mundo globalizado funciona las 24 horas del día en todo el planeta, el parate de fiestas / verano / vacaciones se ha relativizado: el tiempo y el espacio ya no son lo que eran. Así como todos podemos consumir lo que querramos en cualquier momento, también cualquier político puede accionar esté donde esté, sin necesidad de tener medios de comunicación a la mano y a cualquier hora. Los consultores lo padecemos: la rueda nunca para de girar. Por eso, la sociedad que más oportunidades de entretenimiento ha tenido en la historia es la que más trastornos de sueño tiene.
Época de muchas paradojas a nivel global. Tenemos más oportunidades pero menos sueño/s. Tenemos más riqueza pero menos equidad. El libro “Guía del Cazador Recolector para el Siglo XXI” de Heather Heying y Bret Weinstein trata de explicarnos por qué la sociedad más prospera de la historia tiene un porcentaje tan grande depresión y ansiedad. Si miramos a la política deberíamos preguntarnos porque existen más asesores de comunicación que nunca, pero la gente se siente más alejada de sus dirigentes al menos en los últimos 30 años.
En ese marco, estamos presenciando una multiplicidad de peleas callejeras –de esas que no tienen reglas, donde todo está permitido- que durarán un largo rato, si no será la tónica de todo el año. Recordemos que la política contemporánea ha dejado de lado el debate sobre quién es “el mejor”, por el de quién es “el menos malo”. Así se han cimentando los triunfos de Macron, Lula, Lasso, Castillo, Boric, Biden.
Los socios no son tan socios y los enemigos no son tan enemigos. Existe un juego permanente de acuerdos tácticos que cambian permanentemente en función de la próxima movida en el tablero. Todo es demasiado líquido como para que más de un actor no se desoriente y se equivoque, y muy complicado para que la sociedad lo comprenda, sobre todo cuando su atención veraniega está en otra parte.
Entre el conflicto por los fondos de la coparticipación y los ataques por los chats del ministro de seguridad de la CABA, el kirchnerismo parece decidido a ponerlo a Rodríguez Larreta en el centro de la escena, y de a ratos a victimizarlo. ¿Parece hecho a propósito? Tanta centralidad a veces la convierte a Bullrich en una comentarista de las cosas que le pasan al jefe de gobierno de la “ciudad opulenta” (los nombramientos, las vallas, el affaire D´Alessandro, la toma del obelisco). Al mismo tiempo Cristina con su renunciamiento / proscripción le quita argumentos a los que querían entusiasmarlo a Macri con que considere la posibilidad de presentarse como candidato a presidente. Seguro que serán casualidades.
Los conflictos en los que se ve involucrado Larreta le dan la oportunidad de volverse más halcón y menos paloma. ¿Se lo habrá visto venir cuando incorporó a dos confrontadores como Wolff y Lospennato, quienes deberían estar más cerca de Bullrich? Se entiende que el rol de un líder es tener cierta clarividencia… e información privilegiada con anticipación.
Otro ítem que estuvo muy comentado en estos últimos días es qué debía hacer Larreta con su ministro de seguridad: pedirle la renuncia, que se tome licencia o mantenerlo en el cargo. Para opinar sobre la conveniencia habría que tener más información. Supongamos que los chats fuesen ciertos, ¿fueron iniciativas del propio funcionario o eran por acuerdo de su jefe? ¿alcanzaría con criticar solo con que es espionaje ilegal? ¿solo amparándose en la falla de origen se evita el costo político de explicar su contenido cuando se dé todo a la luz? ¿Carrió juega su prestigio en defensa del ministro con licencia? ¿tan segura está de su inocencia luego de haber anunciado que su amistad con Macri es cosa del pasado? Demasiados interrogantes que no se pueden responder sin conocer toda la cocina.
Es el tipo de decisiones por las que un jefe jamás le gustaría pasar. Si los chats fuesen ciertos y más allá de si el ministro actuó por propia decisión o con instrucciones de la superioridad ¿hay que cubrirlo como sea y atravesar la tormenta hasta que despeje, o se lo debe apartar desde el vamos? ¿se consigue tan fácilmente otro funcionario con su experiencia en un tramo clave de la carrera política del jefe? Recuerden que esta es una columna de realpolitik. Las consideraciones éticas quedan para otro espacio.
Mientras Larreta está en el centro de la escena –veremos si para bien o para mal- Alberto no tiene mejor idea que sobreactuar su ataque a la Corte Suprema con una debilidad de praxis política característica de sus tres años de gobierno. Era de esperar: en la medida que todo está tan cerca de los comicios provinciales, el / la que tenga algún capital político –sean votos o prestigio personal, o ambos- que perder si se queda pegado a un presidente tan desdibujado, era lógico que iban a tirar la pelota a la tribuna. En esas condiciones están los gobernadores de Neuquén, San Juan y San Luis, que tendrán elecciones desafiantes en sus distritos; los de Santa Fe y Entre Ríos, que muy probablemente vayan a perder, pero no quieren agravar sus panoramas negativos; los de Misiones y Salta, que juegan en los hechos como partidos provinciales, como Río Negro; además de Schiaretti –opositor de facto- y los 4 de Juntos por el Cambio.
El juicio político a la Corte no tiene futuro, pero si tendrá presente. El tratamiento en la comisión de la Cámara de Diputados –con mayoría del Frente de Todos- servirá para que se presenten pruebas (reales o no), se citen testigos, se realicen análisis interesados de los supuestos hechos, de modo de sembrar todas las dudas posibles sobre la honorabilidad de los imputados. Si en el medio de todo eso surge algo comprometedor, el objetivo de base estará logrado: acá nadie es inocente.
Mientras Massa sigue trabajando de plomero del Titanic y Macri está convirtiendo a Cumelén en su Puerta de Hierro, la política se empeña en transmitir que todos tienen un muerto en el placard. Que, si por ahora no se sabe, solo hay que esperar a la próxima filtración de chats