Aunque algunos personajes de nuestro país, como Luis
D’Elía, Hebe de Bonafini, Alicia Castro e incluso Diego Maradona, además de las
agrupaciones de izquierda, defiendan y/o quieran justificar las políticas
internas y externas del "dictadorzuelo" venezolano, Hugo Chávez, es innegable que
la situación de Venezuela es cada vez peor, tanto en lo institucional como en lo
económico y, lógicamente, en lo social.
Más allá de cometer incoherencias que violan todo tipo de
tratados internacionales, como intervenir en asuntos políticos de otros países,
como lo hace permanentemente en Bolivia y Argentina, donde además de incidir
ideológicamente lo hace a través del envío de millones de dólares del pueblo
venezolano —cuando él acusa “al imperio” de hacer lo que él mismo hace—, dentro
de su país aplica una política totalmente dictatorial y totalitaria, tratando de
controlar todo lo que esté a su alcance.
La situación del ciudadano venezolano común y corriente es
mucho peor hoy que cuando asumió Chávez.
Esto se debe, sencillamente, a que el dinero que ingresa a
las arcas del Estado es destinado a vaya uno saber qué cosas, además de
financiar a organizaciones de izquierda en toda Latinoamérica y comprar
armamento.
Si hay algo que caracteriza al gobierno de Chávez, además
de sus ansias de poder, es su modo autoritario de gobernar, y su enfrentamiento
encarnizado con todos aquellos que no comulguen con esa ridícula idea del
“Socialismo del Siglo XXI”, que dicho sea de paso, sería bueno que algún día
explique qué es.
Esta particular forma de gobernar, con una total falta de
políticas de Estado, más allá de tratar de llevar a Venezuela al mismo sitio
donde se encuentra Cuba, no es muy distinta a la que padecemos en Argentina con
el Frente Para la Victoria, un gasto extraordinario por parte del Estado y un
empobrecimiento de la ciudadanía, sin saber aprovechar las condiciones externas
que hoy favorecen a ambos países, como es el precio del petróleo, para
Venezuela, y el de los granos, especialmente la soja, para Argentina.
Pero no nos parecemos sólo en eso, otros ejemplos podrían
ser la manera en que Chávez y el matrimonio Kirchner manipulan al congreso, en
la forma de organizar actos públicos con gente paga, entre otras cosas, además
de mantener una firme sociedad económica, que hasta el momento, no benefició a
nadie, salvo a ellos mismos.
Tanto en Venezuela, como en nuestro país, la brecha entre
ricos y pobres es más ancha, y tanto Chávez como los Kirchner son cada vez más
poderosos, sino basta con ver la última declaración jurada de bienes de nuestra
pareja presidencial.
En ambos países, todavía no se pudieron solucionar los
problemas básicos y coyunturales, como la educación y la salud. Incluso ambos
gobiernos aspiran a controlar la prensa y los medios de comunicación. Los K
mediante la pauta oficial, y Chávez expropiándolos.
Venezuela, más allá de tener una fuente inagotable de
petróleo, sufre una crisis económica que crece a un ritmo galopante, con una
falta de alimentos jamás vista.
Ambos gobiernos, se muestran empeñados en administrar
miseria, en vez de generar riquezas, y ambos gobiernos, además, pretenden
controlar absolutamente todo, pensando que de esa manera controlarán la
inflación, por citar sólo un caso.
Otro punto en común es la nula inversión en
infraestructura, ya sea privada o Estatal, al igual que las inversiones
extranjeras.
No sólo nos parecemos a Venezuela en estos casos, también
en hechos de corrupción, donde además somos socios, como en el caso de la valija
de Guido Antonini Wilson.
Lamentablemente, el ex presidente Kirchner eligió asociarse
a Chávez, y esto, como ya dijimos, a los ciudadanos argentinos todavía no nos
reportó ningún beneficio; tal vez a los funcionarios del gobierno sí les haya
dado algún rédito personal, pero seguramente en algún momento deberán asumir
las consecuencias.
Esperemos, por lo menos, que con el afán de querer imitar
al émulo de Fidel Castro, no se les ocurra también realizar por Canal 7 un
programa del estilo “Aló presidente”.
Pablo Dócimo