Sergio Massa logró, a fuerza de audacia propia y desesperación de sus socios, aterrados ante la alta probabilidad de atravesar un penoso desierto, imponer su precandidatura presidencial; al hacerlo demostró, aunque era innecesario, la impotencia actual de Cristina Fernández. La PresidenteVice se vengó –una diminuta venganza- recordándole, en la cara y en público, que su real heredero era Eduardo Wado de Pedro, que fue desechado por presión de gobernadores feudales, “barones” del Conurbano, gordos sindicalistas y algunas organizaciones sociales.
Debería llamar la atención que quienes fingen ser los representantes de los más damnificados por la inflación rampante, hoy apoyen sin cortapisas al responsable de ella. Pero, si observamos en detalle el estruendoso silencio con el que permitieron y acompañaron, sin realizar protesta alguna, el deterioro del salario docente (¡teléfono para Roberto Baradel!), la dramática pérdida de poder adquisitivo de las remuneraciones de los trabajadores registrados, la represión a los qom y tantas otras salvajadas (varios asesinatos, incluido el del Fiscal Alberto Nisman) que ha perpetrado el kirchnerismo en las últimas dos décadas, nada debería sorprendernos.
El Aceitoso no tendrá paz, sea que gane o pierda en las elecciones. Si triunfara, algo que todos los manuales políticos describen como imposible, heredaría la pesadísima realidad, esa que ha construido con su ignorancia y su incapacidad para controlar la inflación y su simétrico éxito en incrementar la pobreza, en producir una innegable recesión, en endeudar al Estado a tasas geométricas y en barrer bajo la alfombra los problemas derivados de la terrible carencia de divisas para hacer frente a las obligaciones de la deuda pública y la asumida con los importadores, que hoy se estiman en US$ 30.000 millones. Y deberá negociar los indispensables ajustes con un Congreso poblado de irracionales kirchneristas duros y de cambiemitas y libertarios, por muy sensatos que se vuelvan éstos algún día.
Para llegar con algún aliento a las PASO, a cuarenta y cuatro angustiosos días de distancia, está tratando de cerrar un inviable acuerdo con las grandes cadenas de supermercados que implique un congelamiento de precios hasta entonces, suponiendo que bastará luego para vencer en las elecciones nacionales el innegable apoyo del círculo rojo “experto en operar en mercados regulados”, la genial frase que acuñó Antonio Brufau, CEO por entonces de Repsol, para justificar la “venta” del 25% de YPF a la familia Eskenazy, que tantas veces he descripto aquí.
La esperanza empresarial se basa en los fuertes contactos y amistades que tiene el Aceitoso con personajes de la calaña de José Luis Manzano, Daniel Vila, Cristóbal López, Fabián de Souza y tantos otros próceres de la “patria contratista”. Pero cometería un grave error si diera por seguro que, como consecuencia de la adhesión de esos empresarios corruptos, sólo dispuestos a cazar en el zoológico y pescar en la bañadera, llegarían los votos de los ciudadanos de a pie, ya que hoy pesan más en la gente las redes sociales que los medios de prensa tradicionales.
Quedan enormes interrogantes pendientes: el mismo que trajo hasta aquí la catástrofe económico-social que se abate sobre nosotros, ¿podrá ofrecer un mejor mañana al electorado?; si así fuera, ¿por qué no aplica su receta ahora mismo?; ¿hasta cuándo permanecerá en el timón del palacio de Hacienda?; ¿quién se sentará, si se va, en esa silla eléctrica?; y la más importante, ¿qué impacto tendrá su postulación en el staff del FMI, al cual ruega con desesperación para que le suministre fondos frescos?
Por lo demás, no es seguro que la devaluada emperatriz de Calafate prefiera el triunfo de alguien que, aunque corra con sus colores, no será nunca su títere y, por necesidad, la traicionará para fundar su propia dinastía, tal como hicieron Néstor Kirchner y ella misma con Carlos Menem y Eduardo Duhalde a partir de 2003. Y si perdiera, podría transferirle la responsabilidad primaria de la derrota.
Que hoy estemos hablando de la probabilidad, aunque sea remota, de que Massa se convierta en el próximo presidente habla muy mal de Juntos por el Cambio (JxC), la alianza que se suicida en cuotas en las sanguinarias peleas públicas de sus líderes, que prefieren luchar entre sí en el barro a ofrecer propuestas de gobierno, y hasta de La Libertad Avanza (LLA), cuyo mesiánico y unipersonal jefe perdió volumen electoral en cada oportunidad en que ha competido en elecciones provinciales.
Tal como escribió Carlos Manfroni en La Nación, todos los candidatos opositores, salvo Patricia Bullrich (JxC) y Victoria Villarruel (LLA), deben a la sociedad en su conjunto un claro posicionamiento respecto al lacerante tema de los presos políticos, esos ancianos que defendieron a la República de la criminal subversión terrorista de los 70’s. Y hacerlo se transformó en urgente, ya que resultará imposible seguir ignorando esa grave situación y, a la vez, ser obedecido para quien gobierne a partir de diciembre cuando deba ordenar reprimir la violencia y el salvajismo con que las necesarias reformas serán enfrentadas en la calle, tal como sucedió durante el ejercicio revolucionario que todos vimos en Jujuy en estos días.