He firmado un manifiesto público pero ignoraba que se haría público bajo el título “La Cultura apoya a Patricia Bullrich”; siendo mi hijo homónimo Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, se ha generado una enojosa confusión de identidades que me resulta imprescindible aclarar.
Debe ser complicado para el Aceitoso, en su triple rol de fracasado Ministro de Economía, de Presidente de facto y de pre-candidato presidencial hacer campaña electoral, en especial si, después de tantos años de populista y suicida congelamiento, sube brutalmente las tarifas a días de las PASO. Quien se ha hecho con el poder absoluto por la defección de Alberto Fernández y por el prudente silencio de la Vicepresidente y, con esas decisivas armas, ha logrado triplicar la inflación anual, impulsar la cotización del dólar de $ 290 a $ 570, llevar la pobreza al 42%, más que duplicar la deuda pública, y pulverizar el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, todo ello en sólo un año de gestión, no puede soñar con triunfar en las elecciones de octubre. Y qué decir de la enorme corrupción que ha organizado para enriquecerse aún más. Imaginemos cuánto más daño podría hacer si la ciudadanía le concediera otros cuatro años al frente del país.
Ella está demasiado ocupada con su propia situación penal como para estar en el día a día de la contienda política (algo que hasta Sergio Massa agradece). Esta semana, soportó una nueva prueba de su pérdida de poder cuando intentó, infructuosamente, reunir al Senado para designar casi setenta magistrados en múltiples fueros y jurisdicciones, además de la prórroga por cinco años en el ejercicio de su cargo (integrante de la Cámara Federal de Casación Penal, que preside) para Ana María Figueroa; de todas maneras, volverá a intentarlo a partir del lunes. Cristina Fernández ha puesto el acento sobre esta última pretensión, pero la está usando como cañita voladora, para que nos distraigamos mirándola volar mientras logra su principal objetivo: modificar la integración del Consejo de la Magistratura, el organismo que designa y destituye a los jueces.
Mientras tanto, la brutal impericia de Massa y la presión del kirchnerismo para que acentúe -pese al pobre resultado que obtuvo el “plan platita” en el 2021- el reparto indiscriminado de dinero y bienes (y también drogas) para intentar mejorar la performance electoral de Unión por la Patria, han llevado a la economía al borde de un nuevo precipicio. Los argentinos hemos sobrevivido a una infinita sucesión de graves crisis pero, con cada una de ellas, hemos descendido un escalón y, a veces, varios de golpe, tal como prueba nuestra decadencia de los últimos ochenta años.
Con el préstamo (un salvavidas de último momento, después de mendigarlos por el mundo entero) de US$ 775 millones de Qatar, otro de US$ 1000 millones de la Corporación Andina de Fomento, los últimos mendrugos del swap chino y algunas (no confirmadas) maniobras con las reservas de oro, el Aceitoso logró pagar, ya al borde del KO, al FMI las cuotas adeudadas. Con relación a los US$ 7500 millones en DEG prometidos por el staff del FMI habrá que ver qué sucede en el board del organismo, donde Alemania y Japón se opondrán frontalmente a ese desembolso, por más que esa cifra sólo sirva para devolver estos préstamos de cortísimo plazo y pagar las cuotas que vencerán antes de las elecciones nacionales. Pero, así como es casi seguro que tendrá esos fondos, no conseguirá dólares frescos para intervenir en el mercado de cambios y evitar que se desmadre todavía más, algo que siempre sucede en los períodos preelectorales.
Si Juan Grabois redujera el voto al Aceitoso al 20%, ¿Cristina Fernández y su hijo, el jefe nominal de La Cámpora, ¿se pondrían tristes o contentos? La pregunta suena razonable porque ella, a quien nadie puede tomar por imbécil, sabe que si Massa alcanzara la Presidencia, lo primero que hará será acuchillarla por la espalda, como hacen todos los herederos del mundo con los líderes que les traspasaron el mando. Así como las PASO traen una enorme carga de incógnitas, dado el enorme porcentaje de ausentismo y la falta de certezas acerca del comportamiento de los más jóvenes, la verdadera elección de octubre aporta las suyas. Si la oposición no logra hacerse con quórum propio en el H° Aguantadero, la gobernabilidad y la posibilidad de ejecutar los cambios indispensables estarán en serios problemas. Y qué decir si Unión por la Patria consigue la reelección del carísimo Axel Kiciloff en la Provincia de Buenos Aires, ya que la convertirá en el bunker para la resistencia final.
Con el férreo cepo implantado para frenar importaciones (salvo para los “expertos en mercados regulados”, claro) la profundización de la recesión está cantada y con la enormidad de pesos que el Banco Central está poniendo en la calle, cualquier cálculo que se realice sobre la inflación resultará optimista. Así, la pobreza seguirá aumentando y encenderá nuevas luces rojas en el tablero socio-económico del país. Esas alertas llevan a preguntarse no sólo qué pasará en la semana que se inicia, la última antes de las PASO, sino qué sucederá en los escenarios posibles hasta octubre. Si las cifras del lunes 14 auguraran una inevitable derrota en las elecciones nacionales, ¿continuará Massa en el Ministerio?; y si así fuera, ¿qué estará dispuesto a hacer el kirchnerismo después de haber anunciado, a través de Axel Kiciloff, el Cuervo Larroque y otros energúmenos, que habrá violencia y sangre en las calles si Juntos por el Cambio gana?. ¿Resultará posible tomar el té y negociar con quienes ahora quieren destruir la democracia desde adentro, rechazando resultados adversos?